La argentina Agustina Giraudy es Profesora de Ciencias Políticas en la American University en Washington D.C. En exclusiva para LPO analiza la llegada de Javier Milei al gobierno de Argentina y alerta sobre el impacto de largo plazo de los nuevos liderazgos de derecha.
América Latina y Europa son escenarios de un resurgimiento de las fuerzas de derecha. ¿A qué se debe?
En Europa, el resurgimiento de las fuerzas de derecha se vincula principalmente con preocupaciones sobre la inmigración, con el rechazo a la llegada de más personas, ya sea de África o América Latina. Este sentimiento también se refleja en Estados Unidos, donde algunos ven que los cambios demográficos, impulsados por la creciente población latina, alteran la composición social del país. En América Latina, sin embargo, la inmigración no parece ser el factor unificador principal. Aunque existen casos, como la migración de haitianos a Chile o los problemas relacionados con los venezolanos en Colombia, no veo que la inmigración sea el elemento central que une estos movimientos de derecha.
"Vemos con preocupación el auge del populismo que se basa en figuras mesiánicas"
En el contexto latinoamericano, el resurgimiento de la derecha parece más una reacción ideológica a la ola de gobiernos de izquierda en la década de 2000. Gobiernos como los de Kirchner, Lula, Tabaré Vázquez y Bachelet en Chile tuvieron un buen desempeño inicial durante el auge de los productos básicos, pero enfrentaron dificultades cuando la economía se debilitó. La aparición de gobiernos de derecha parece ser una contrarreacción a las deficiencias de los gobiernos de izquierda. No veo un componente antimigratorio dominante, sino más bien un cambio cultural conservador, con posturas antiaborto y anti-derechos de las minorías presentes en figuras como Bolsonaro en Brasil, Cast en Chile y de manera más sutil en Milei en Argentina. Actualmente, la prioridad de Milei es la recuperación económica y, si se centra en esa agenda y tiene éxito, es probable que mantenga el respaldo. Sin embargo, implementar una agenda cultural más conservadora podría abrir frentes y generar divisiones, ya que la mayoría de sus seguidores parecen estar más interesados en mejoras económicas que en cuestiones culturales y sociales.
¿Qué impacto tienen estos liderazgos en sus países?
Lo interesante es que el impacto de estos líderes no se limita a su tiempo en el cargo, sino que perdura. Trump, por ejemplo, dejó su marca al reformar las cortes, influyendo en la política a largo plazo. Esta estrategia de socavar las instituciones democráticas desde adentro no se traduce necesariamente en golpes de Estado, pero sus efectos son sutiles y duraderos. La influencia de Trump se extiende incluso a nivel estatal, formando coaliciones con estados conservadores y perpetuando prácticas que limitan el ejercicio del voto. Estoy investigando estas dinámicas, destacando cómo la erosión democrática, impulsada por líderes como Trump, tiene impactos significativos tanto a nivel nacional como subnacional.
En Argentina, mi país, por ejemplo, después de tantos años de vivir en el extranjero, noto que un primer momento la gente tendió a minimizar a Milei, posiblemente porque aún no había experimentado directamente las consecuencias de sus propuestas.
La idea de que los líderes políticos dicen mucho durante la campaña pero cumplen poco parece persistir, como sucedió con Trump y Bolsonaro, quienes, según algunos, fueron transparentes en sus intenciones y cumplieron sus promesas.
¿En el caso de Argentina, puede un presidente sin estructura política tener un impacto de largo plazo?
Existe una diferencia crucial entre Trump y Milei: este último carece de un partido propio y se asoció con el PRO en lugar de tener la estructura partidaria que Trump tuvo con los republicanos. A diferencia de Trump, Milei no cuenta con gobernadores autoritarios ni con el respaldo de evangelistas, lo que lo hace menos limitado en algunos aspectos. Además, no tiene un respaldo religioso en su coalición, una diferencia importante.
"Trump representa el fin de la democracia, como puede pasar en la Argentina con Milei"
En comparación con Bolsonaro, otro líder similar, Bolsonaro tiene un fuerte respaldo evangélico y militar, le otorgó un poder significativo a los militares en su gobierno. Ambos comparten la característica de ser personajes sin filtro y normalizan lo que la gente suele pensar en privado.
Además, Bolsonaro y Milei atraen principalmente a votantes jóvenes y hombres, un cambio generacional crucial que impacta en su percepción de temas como la dictadura. Estos votantes, que crecieron en democracia, son los que moldearán el panorama político futuro. La diferencia clave para Milei es que debe abordar la tarea de reconstruir un país en crisis, y cualquier error podría afectar su apoyo. En cambio, en Brasil y Estados Unidos, no enfrentaron la necesidad inmediata de resolver problemas económicos, facilitando mantener el respaldo con discursos más polarizados.
¿Alcanza la economía para definir el éxito o no de un presidente?
En Estados Unidos no. Si me preguntas por Argentina, sí, porque la economía impregna todos los aspectos de la vida. Por ejemplo, si dices que Milei mejoró la economía, creo que la mayoría de los que no lo votaron aún podrían elegirlo.
Acá hay una frase famosa que es: "Wall Street versus the real street". Si bien durante el gobierno de Trump las acciones no dejaban de subir, beneficiando a los más ricos, la gente común no experimentó unos años maravillosos; no fueron terribles, pero tampoco espectaculares. Además, a Trump le tocó lidiar con la pandemia, que resultó bastante desastrosa. Aunque la economía mejoró, no mejoró tanto como en la segunda presidencia de Obama cuando enfrentó la famosa crisis económica de 2008 y logró estabilizarla, dejando una buena economía para Trump.
¿Cuál crees que es el papel de Estados Unidos para un presidente de América Latina?
Una de las transformaciones significativas en las relaciones de América Latina es que China superó a Estados Unidos en importancia. Actualmente, las inversiones y préstamos provienen en gran medida de China, desplazando completamente la influencia estadounidense en la región. Aunque Estados Unidos conserva cierta relevancia a través de fondos y sigue siendo un aliado importante en las negociaciones, la región latinoamericana perdió su prioridad en la atención de Estados Unidos, excepto por casos como Venezuela, Colombia, por temas de drogas, y México.
A pesar de la percepción común de que Estados Unidos sigue siendo una figura central en América Latina, la realidad es diferente. La atención estadounidense se centra en otras regiones, como Israel, Ucrania, China y Rusia, mientras que América Latina, incluyendo Brasil, carece de una posición prominente en su radar. La única influencia que Estados Unidos podría ejercer es como un país de referencia, especialmente para Centroamérica, donde la gente aún busca estudiar o trabajar. Aunque los intercambios culturales son importantes, Estados Unidos no enfrenta competencia en ese aspecto, ya que persiste una mezcla de admiración y resentimiento en la región, que no se observa en la relación con China.
¿Como profesora universitaria ves interés en tus alumnos sobre América Latina?
A los estudiantes les interesa, pero al mismo tiempo les choca la relación de Estados Unidos con América Latina. Esta percepción se debe a que, en el pasado, la influencia estadounidense en la región, especialmente durante las décadas de 1960 y 1970, fue negativa, marcada por golpes de estado y una intervención política perjudicial, particularmente respaldando a regímenes militares. La intervención de Estados Unidos en la década de 1990 a través de instituciones financieras también dejó una impresión negativa en aquellos que estaban del otro lado de la ecuación.
Los estudiantes muestran una perspectiva dual; les gustaría que Estados Unidos tuviera más injerencia, pero no de la manera negativa que tuvo en el pasado. Se esfuerzan por imaginar cómo Estados Unidos podría intervenir de manera positiva, tal vez transmitiendo valores democráticos. Sin embargo, durante la administración de Trump, la percepción global de Estados Unidos como un referente moral de la democracia se vio afectada, lo que llevó a los estudiantes a replantearse este aspecto.
Aunque los alumnos son respetuosos, la mayoría de los que asisten a mi universidad son liberales y prefieren una postura de no interferencia. Si tiene que haber intervención, que sea de manera positiva, en contraste con las intervenciones pasadas que dejaron una huella negativa en la región.
Y en este contexto ¿Trump tiene chances de ganar?
Mucha gente sostiene que el tiempo judicial no será suficiente para activar las causas y que interfieran con el proceso electoral. Dentro del Partido Republicano, el ex presidente sigue siendo el más popular. Especialmente en estados menos democráticos, el partido no logró crear otro candidato con el peso de Trump. Logró consolidar la estructura judicial a su favor antes de dejar el cargo, colocando un récord de jueces en las Cortes inferiores, una hazaña que pasó relativamente desapercibida pero que tiene un impacto significativo, ya que estas cortes determinan muchos aspectos importantes.
Si Trump gana nuevamente, la perspectiva es preocupante, ya que podría interpretarse como una validación de su enfoque beligerante y disruptivo. Su estilo político es confrontativo, y si regresa al poder, es probable que intensifique sus acciones. Este escenario podría reforzar la imagen de Trump como un líder imparable, a pesar de enfrentar juicios políticos y mantener un fuerte respaldo de sus seguidores, incluso después de su controvertida y probada participación en la toma del Capitolio.
¿Qué podemos aprender de esta transformación para preservar y fortalecer la democracia en el futuro?
La democracia no está pasando un buen momento; la situación es bastante complicada. Siempre les cuento a mis alumnos que yo cursé la universidad en los años 90, una etapa que representó el apogeo de cambios sustanciales y transiciones positivas. Fue un período en el que América Latina y África experimentaron transformaciones después de las dificultades de los años 80. La caída del Muro de Berlín simbolizó un resplandor democrático en todo el mundo, y recuerdo sentirme como una joven adulta testigo de eso que estaba pasando.
En mis clases me encuentro con datos que muestran un aumento en la tendencia hacia el autoritarismo en lugar de la democracia en varios países. Esto contrasta con la época en la que, siendo de la misma edad que mis alumnos actuales, era optimista y creía que el mundo avanzaba hacia la consolidación de la democracia.
Resulta sorprendente tener que transmitirles una perspectiva opuesta a la que experimenté en mi juventud. Les advierto que no den por sentadas las conquistas democráticas, ya que la situación actual sugiere que los derechos democráticos pueden desvanecerse abruptamente. La lección clave que intento enseñar es la necesidad de adquirir la conciencia de que los derechos no son adquiridos de manera permanente y que su preservación no está garantizada; en un abrir y cerrar de ojos, pueden perderse.
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