La historia política de nuestro subcontinente registra una notable homogeneidad que da cuenta de las similitudes más que de las diferencias entre los distintos países que la conforman y que, lamentablemente, al día de hoy aún no pudieron escenificar esas semejanzas en una unificación política y económica al estilo de la Unión Europea, tal cuál lo soñaran nuestros líderes independentistas.

De esta manera en un registro apresurado e incompleto podemos observar a trazo grueso: luchas por la independencia de la Corona española a principios de siglo XX; guerras civiles a mediados de ese siglo; consolidación de estados nacionales a fines del mismo; gobiernos conservadores y positivistas a principios del siglo XX; gobiernos populistas y/o estatistas en las décadas del 30`y del 40`; movimientos juveniles de izquierda y guerrillas en los 60’ y 70’; dictaduras militares en los 70`; gobiernos democráticos socialdemócratas en los 80; neoliberalismo y consenso de Washington en los 90 y finalmente la irrupción de los nuevos populismos y/o centroizquierda desde principios del siglo XX hasta la actualidad.

Estas similitudes, que por supuesto no contemplan las muchas excepciones que se dieron y se dan, podemos vislumbrar que continuarán en los próximos años donde, lejos de agotarse los procesos políticos emergentes tras la crisis de fin de siglo (también con réplicas en casi toda la región) lo que empieza a aparecer es un giro dentro de esos mismos espacios desde la izquierda hacia el centro político.

Por supuesto que, el clivaje de izquierda y derecha es relativo en Sudamérica pero lo tomaremos como válido a fin de hacer más explícita la idea de este artículo, que es precisamente destacar el crecimiento de los sectores moderados dentro de los oficialismos de la región y la influencia del Papa Francisco como gestor de ese giro.

Justamente su asunción como máximo líder de la Iglesia Católica, religión ampliamente mayoritaria en nuestros países, desató especulaciones diversas acerca de cuál sería su rol respecto a los gobiernos populistas y de centroizquierda que, con sus matices, gobiernan en la mayor parte de la región.

Lejos de las teorías apocalípticas que lo linkeaban con el papel de Juan Pablo II en la caída del socialismo de Europa del este y la URSS, Francisco tiene un rol contenedor de los lideres populistas de la región quienes incluso acompañan entusiasmados los habituales cuestionamientos del Papa al capitalismo financiero y su posición a favor de los pobres y desamparados del mundo.

El ejemplo más fuerte fue el de Raúl Castro, emblema del comunismo mundial pero sobre todo ícono de la izquierda regional, afirmando convencido que volverá a rezar ¨ sí este Papa sigue así”, en el marco del reestablecimiento de relaciones con EE.UU gestionado precisamente por Francisco.

No es el único. El ecuatoriano Rafael Correa ha llegado al extremo de pelearse con sectores de su propio espacio político por sus posiciones – en sintonía absoluta con la Iglesia – en contra del aborto y del matrimonio entre personas del mismo sexo.

¿El Papa se volvió comunista, como dicen los sectores ultraconservadores de EE.UU? o contiene y lidera un giro hacia el centro de la región motivado además en una razón de peso: la baja del precio de los comodities, cuyo ascenso a principios de siglo fue el combustible económico de las políticas redistribiutivas y – sobre todo – pro-consumo en la región.

El caso más notable es el de Brasil, que por peso propio es – no futbolísticamente claro – el país más importante de la región. Contradiciendo no solo su anterior gobierno sino sus propias promesas de campaña, Dilma Rouseff, viró hacia la ortodoxia en materia económica – atentos al Mercosur- y su aliado centrista el PMDB ocupa las dos butacas de mando en las Cámaras legislativas de Brasilia. Allí, el ala izquierda del oficialista Partido de los Trabajadores votó en contra de un paquete de leyes de ajuste fiscal promovido la propia Dilma y se avanza en una restricción a las reelecciones.

En Uruguay, también volvió a ganar el oficialismo las elecciones presidenciales de 2014, pero hubo cambio de Presidente y claramente la impronta de Tabarè Vazquez es mucho más moderada que la de José Mujica y esto se empieza a visualizar en la gestión: Tabaré volvió a la carga con la antigua demanda uruguaya – adormecida por Mujica – de establecer acuerdos comerciales por fuera del Mercosur; congeló el proyecto de despenalización y regulación del consumo de marihuana y aclaró que respetará a rajatabla la constitución uruguaya, cuya letra Mujica y gran parte del oficialista Frente Amplio creen sacraliza el poder de la elite económica uruguaya.

En Bolivia, Evo Morales fue reelecto en 2014 por tercera vez y sorprendió triunfando en las regiones de occidente donde en 2008, apenas seis años atrás, una rebelión con amplio apoyo popular promovía la división del país en oposición al gobierno del MAS.

¿Qué pasó en el medio? Morales, con retórica bolivariana, giró al centro en sus políticas sobre todo económicas que le han permitido a Bolivia ser considerado un país “ejemplo” para el Banco Mundial ostentando récords de crecimiento económico, supoeravit fiscal, baja inflación, prestamos a tasas bajas, desocupación mínima, etc. El empresariado local, antes receloso del discurso indigenista e izquierdista de Morales, privilegia el éxito de sus negocios y ya no sueña (ni financia) aventuras secesionistas

Con matices, aunque en el mismo sentido, van los casos de Chile, Perú, Paraguay y Venezuela.

En el primero Michele Bachelet hábilmente tomó en las elecciones de 2013 las consignas que los estudiantes de izquierda pregonaban en las calles de Santiago y una vez electa avanzó con reformas en cuestiones de fondo como educación, impuestos y sistema electoral. Sin embargo, golpeada por escándalos de corrupción, renovó su gabinete otorgándoles más presencia a los demócratas cristianos. Lejos, los más centristas de la alianza oficialista.

Perú, nunca abandonó el centro-derecha más allá de algunas dudas en los inicios de la presidencia de Ollanta Humala en 2010. Paraguay volvió a ser “colorada” con Horacio Cartes en 2013 y en Venezuela, el gobierno más radical de la región, la oposición tiene en el último trimestre de este año, cuando están previstas las parlamentarias, la posibilidad histórica de derrotar por primera vez al chavismo (sin Hugo Chávez claro) en elecciones (solo le ganó un referéndum en 2007) y forzar tal ves un giro al centro. Nicolás Maduro se encontrará el domingo próximo con Francisco y puede haber novedades en ese sentido.

Finalmente la reelección de Juan Manuel Santos como Presidente de Colombia, ratifica el giro desde la “derecha” hacia el “centro” de ese país latinoamericano. Santos, antiguo Ministro de Defensa del ex Presidente Alvaro Uribe y en condición de tal uno de los principales operadores del combate frontal contra la guerrilla, bandera de la gestión uribista, es hoy impulsor contra viento y marea de las conversaciones de paz que se desarrollan en Cuba con las FARC que pese a los muchos contratiempos que sufre, sigue avanzando.

La Argentina, no escapa a esta realidad y más allá de sus diferencias, los candidatos y precandidatos presidenciales que se postulan en los cuatro espacios políticos principales, tienen como común denominador un perfil moderado que se alinea perfectamente con lo detallado anteriormente y aporta a la tradición de homogeneidad política reinante en la región.