El tribunal de la causa del triple crimen de Villa Moreno definió penas de 33 años de prisión para Brian Sprío, 32 para el “Quemado” Rodríguez, 30 para “Teletubi” Delgado y 24 años a Mauricio Palavecino, los responsables de los crímenes de Jere, Mono y Patom, tres jóvenes militantes del Frente Darío Santillán.

“Estas condenas deben dejar en claro que un homicidio, en cualquier circunstancia que se cometa, es terrible e irreparable, y tiene un costo alto, no es gratuito, espero que por ese lado deje sus frutos" fueron las palabras de Nora Marull, la fiscal que tuvo a su cargo la acusación en alusión a la ejemplaridad del fallo.

En el mismo sentido se pronunció uno de los abogados de los familiares de las víctimas, Norberto Olivares: “queríamos que fuese una condena ejemplificadora con penas altas, pero a la vez se demostró que cuando el reclamo popular es importante, la impunidad tiende a achicarse” afirmó Olivares en relación al incesante pedido de justicia que llevaron a cabo los familiares y amigos de las víctimas durante estos tres años.

A su vez, la sentencia, que previamente dio por tierra el pedido de la defensa de declarar nulo lo actuado, también satisfizo a los familiares y fue emotivamente festejada por la gran cantidad de personas que se dieron cita este mediodía en las puertas de los Tribunales donde desde el primer día del juicio oral se levantó una carpa reclamando severidad en las penas.

Es que el triple crimen, ocurrido en la fatídica noche del 1ro de enero de 2012, cuando tres jóvenes liderados por Sergio “el Quemado” Rodríguez, irrumpieron en la canchita del club Oroño de Villa Moreno y abrieron fuego contra Jere, Mono y Patom, como así se los conocía a las víctimas, marcó un antes y un después en la historia de la narcocriminalidad rosarina.

El cruento suceso evidenció, quizá por primera vez, un entramado de complicidades que atraviesa a toda la sociedad.

TélamJosé Granata

Desde matones barriales que venden y distribuyen drogas y que dirimen a tiros la disputa del territorio, adolescentes armados al servicio de las organizaciones, buffet de abogados y contadores que trabajan para el delito, el circuito del dinero ilegal que se materializa en inversiones inmobiliarias o en concesionarias de autos de alta gama hasta la identificación de la misma policía como protagonista necesaria de lo que viene ocurriendo en la ciudad santafesina donde las estadísticas de víctimas violentas, en su mayoría jóvenes, se va engrosando año a año.

Hasta los crímenes de Villa Moreno, cada vez que se producía un nuevo asesinato, los partes oficiales daban cuenta de supuestos ajustes de cuentas. El triple crimen no fue la excepción.

Los hechos

Cuando apenas habían transcurrido un par de horas del nuevo año, Jeremías Trasante, Claudio Suárez y Adrián Rodríguez se habían dado cita en la canchita de fútbol del barrio cuando, entre cervezas y charla, un grupo de cuatro personas irrumpen en la oscuridad en busca de un tal Ezequiel Villalba, un joven acusado por la banda del “Quemado” de robarle drogas y dinero de los bunkers que él administraba y que horas antes había atentado contra la vida del hijo del Quemado.

Fue el mismo Sergio Rodríguez, alias el Quemado, quien comandaba el grupo junto a tres jóvenes fuertemente armados con 9 mm y ametralladoras. Casi sin preguntar y sabiendo que los tres pibes que estaban en la canchita y temblaban del miedo no estaban vinculados a Villalba igualmente abrieron fuego y los más de 40 tiros hirieron de muerte a Jere, Patom y Mono.

Los jóvenes que militaban en el Frente Darío Santillán haciendo trabajo barrial y ayudando a los chicos de su misma condición social, fueron rápidamente asistidos por familiares y vecinos que nada pudieron hacer para remediar el ataque.

Daniel “Teletubi” Delgado de 21 años y Brian “Pescadito” Sprío de 23 fueron los sicarios que acompañaron al Quemado y dieron muerte a los jóvenes mientras Mauricio Palavecino aguardaba en la Kangoo blanca que los trasladó hasta el lugar.

Un día antes del triple crimen, Maxi Rodríguez, hijo del Quemado, había sido gravemente herido aparentemente por otro joven, Ezequiel Villalba. El Quemadito, como se lo conocía en honor a su parentesco, fue atendido en el Hospital Clemente Álvarez (HECA) donde logró salvar su vida.

En el HECA, se dio una curiosa situación que se sigue investigando. El libro de ingresos del hospital había sido adulterado y por tal motivo se lo procesó al oficial de guardia, Lisandro Martín quien habría registrado el ingreso del paciente con otro nombre.

Finalmente, el Quemadito Rodríguez encontró la muerte en febrero del 2013 cuando en una esquina céntrica un sicario le disparó en la cabeza.

Los Rodríguez habían ganado holgura económica con el narco menudeo. Administraban varios bunkers de la zona sur de Rosario y eran temidos en el barrio. También disputaron poder por el control y manejo de la barra brava de Newell’s

Las complicidades policiales

En un proceso paralelo al triple crimen, se está investigando el accionar policial. Durante el juicio oral, se dieron a conocer escuchas telefónicas donde se daban cuenta de la estrecha relación del Quemado con elementos de las fuerzas provinciales.

La causa se tramita contra el ex comisario Eduardo Ismael Carrillo y el suboficial Norberto Centurión quienes habrían brindado protección a la novia del Quemadito, Sofía Laffatigue, la noche que atentaron por primera vez contra su vida.

Según el expediente, el Quemado se comunicó con los policías quienes les dieron instrucciones a Laffatigue de cómo tenía que proceder para prestar declaración ya que acompañaba al Quemadito cuando Villalba abría fuego contra el auto del joven narco.