Seguridad
¿Un muy buen negocio?
Por Jorge Luis Vidal
Los incentivos del narcotráfico y el menudeo para ganar sicarios baratos, soldaditos, distribuidores en todos los estamentos de la sociedad y ojos bien cerrados en la policía, la justicia y la política. ¿Cuánto dinero es un negocio millonario?

Quienes siguen con atención el difícil problema que tenemos en el país todo en relación al tráfico de drogas para exportación, el narcomenudeo interior y sus secuelas delincuenciales y de salud en zonas geográficas muy pobladas como la provincia de Buenos Aires, la de Santa Fe y así también mayormente en otras del centro norte del país y de nuestra Mesopotamia, encontraran en estas líneas un universo económico que indica cuán interesante negocio termina siendo para la delincuencia este tipo de tráfico.

A medida que los cárteles de droga se afianzaban en Colombia en la fatídica- y dorada para ellos- década de los años ‘80 (aunque comenzaron a dar los primeros pasos criminales en la década anterior), el mundo se anoticiaba que la oferta y demanda de todo tipo de drogas, especialmente cocaína, regulada por empresarios de la muerte -como los hermanos Rodríguez Orejuela de la ciudad de Cali o el más conocido y letal Pablo Emilio Escobar Gaviria de Medellín- resultaba un negocio multimillonario. Negocio que las fuerzas de seguridad de ese y otros países necesitaban aprender a combatir creando las plataformas para entender el fenómeno criminal y luchar contra esas organizaciones sudamericanas que surtían a la demanda cada vez más incesante que ellos mismos originaban.

Ya en la década del 70 y observando la existencia de una creciente incursión de traficantes de diversas drogas en territorio de Norteamérica, Estados Unidos decide crear una agencia propia de lucha contra el narcotráfico, con alcance internacional, con el fin de luchar contra la producción (básicamente de Cocaína en Colombia) reprimir y disminuir el suministro, distribución y consumo de narcóticos en su país para lo cual inteligentemente fue suscribiendo programas conjuntos con otros países, en especial en América Latina, donde se produce y donde transita la droga. Nace así la DEA, con escaso presupuesto y considerada en un principio el patito feo dentro de las demás agencias de ese país.

Lo mismo hizo Colombia, como país productor de la mejor cocaína del mundo en calidad y volumen, creando una propia organización dentro de su policía y especializando a un sector de esta en la detección de cultivos, erradicación, destrucción de laboratorios, combate contra las estructuras criminales y el blanqueo de dinero ilícito, etcétera. No les fue fácil. Además de perder políticos, jueces, fiscales, periodistas a raudales y montones de policías bajo las balas y los explosivos de los cárteles, casi pierden también la República.

Muchas culpas y corrupción propia de la política, la justicia y de la misma policía. Se crea hace 35 años la DIRAN, Dirección Nacional Antinarcóticos de la Policía de Colombia, como organismo especializado en el combate del narcotráfico.

A diferencia de Estados Unidos y Colombia, nosotros por estas pampas cuando a fines de los 80 y principios de los años 90 olfateamos que tendríamos un problema con estos mercaderes, en lugar de crear una gran Agencia Nacional Antinarcóticos, les abrimos la tranquera de ingreso con pago de peaje incluido.

De qué montos hablamos cuando decimos "negocio millonario"

La batalla se daba en Colombia, bala va, bala viene, y teñía de sangre todos los estamentos republicanos.

La lucha se hizo encarnizada, algunos integrantes de clanes menores de la droga se entregaban para ser extraditados o se sentaban con la DEA a negociar lo que sabían. Las rutas de salida de la cocaína ya sea por mar, aire o tierra se comenzaban a complicar y los socios logísticos mexicanos querían dejar de ser comisionistas de solo pasamanos hacia Estados Unidos para tener más injerencia en el negocio. Querían ser parte.

Era hora para los narcos de mirar también el Sur, al fin del continente, donde ya por sondeos previos sabían que la política cerraría los ojos y estiraría las manos cobrando el peaje a la actividad ilícita. Se sumaron otras manos más como las de la justicia y la policía, que dejaron de lado los históricos negocios ilegales del juego clandestino, prostitución, algunos secuestros, adulteración de productos y zonas liberadas para grandes atracos, para pasar a ocupar también cada uno su lugar en el podio, en mayor o menor medida, del negocio narco.

Según conceptos de la UNDOC, a los que adhiero, "la construcción del precio de las drogas ilícitas en un territorio y periodo especifico no siempre es posible, los precios son útiles para comprender su incidencia sobre la oferta o el consumo".

Si identificamos los distintos niveles de precios de una droga ilícita en los mercados, ya sea en zona de cultivo, laboratorio, zona de frontera o puesta en destino geográfico consumidor, se nos facilitan las generaciones de alertas sobre la configuración de incentivos para impulsar transacciones y cómo escalan los valores según el mercado.

X= USD 500 por kilogramo de clorhidrato de cocaína en laboratorio de la selva colombiana, o colombo-venezolana, o en su defecto en el Urabá antioqueño (cercano a Panamá), o en Nariño Putumayo, limitando el Ecuador. 3X o USD 1.500 en frontera colombiana dispuesta a salir en forma terrestre, aérea o en semisumergibles por mar, o contaminando cargas de bananos y otras mercancías con destino, por avión o barco, principalmente a Europa.

En el mercado interno colombiano, al por mayor, el clorhidrato de cocaína llega a valores de entre 3,2 X a 9,1 X, algo así como de 1.600 a 4.500 dólares por kilo; mientras que al por menor, el kilo se eleva según la zona y poder adquisitivo del consumidor a sumas que van desde los 23X a 70X cuando se vende por dosis. Es decir un kilo de cocaína pura sin cortar ni estirar se comercializa a USD 11.500 a USD 35.000 en el último eslabón.

Si salimos de la localía de Colombia y aledaños, y pasamos a jugar en terreno internacional, es decir en "primera", el kilo se eleva en México a entre 6X y 35X, 3.000 a 17.500 dólares; en Estados Unidos a 51 X a 82X, lo cual nos indica de 25.500 a 41.000 dólares; y, si cruzamos el mar y nos vamos a la vieja Europa, 54 X a 132 X, indicando de 27.000 a 66.000 dólares.

Todos estos precios, entiéndase, sin estirar ni cortar con diferentes sustancias, donde mágicamente un kilo de cocaína pasa a ser dos o tres. Ganancias exorbitantes, corrupción mucha, tentaciones varias. Muchas puertas se abren mientras muchos ojos se cierran.

Aquí, en nuestro país, y debido a la hermandad de pueblos sudamericanos, el clorhidrato de cocaína que llega mayormente de Colombia, Perú y Bolivia (con distintas calidades por origen) se maneja pura y sin cortar en sumas que van desde los 18.000 a los 27.000 dólares el kilo, aunque la modalidad de compra directa al proveedor narco transnacional es mucho menor a la modalidad donde el narco paga con la misma cocaína la logística, traslado, alojamiento y enfriamiento en bodega de la sustancia antes de enviarla a Europa, África, Medio Oriente o Asia.

¿Qué podemos esperar por aquí, cuando vemos que este país se parece cada vez más en algunas zonas a la Medellín de la segunda mitad de los años 80? Soldaditos del narco, ejército de reserva del narcotráfico, sicarios baratos para matar o morir. Ya fuimos colonizados gracias a la corrupción política judicial y policial en general. Ahora todos se miran, pero poco hacen. Jueces detenidos, fiscales detenidos, policías detenidos, políticos ricos en manejo de zonas geográficas donde circula la droga.

¿Qué nos falta? Verdadero interés y decisión política. ¿Qué nos sobra? Cobardía, connivencia, incapacidad y corrupción.

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