La conferencia de prensa que un exultante Néstor Kirchner brindó ayer en el municipio de Tres de Febrero era el mensaje. No lo que dijo, sino su reaparición rodeado de muchos de los intendentes del Conurbano que lo acompañaron en la derrota y luego pasaron al bando de los “traidores”. El clima de camaradería, mientras lanzaba chicanas a Clarin, el Campo y Duhalde, terminó de sellar el significante del encuentro.

Detrás de este reagrupamiento de la tropa más importante que conserva, hay una historia conocida, que no por repetida deja de ser efectiva: el envío de fondos a los municipios para obras menores pero vitales en términos de rédito electoral (veredas, asfalto, plazas, etc). Cononjías debidamente dosificadas con amenazas de "carpetazos" y corte absoluto de asistencia financiera. La vieja receta implacable del kirchnerismo explícito que ayer explicaba la mezcla de sonrisas y tensión en el rostro de los intendentes.

Incluso varios de los jefes comunales más sospechados de alta traición, empezaron a recibir parte de las partidas prometidas. Es que una vez que descargó la bilis que le produjo la derrota, Kirchner desactivó rápidamente sus impulsos más inconducentes. La cruzada que iba a encabezar Mario Ishii por el Conurbano llevando un poco de justicia divina a los infieles, se convirtió en un chiste ocurrente; y los “traidores” de ayer son los amigos (recuperados) de hoy.

Tan brusco fue el giro que hasta Sergio Massa ha sido parcialmente indultado. En el anuncio que hizo esta semana la Presidenta de créditos por 250 millones de dólares del BID para llevar agua potable a distintos municipios del Conurbano, ante la mirada de todo los presentes, lo mimó: “Mi mejor jefe de Gabinete”, dijo sobre Massa, acaso uno de los políticos al que más desequilibra la sola mención del ex presidente (él sabrá las humillaciones a las que fue sometido y aceptó someterse en su paso por la jefatura de Gabinete, para que haya acumulado tanto rencor). Pero así de plásticos son los Kirchner post derrota.

Es esa misma plasticidad, es la que los llevó a incorporar a opositores acérrimos como María del Carmen Alarcón y Miguel Saredi (no se trata precisamente de progresistas revolucionarios); al mismo tiempo que anexan en el Congreso a los “independientes” del bloque SI que lideran Macaluse y Raimundi. Suman por derecha y por izquierda, impunes a toda contradicción.

Es que Kirchner giró en el aire y una vez más le complicó la vida a sus opositores internos y externos haciendo lo impensado. Cuando su furia post derrota indicaba que iba a profundizar un espiral descendente de alineación, de odios autodestructivos, empezó a recomponer su sistema de poder. Pasó de esa figura casi caricaturezca de si mismo, aislada, exageradamente ideologizada, del impulsivo discurso en Parque Lezama junto a los sorprendidos intelectuales de Carta Abierta; a la mucho más seria –en términos de poder real-, conferencia de prensa de ayer, de nuevo, junto a los barones del Conurbano.

El dilema de Scioli

El Kirchner enojado y aislado en la Quinta de Olivos, fue el que abrió las puertas en las semanas posteriores a su renuncia a la presidencia del PJ, para que Daniel Scioli iniciara el ensayo más serio que hizo hasta aquí de autonomía, cuando encadenó una serie de reuniones con los intendentes de su provincia. En aquellas reuniones se hablaba sin tapujos del postkirchnerismo y de la necesidad de “blindar” la provincia frente a los notorios desatinos del ex presidente.

Luego de amenazar con una confrontación, que sólo hubiera provocado su definitiva derrota y ante el riesgo que la base de su poder se trasvasara a la entente que ensayaba Scioli con los intendentes; Kirchner hizo un par de movimientos astutos que por estas horas está empezando a cobrar en renovado capital político. Embistió con éxito impensado contra Clarín con el negocio del fútbol y envió así una señal a todo el peronismo que sólo reconoce las razones del poder. La lectura es simple, el que puede con Clarín puede con el resto.

A los intendentes les tendió la mano –y los fondos- para que empiecen a soñar con su reelección que no está tan lejos. La contratara de este amoroso reencuentro, es el martirio financiero al que someten desde la Casa Rosada a Daniel Scioli, a quien nunca terminan de girarle los fondos necesarios para que pague los sueldos.

Es bastante obvio que nada de lo dicho, invalida un dato político central: el matrimonio Kirchner sigue muy mal en la consideración de amplias franjas de la población, y acaso muchas de sus últimas acciones, los aíslen aún más. Es decir, las chances de éxito de su proyecto presidencial para el 2011 son escasas. Sus aliados de hoy lo son a plazo fijo y con vencimientos periódicos. Pero no es poco lo que consiguió, en inmensa medida gracias a la desorientada oposición.

Estamos entonces ante un plan de supervivencia, que combina una cuidadosa elección de las peleas y los acuerdos; de los rivales y los aliados; donde se inviste de una épica de lucha contra los poderosos a sectores a los que ya contó las costillas (Clarín, Duhalde, Campo, Reutemann), mientras sonríe bonachón acompañado de los únicos adversarios que no quiso enfrentar. Acaso la foto de ayer junto a los intendentes sea el retrato perfecto de este complejo momento político, una capitulación con aroma a victoria.