Javier García es un analista de sistemas de 36 años de edad que vive en un departamento de una recámara en San Diego. Aunque su trabajo es prometedor, su salario es satisfactorio y disfruta de lo que hace para ganarse la vida, Javier piensa que en el futuro va a ser muy difícil que permanezca en el sur de California, debido al alto costo de la vida.
"Como veo la situación, sí tenemos fuentes de empleo y buenos salarios, pero por más que ganemos va creciendo la brecha entre los ingresos y el costo de vida, especialmente en la vivienda", explicó.
El joven contó que su padre, un inmigrante mexicano jubilado, pudo comprar una vivienda para la familia porque la comenzó a pagar en el año 2000. "Mi papá y yo acabamos de hacer cuentas, y si yo comenzara a pagar ahora el mismo condominio con décadas de antigüedad, pagaría más de $5,800 mensuales". Es una cifra tan elevada que le consumiría todo su salario.
La venta de casas en California dejó de caer pero comprar sigue siendo inaccesible para la mayoría
Actualmente una casa promedio en el condado de San Diego cuesta unos $820,000. Se paga a 30 años y la tasa de interés es más baja que en resto del país, del 7.22 por ciento, pero aun así los pagos son de más de $7,200 mensuales.
Algunos analistas inmobiliarios aseguran que las altas tasas de interés han enfriado el mercado y pronostican que los precios van a caer en alrededor del 15 por ciento. "De cualquier forma, queda fuera de mi alcance", dice Javier quien prefiere no pensar en casarse y formar una familia mientras no resuelva esa situación.
García afirma que tal vez le convenga mudarse de estado, aunque enfrentaría también muchas desventajas. "Arizona ha estado por arriba de 110 grados Fahrenheit de día y de noche más de una semana; aquí todo sigue fresco", apunta.
Hay millones de latinos californianos que comparten con algunas variantes el sentir de Javier. Por lo menos 8 de cada 10 latinos están insatisfechos por el alto costo de la vida en California. Seis de cada diez atribuyen esa insatisfacción al precio de la vivienda y casi un porcentaje igual al costo de los servicios de salud, de acuerdo con una Encuesta Comunitaria de California de Strategies 360, consultora ligada a Los Ángeles Times.
Como sucede a Javier, 7 de cada 10 californianos expresan satisfacción e incluso felicidad de vivir en California por todo lo que el Estado Dorado tiene para ofrecer. Sin embargo, muy a su pesar, 4 de cada 10 consultados confesaron que está pensando en mudarse a otro estado debido al costo de vida.
Un editorial reciente del diario San Diego Union Tribune dice que en San Diego el mayor problema no es tanto el costo de la vida, que aumenta en general, sino una pésima distribución de la riqueza, lo que incluye una seria disparidad en los ingresos.
"Detrás de ‘la Ciudad más Fina en Estados Unidos' se encuentra una cruda realidad, alimentada por una desigualdad económica extrema", dicen la latina Jannely Gallo y su coautora Kyoko Mori, analistas de la Universidad del Sur de California.
El artículo se refiere a que las autoridades rechazaron la idea de un campamento para indigentes y las autoras dicen que es hora de desacreditar el mito que culpa a las personas sin hogar por su situación. "Nos han alimentado con esa narrativa para justificar la enorme división entre los que tienen y los que no tienen", advierten.
Para no caer en la pobreza, en California hacen falta entre $70,000 y $100,000 por año
Una experta en el tema de la disparidad de la riqueza en Estados Unidos, la directora del Instituto de Desorden de la Riqueza Excesiva, Gabriela Sandoval, dijo a LPO que personas como Javier y los indigentes de las calles de San Diego viven tan preocupados en sobrevivir que no pueden poner atención al trasfondo de una enorme disparidad en Estados Unidos.
De acuerdo con la doctora Sandoval, unas cuantas decenas de miles de familias "acumulan más de la mitad de toda la riqueza de Estados Unidos". Esas familias, dijo, usan fortunas para pagar verdaderos ejércitos de profesionales que cabildeen en favor de proyectos que les permitan continuar amasando fortunas.
"La concentración excesiva de la riqueza en pocas familias no solo nos deja a los demás sin conseguir suficientes ingresos, a veces sin lo esencial. Esto también atenta contra la democracia y contra el propio sistema", aseguró.
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