25 de abril, 2024
Riesgo de golpe: Scioli en la hora más difÃcil de su vida polÃtica
El gobernador se quedó sin margen para desplegar sus ambigüedades. Néstor Kirchner resolvió empujarlo hasta el borde de la renuncia. Los coqueteos a dos bandas, respaldando las posturas más duras de la Casa Rosada; mientras dialoga –en secreto- con Eduardo Duhalde, enviados de ClarÃn y dirigentes del campo, encontraron el lÃmite que trazó el ex presidente. El rol de Alberto Balestrini y el método K: asfixia financiera y desestabilización polÃtica.
El dilema de Daniel Scioli es precisamente eso: enfrentar un problema sin solución. La única opción de sobrevida política que le queda es a través de una ruptura política pública con Néstor Kirchner. Pero esa posición redundaría en un inmediato ahogo financiero de la provincia de Buenos Aires, provocando un caos que podría terminar eyectándolo de la gobernación. No hay que darle más vueltas al asunto, ese el origen, el fondo y la superficie, de sus maniatadas contradicciones.
Scioli construyó su exitosa carrera atado al talismán del “diálogo”, coartada que le permitía desplegar negociaciones con opuestos, hasta definirse en el último minuto por el que intuía ganador. Bueno, ese tiempo se terminó, al menos por dos realidades.
En primer lugar, la “opción” peronista a Néstor Kirchner con la que soñaban Scioli y los intendentes, en las largas tenidas que mantuvieron luego de la derrota del 28 de junio, no se cristalizó. La idea de amalgamar la buena ponderación pública del gobernador y el poder territorial de los jefes comunales, como el núcleo duro del postkirchnerismo, se mancó en lo esencial: no encontraron un candidato presidencial fuerte y dispuesto a jugar, ni un líder nacional para cruzar a Kirchner.
Eduardo Duhalde intentó ocupar ese lugar, pero para los experimentados intendentes del Conurbano muy rápido quedó en evidencia, que no puede ser candidato por los altísimos niveles de rechazo social que concentra; y menos aún el hombre que lidere el peronismo postkirchnerista –al menos por ahora-. Duhalde sólo logró una foto con Jorge Busti. Ni uno de los gobernadores se dejó ver junto al caudillo de Lomas de Zamora. Muy poco, para enfrentar al gobierno nacional.
Gente pragmática, los intendentes comenzaron entonces un paulatino regreso al redil, como anticipó La Política Online días atrás. Los principales columnistas dominicales se hicieron eco de esta novedad, aunque matizándola de “forzada”, “tensa”, “desangelada”, entre otras adjetivaciones que no logran desmentir el dato político crudo: si hubo un conato de rebelión bonaerense, Kirchner lo neutralizó. Los supuestos estados de ánimos –nunca expresados- o caras de fastidio, no tienen importancia en términos de configuración del poder.
“No se armó nada serio enfrente ¿a dónde quieren que vayamos?”, sintetizó a La Política Online uno de los barones del Conurbano, verbalizando ese sentido común que define las grandes decisiones del poder.
Tan evidente es la bronca de Kirchner con Scioli, a quien atribuye desleales gestos de autonomía en las hora posteriores a la derrota -cuando nadie imaginaba la recomposición de poder que hoy ostenta-, que hasta rehabilitó a Sergio Massa como posible candidato a gobernador para el 2011. Una manera de cerrarle hasta la posibilidad de la relección.
Sin lugar para los tibios
Es en ese marco que aparece la segunda gran razón del fracaso de la estrategia contemporizadora de Scioli, se explica en su prescindencia para el proyecto kirchnerista. Luego de la derrota del 28 de junio, en la Quinta de Olivos han arribado a la conclusión de que ya no hay más jugo para sacar de esa naranja. En consecuencia, es descartable.
Es decir, si ya no constituye el hombre que aporta el grueso de los votos a la causa kirchnerista, como hizo en el 2003 y el 2007; ya no hay motivos para tolerar sus pretensiones de autonomía.
Nunca integró el circulo de confianza de los Kirchner, y sus dramáticos esfuerzos de sobreactuada lealtad no hacían sino confirmar esta realidad. Lo notable en todo caso no es este final anunciado, sino que Scioli no haya desplegado con la debida anticipación un plan de contingencia para enfrentar este desenlace, que lo encuentra a la intemperie y sin alternativas a la mano.
“Tu única opción para tener algún futuro político es romper con Kirchner”, le dijo palabras más, palabras menos, Eduardo Duhalde en los encuentros que mantuvieron luego de las elecciones. No deja de ser un consejo atendible, salvo por un pequeño detalle: Scioli gobierna un estado con un déficit tan acuciante, que sin la ayuda de la Casa Rosada no puede pagar los sueldos. Tampoco hubo frente a esta realidad financiera la elaboración de un plan de contingencia. Ingenuamente se apostó todo al vínculo con gobierno nacional, lazo que hoy los Kirchner han decidido transformar en la cuerda de la horca.
En las últimas semanas, Scioli dejó trascender que estudiaba otro de los consejos de Duhalde. Volver a emitir patacones y así de la mano de esa “independencia” económica, liderar un progresivo distanciamiento de los Kirchner. La amenaza no asustó a la Casa Rosada. Fuentes del gobierno nacional, comentaron a La Política Online, que en una de las últimas conversaciones sobre el tema, la Presidenta lo despachó de mal modo: “Emití Patacones”, le dijo ante el relato de las pecuarias del gobernador. Una manera de decirle, el mensaje llegó y no fue efectivo.
Es que en el fondo se trata de un plan inconsistente. La historia reciente dio sobradas muestras de que en el momento mismo que un gobernador emite cuasimoneda, se termina su futuro político. Allí está Carlos Ruckauf para atestiguarlo.
Kirchner juega al golpe
No sería la primera vez que el ex presidente fogonea una acción “destituyente”. En su provincia impulsó sin mayores complejos un golpe de Estado contra Sergio Acevedo primero, y contra su sucesor Carlos Sancho después. El gobernador Daniel Peralta acaba de sortear un trance similar; pero el filo todavía repica sobre su cuello.
En esa línea, Kirchner comenzó un operativo para instalar la posibilidad de una salida anticipada de Scioli. La excusa es que asumiría su banca de diputado en diciembre, opción que el interesado rechaza de plano. El método que aplica es el mismo que utilizó en Santa Cruz: asfixia financiera más desestabilización política. Este mes el dinero para los sueldos de julio llegó a la provincia, cuando Scioli ya se preparaba para anunciar un desdoblamiento del pago. El mensaje no pudo ser más claro: a partir de ahora deberá sufrir sudor y lágrimas por casa peso.
Un hombre se mueve más sinuoso y misterioso que nunca en el nudo de estas conspiraciones: el vicegobernador Alberto Balestrini. Este heredero institucional de Scioli, presidente del PJ bonarense y “primus inter pares” de los barones del Conurbano, dueño del control territorial de la inabarcable La Matanza, supo acumular un capital político que en estas horas aciagas lo convierte en socio forzado de cualquier combinación kirchnerista. Acaso, un modelo de relación más realista con el ex presidente, del que debería tomar nota el gobernador.
Balestrini es la expresión de superficie de un momento de gran complejidad política, en la que los rehénes se convierten en carceleros, y regresan a las celdas, según pasan los días. Equilibristas redomados, los intendentes se recuestan sobre Scioli frente a Duhalde y De Narváez; para saltar luego a la mesa de Kirchner y la conspiración contra el gobernador. Juego a demasiadas bandas que está exigiendo a Scioli y su equipo un trabajo político abrasador.
La extraña revolución kirchnerista
La pregunta que subyace a este juego es bastante obvia: ¿Qué gana Kirchner al impulsar la desestabilización y hasta el reemplazo de Scioli por Balestrini? ¿Acaso imagina que el vicegobernador será un hueso menos duro de roer? ¿En qué lo beneficia un incendio –aunque sea controlado- en el territorio que concentra el 40 por ciento de la población? ¿Imagina que saldrá indemne de un descalabró en el volátil Conurbano?
Se sabe que el sueño de la revolución se devora a sus mejores hijos. Le pasó en Santa Cruz, luego de barrer al dócil Sancho, Kirchner tuvo que aceptar a un Peralta que nunca resignó su propia identidad política ¿Acaso Balestrini no es por peso propio y trayectoria, más parecido a Peralta que a Sancho? ¿Quién le garantiza a Kirchner que el vicegobernador, cuando llegue la hora, no lo abandone de mala manera?
Pero es casi una tontería buscar razones de mediano plazo en el frenesí de acción cotidiana de Néstor Kirchner, donde la pulsión por el día a día es la que manda. Una vida al límite que resume aquella vieja frase de los mercenarios: “One day at time”. No vale la pena preocuparse por un mañana, en el que tal vez ya no estemos para contarla. Así, como en una guerra de baja intensidad, el ex presidente despliega las tensiones de un remix de dramas demasiado conocidos.
Scioli construyó su exitosa carrera atado al talismán del “diálogo”, coartada que le permitía desplegar negociaciones con opuestos, hasta definirse en el último minuto por el que intuía ganador. Bueno, ese tiempo se terminó, al menos por dos realidades.
En primer lugar, la “opción” peronista a Néstor Kirchner con la que soñaban Scioli y los intendentes, en las largas tenidas que mantuvieron luego de la derrota del 28 de junio, no se cristalizó. La idea de amalgamar la buena ponderación pública del gobernador y el poder territorial de los jefes comunales, como el núcleo duro del postkirchnerismo, se mancó en lo esencial: no encontraron un candidato presidencial fuerte y dispuesto a jugar, ni un líder nacional para cruzar a Kirchner.
Eduardo Duhalde intentó ocupar ese lugar, pero para los experimentados intendentes del Conurbano muy rápido quedó en evidencia, que no puede ser candidato por los altísimos niveles de rechazo social que concentra; y menos aún el hombre que lidere el peronismo postkirchnerista –al menos por ahora-. Duhalde sólo logró una foto con Jorge Busti. Ni uno de los gobernadores se dejó ver junto al caudillo de Lomas de Zamora. Muy poco, para enfrentar al gobierno nacional.
Gente pragmática, los intendentes comenzaron entonces un paulatino regreso al redil, como anticipó La Política Online días atrás. Los principales columnistas dominicales se hicieron eco de esta novedad, aunque matizándola de “forzada”, “tensa”, “desangelada”, entre otras adjetivaciones que no logran desmentir el dato político crudo: si hubo un conato de rebelión bonaerense, Kirchner lo neutralizó. Los supuestos estados de ánimos –nunca expresados- o caras de fastidio, no tienen importancia en términos de configuración del poder.
“No se armó nada serio enfrente ¿a dónde quieren que vayamos?”, sintetizó a La Política Online uno de los barones del Conurbano, verbalizando ese sentido común que define las grandes decisiones del poder.
Tan evidente es la bronca de Kirchner con Scioli, a quien atribuye desleales gestos de autonomía en las hora posteriores a la derrota -cuando nadie imaginaba la recomposición de poder que hoy ostenta-, que hasta rehabilitó a Sergio Massa como posible candidato a gobernador para el 2011. Una manera de cerrarle hasta la posibilidad de la relección.
Sin lugar para los tibios
Es en ese marco que aparece la segunda gran razón del fracaso de la estrategia contemporizadora de Scioli, se explica en su prescindencia para el proyecto kirchnerista. Luego de la derrota del 28 de junio, en la Quinta de Olivos han arribado a la conclusión de que ya no hay más jugo para sacar de esa naranja. En consecuencia, es descartable.
Es decir, si ya no constituye el hombre que aporta el grueso de los votos a la causa kirchnerista, como hizo en el 2003 y el 2007; ya no hay motivos para tolerar sus pretensiones de autonomía.
Nunca integró el circulo de confianza de los Kirchner, y sus dramáticos esfuerzos de sobreactuada lealtad no hacían sino confirmar esta realidad. Lo notable en todo caso no es este final anunciado, sino que Scioli no haya desplegado con la debida anticipación un plan de contingencia para enfrentar este desenlace, que lo encuentra a la intemperie y sin alternativas a la mano.
“Tu única opción para tener algún futuro político es romper con Kirchner”, le dijo palabras más, palabras menos, Eduardo Duhalde en los encuentros que mantuvieron luego de las elecciones. No deja de ser un consejo atendible, salvo por un pequeño detalle: Scioli gobierna un estado con un déficit tan acuciante, que sin la ayuda de la Casa Rosada no puede pagar los sueldos. Tampoco hubo frente a esta realidad financiera la elaboración de un plan de contingencia. Ingenuamente se apostó todo al vínculo con gobierno nacional, lazo que hoy los Kirchner han decidido transformar en la cuerda de la horca.
En las últimas semanas, Scioli dejó trascender que estudiaba otro de los consejos de Duhalde. Volver a emitir patacones y así de la mano de esa “independencia” económica, liderar un progresivo distanciamiento de los Kirchner. La amenaza no asustó a la Casa Rosada. Fuentes del gobierno nacional, comentaron a La Política Online, que en una de las últimas conversaciones sobre el tema, la Presidenta lo despachó de mal modo: “Emití Patacones”, le dijo ante el relato de las pecuarias del gobernador. Una manera de decirle, el mensaje llegó y no fue efectivo.
Es que en el fondo se trata de un plan inconsistente. La historia reciente dio sobradas muestras de que en el momento mismo que un gobernador emite cuasimoneda, se termina su futuro político. Allí está Carlos Ruckauf para atestiguarlo.
Kirchner juega al golpe
No sería la primera vez que el ex presidente fogonea una acción “destituyente”. En su provincia impulsó sin mayores complejos un golpe de Estado contra Sergio Acevedo primero, y contra su sucesor Carlos Sancho después. El gobernador Daniel Peralta acaba de sortear un trance similar; pero el filo todavía repica sobre su cuello.
En esa línea, Kirchner comenzó un operativo para instalar la posibilidad de una salida anticipada de Scioli. La excusa es que asumiría su banca de diputado en diciembre, opción que el interesado rechaza de plano. El método que aplica es el mismo que utilizó en Santa Cruz: asfixia financiera más desestabilización política. Este mes el dinero para los sueldos de julio llegó a la provincia, cuando Scioli ya se preparaba para anunciar un desdoblamiento del pago. El mensaje no pudo ser más claro: a partir de ahora deberá sufrir sudor y lágrimas por casa peso.
Un hombre se mueve más sinuoso y misterioso que nunca en el nudo de estas conspiraciones: el vicegobernador Alberto Balestrini. Este heredero institucional de Scioli, presidente del PJ bonarense y “primus inter pares” de los barones del Conurbano, dueño del control territorial de la inabarcable La Matanza, supo acumular un capital político que en estas horas aciagas lo convierte en socio forzado de cualquier combinación kirchnerista. Acaso, un modelo de relación más realista con el ex presidente, del que debería tomar nota el gobernador.
Balestrini es la expresión de superficie de un momento de gran complejidad política, en la que los rehénes se convierten en carceleros, y regresan a las celdas, según pasan los días. Equilibristas redomados, los intendentes se recuestan sobre Scioli frente a Duhalde y De Narváez; para saltar luego a la mesa de Kirchner y la conspiración contra el gobernador. Juego a demasiadas bandas que está exigiendo a Scioli y su equipo un trabajo político abrasador.
La extraña revolución kirchnerista
La pregunta que subyace a este juego es bastante obvia: ¿Qué gana Kirchner al impulsar la desestabilización y hasta el reemplazo de Scioli por Balestrini? ¿Acaso imagina que el vicegobernador será un hueso menos duro de roer? ¿En qué lo beneficia un incendio –aunque sea controlado- en el territorio que concentra el 40 por ciento de la población? ¿Imagina que saldrá indemne de un descalabró en el volátil Conurbano?
Se sabe que el sueño de la revolución se devora a sus mejores hijos. Le pasó en Santa Cruz, luego de barrer al dócil Sancho, Kirchner tuvo que aceptar a un Peralta que nunca resignó su propia identidad política ¿Acaso Balestrini no es por peso propio y trayectoria, más parecido a Peralta que a Sancho? ¿Quién le garantiza a Kirchner que el vicegobernador, cuando llegue la hora, no lo abandone de mala manera?
Pero es casi una tontería buscar razones de mediano plazo en el frenesí de acción cotidiana de Néstor Kirchner, donde la pulsión por el día a día es la que manda. Una vida al límite que resume aquella vieja frase de los mercenarios: “One day at time”. No vale la pena preocuparse por un mañana, en el que tal vez ya no estemos para contarla. Así, como en una guerra de baja intensidad, el ex presidente despliega las tensiones de un remix de dramas demasiado conocidos.
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