La evolución del stock de divisas que guardan los Bancos Centrales de los países de la región tuvo dos momentos muy marcados durante la última década. Entre el 2003 y el 2007, tanto en la Argentina como en Brasil las reservas crecieron a una tasa promedio del 35%, mientras que en Chile y México lo hicieron a un dos y un diez por ciento respectivamente.
Otra fue la historia para el período que va del 2008 al 2012. Todos los países siguieron aumentando su stock de reservas salvo la Argentina, en donde cayeron un 1,3%. Mientras en Brasil la tasa se desaceleró a un 16%, en Chile aumentó a casi un 20% y en México subió al 16%.
Los datos se desprenden del último informe publicado por la consultora Actividad, Moneda y Finanzas (AMF), en el que se indagan las causas de esta dinámica tan particular que tuvieron las reservas del BCRA, a contramano del resto de sus pares latinoamericanos. Y es que según cálculos de la entidad que conduce Andres Méndez, si el gobierno hubiera optado por ordenar las variables macroeconómicas y no hubiera implementado el cepo, el Central contaría con reservas por casi 100 mil millones de dólares.
“Factores exógenos y endógenos introdujeron miedos y corridas que, literalmente, se llevaron puesto al proceso de acumulación de Reservas Internacionales que había funcionado exitosamente entre 2002 y 2007. De no haber sido así, en función de la dinámica regional, en la Argentina podrían contabilizarse actualmente alrededor de U$S 96.000 millones en activos externos, cifra que, posiblemente, habría calmado los nervios de los agentes económicos y hubiese sido razón suficiente para no pensar en un férreo control cambiario”, reza el trabajo.
Ahora bien, ¿cuáles fueron esos factores que hicieron a la Argentina recorrer un camino opuesto al resto de los países de la región?
Según el estudio de AMF, “en nuestro país se alteró claramente el balance entre oferta y demanda de divisas, algo que evidentemente no ocurrió en las economías vecinas”. En ese sentido, el informe resalta que la política económica no fue el causante del drenaje de divisas sino que fue uno de los factores que lo terminó agudizando.
“Cuando se instauró la primera versión del control cambiario en el último trimestre de 2011, la situación ya no era novedosa porque la erosión se estaba produciendo. En consecuencia, la política económica actuó sólo sobre el agravamiento de la situación”, explica el informe firmado por Gustavo Perilli.
“Y si bien el intercambio comercial aportó y aporta excedentes en los últimos años, resulta claro que los mismos no fueron ni son de la intensidad necesaria para atender el drenaje operado a través del canal financiero donde los sectores público y privado combatieron para apoderarse del stock de divisas pero, en la puja, se devoraron las que provinieron del comercio exterior y parte de las que se habían acumulado bajo la forma de RI”, diagnostica AMF.
El problema se inició en el 2008, con la crisis mundial. En ese entonces, el riesgo país de la Argentina duplicaba al de Brasil. Pero mientras el país lusitano mantuvo esa variable en el mismo nivel durante estos años, la Argentina lo cuadruplicó. “El efecto crisis global contribuyó a explicar (en una primera instancia) el desarreglo cambiario que sufrió el país”, sostiene el informe.
“La penalización posterior, cuando tendió a normalizarse Brasil, provino de la desaprobación del rumbo y los resultados atribuidos a la política económica interna: la tendencia a la apreciación del peso en términos reales, la inflación persistente, la potencial vulneración de contratos atados al CER, el relativo déficit fiscal y su monetización y, entre otros puntos, el control de las importaciones y la falta de crecimiento. En síntesis, la responsabilidad primera es de la crisis internacional, luego de la política económica. El resultado: aumentó el “apetito de los especuladores” y se aceleró el consumo de RI”, concluye el trabajo.