
Joe Biden busca hacer una carambola ambiciosa. El presidente demócrata busca fortalecer su liderazgo regional, reducir la presión migratoria en la frontera sur, fortalecer los lazos comerciales con países aliados y limar la influencia de China en América Latina. Con esa agenda encarará el primer encuentro de la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica (APEP). El foro se concretará en Washington.
La Casa Blanca espera la presencia de los presidentes de Barbados, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Perú y Uruguay, más los cancilleres de México y Panamá. En la previa, Biden mantendrá reuniones bilaterales con el chileno Gabriel Boric y Luis Abinader, de República Dominicana.
En junio de 2022, el presidente de EEUU anunció la creación de la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica desde Los Ángeles. Presentó a la APEP como un foro para abordar la desigualdad económica, fomentar la integración económica regional y el buen empleo, y restaurar la fe en la democracia al cumplir con los trabajadores de toda la región.
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"Este diálogo reúne la fuerza, el ingenio y la diversidad de una región increíblemente dinámica. Somos el 90 por ciento del PIB del hemisferio occidental. Casi dos tercios de su población", se ilusionó el Secretario de Estado Antony Blinken.
Por debajo de las declaraciones de buenas intenciones, Estados Unidos está trabajando con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para crear una nueva plataforma de financiación que atenderá a los países de ingresos medios y altos en la región.
La apuesta va en línea con la política de Biden sobre el nearshoring: la mudanza de una parte de la producción a países cercanos y afines. El objetivo indirecto es contrarrestar la influencia de China sobre la fabricación global y cortar los lazos de dependencia de Taiwán. La isla es proveedora de insumos clave para EEUU, como los microchips para las computadoras.
"Si China invade Taiwán y ambos países dejan sin provisión de esos chips de computadora a Estados Unidos, ¿no sería bueno tener una especie de oferta geográficamente diversificada, incluida una con una relación más segura?", se preguntó retóricamente semanas atrás el senador republicano Bill Cassidy, de Luisiana, en una charla de la que participó LPO.
Esa tendencia se coronó recientemente en un giro decisivo: el reemplazo de China por México como principal socio comercial de los Estados Unidos. Costa Rica es uno de los dos países que acaban de cerrar un acuerdo con el Departamento de Estado. El otro es Panamá. Ambos se sumarán al circuito de fabricación de componentes básicos de los celulares y las computadoras como los microchips. Así, el gobierno de Biden pretende garantizar la cercanía y el control de las cadenas de suministro de valor.
La cumbre de la APEP además incluye una promesa algo somera. Facilitar la membresía de países latinoamericanos al Acuerdo de libre Comercio que existe entre EE.UU.-México-Canadá (el T-MEC). "La Alianza para la Prosperidad Económica es una iniciativa económica para ayudar a algunos países, para reformar sus economías y que en un momento dado pueden vincularse al tratado que existe entre Estados Unidos y México. Es una iniciativa importante", afirmó ante LPO el embajador de Biden en la OEA (Organización de los Estados Americanos (OEA), Frank Mora.
Además de Canadá y México, a la APEP la integran los países de la Alianza del Pacífico Chile, Perú y Colombia. También, los aliados Uruguay, Barbados, Costa Rica, República Dominicana y dos países en ebullición política y social, como Panamá y Ecuador.
La hoja de ruta de Biden cuenta con dos obstáculos fijos. Su propia política proteccionista y el costo de realizar una inversión que impacte sobre el mapa estratégico a nivel global. "Esta nueva iniciativa de la APEP debería ser una alternativa para la Franja y la Ruta de China, pero todavía no hemos visto la plata que debería venir asociada con esta política", observa ante este medio el profesor Leland Lazarus, Director de Seguridad Nacional en el Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Internacional de Florida.
Desde su oficina en el campus agreste de la FIU, ubicado en el condado de Miami-Dade, Lazarus opina que el Gobierno de Estados Unidos debería poner "más dólares y más recursos a las políticas y a las bonitas palabras que enuncian los funcionarios". Este ex funcionario del Departamento de Estado agrega un problema al plan oficialista: la falta de coordinación entre diferentes instituciones, programas y sectores el gobierno que buscan atender a América Latina, en el marco de la competencia con China.
Como beneficio indirecto del debut de la APEP, la administración demócrata proyecta que alivie la crisis migratoria. La Casa Blanca acaba de recibir un nuevo factor de presión. Además de la exigencia de los congresistas republicanos, una coalición de alcaldes de grandes ciudades marcha hacia Washington para pedirle más ayuda al gobierno federal.
Los alcaldes de Nueva York, Chicago y Denver, entre otros, plantean que la última ola de migrantes está desbordando los presupuestos y servicios de sus ciudades. El scrum bipartidista le mandó a una carta a Biden y reclamó la inmediata autorización para que los sin inmigrantes sin papeles puedan trabajar.
"Es insostenible lo que se está viendo en Chicago, donde los niños están durmiendo en las comisarías de policía", protestó el alcalde demócrata de Nueva York Eric Adams.
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