
Sam Altman, cofundador, CEO, y miembro del board de la compañÃa de inteligencia artificial OpenAI, creadora del célebre chatbot ChatGPT y el motor generador de imágenes DALL-E, fue despedido de manera repentina al mediodÃa del 17 de noviembre. Tras dÃas de intensas negociaciones, fervor mediático, y repetidos vaivenes por parte de un enardecido Altman y una mesa directiva debilitada, la saga concluyó con la reincorporación de Altman como CEO y una serie de modificaciones en la composición de la comisión directiva de OpenAI. Lo que aparentaba ser una simple lucha de poder dentro de una de las startups más valiosas de la última década y lÃder en el espacio de la inteligencia artificial (I.A.) escondÃa detrás una compleja disputa por el presente y el futuro de la I.A. como producto y como motor de desarrollo tecnológico.
Para comprender el escándalo y sus causas, debemos primero entender la compleja historia de OpenAI. Fue fundada en el 2015 como una compañÃa sin fines de lucro por Altman, Elon Musk-su primer financiador-, Reid Hoffman, el cofundador de LinkedIn, y otros personajes de alto poderÃo en Silicon Valley, lÃderes de la innovación en inteligencia artificial transcurrida en años recientes. Estos se comprometieron a aportar un total de mil millones de dólares.
El objetivo inicial y central de la compañÃa era el desarrollo seguro de la I.A., una respuesta al miedo de Musk, Altman, y el resto de sus fundadores al peligro que percibÃan en el desarrollo desprevenido de la tecnologÃa por parte de start-ups que la veÃan solamente como una oportunidad de negocios.
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Si bien en los primeros años de la compañÃa la viabilidad comercial de la I.A. parecÃa una posibilidad distante, las innovaciones logradas por el equipo investigativo de Google Mind dentro del campo de los llamados LLMs (Large Language Models-inteligencias artificiales capaces de analizar el lenguaje con elevado detalle) hicieron que para el 2018 la promesa del campo se vuelva evidente.
Esto derivó en el primer conflicto entre ejecutivos de la historia de la compañÃa, cuando Musk, quien habÃa donado cerca de $100 millones hasta ese punto, determinó que OpenAI estaba en exceso retrasada comparado a la competencia, y se propuso a sà mismo como CEO para rectificar su curso. Tras una lucha de poder interna, Musk se retiró de la compañÃa y renegó de pagar la enorme donación a las que se habÃa comprometido; alegó, en su momento, un conflicto de interés ocasionado por el desarrollo de su compañÃa automotriz Tesla de una inteligencia artificial para facilitar automóviles de conducción independiente. Altman se movió con velocidad, agregándose a sà mismo el puesto de presidente en 2018, para luego ocupar el cargo de CEO, y debió buscar financiamiento para suplir las faltantes presupuestarias que generó la salida de Musk.
Al año siguiente, Altman anunció una reformulación de la estructura de la compañÃa, que dejarÃa de ser una organización sin fines de lucro a una organización de ganancias limitadas cuya dueña serÃa la organización sin fines de lucro. Esto fue dado al interés de Microsoft, que ofreció mil millones de dólares a cambio de un porcentaje minoritario de acciones de la compañÃa.
Al no ser posible recibir inversiones privadas en una organización sin fines de lucro, la estructura reformulada fue un intento de preservar los objetivos sociales de la compañÃa y aceptar la considerable oferta de Microsoft. AsÃ, la compañÃa serÃa dirigida por el comité de seis personas de la organización sin fines de lucro. Este incluÃa a Altman junto con dos lÃderes del área de ingenierÃa de OpenAI e Ãntimos colaboradores de Altman: Ilya Sutskever, director cientÃfico, co-fundador, y ex empleado del área de I.A. de Google; y Greg Brockman, también co-fundador, expresidente, y Chief Technology Officer o CTO.
A estos se le sumaban tres figuras externas con trayectorias superlativas en el novedoso campo de seguridad de la I.A., conocido en inglés como "AI Safety." Estas son Adam D'Angelo, cofundador y CEO de la red social de preguntas y respuestas Quora; Helen Toner, directora de "Strategy and Foundational Research Grants" (estrategia y becas de investigación fundacionales) y autora de un número de artÃculos en el campo; y Tasha McCauley, una cientÃfica adjunta del think tank enfocado en polÃtica exterior RAND Corporation.
Esta estructura organizacional -como explicó el periodista especializado en Silicon Valley Max Read- sentarÃa las bases para el conflicto que resultó en el despido de Altman, un conflicto que va más allá de OpenAI y acecha a todo el campo de la inteligencia artificial. La división fundamental ocasionada es entre el objetivo de una corporación con fines de lucro y apoyada por un titán como Microsoft -generar ganancias lo más rápido posible- y una organización sin fines de lucro, cuya meta fundamental es el desarrollo cuidadoso y seguro de la inteligencia artificial. Esta división se ve reflejada en los dos campos principales entre los que se divide la gran mayorÃa del campo de inteligencia artificial: los llamados "doomers", que consideran que la misma representa un riesgo incalculable para el futuro de la humanidad y por lo tanto debe desarrollarse de manera cuidadosa.
Su preocupación central es el desarrollo de una llamada "IAG" o inteligencia artificial general, capaz de replicar o incluso superar la inteligencia humana. El otro campo, los "boomers," ven a la I.A. como una más en una larga lista de innovaciones tecnológicas que han abierto la puerta a enormes ganancias económicas, y minimizan los riesgos de la misma.
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Esta tensión se encuentra en toda compañÃa con foco en inteligencia artificial, pero el éxito de los productos de OpenAI la llevó a un punto de particular intensidad. Los dos bandos, a los que Altman se ha referido como "tribus" según reportó The Atlantic, se enfrentaron en el lanzamiento de ChatGPT a principios de 2022. En ese momento, corrió por la compañÃa el rumor de que su competidor, Anthropic -formado en 2020 por exempleados de OpenAI-estaba preparado para lanzar un chatbot. Esto motivó a los directivos de OpenAI a acelerar el lanzamiento de su propio chatbot utilizando su motor, GPT 3.5, que aún se encontraba en desarrollo.
Presentado a los trabajadores, muchos de los cuales expresaron su incomodidad con lanzar el producto de manera anticipada, el liderazgo planteó la posibilidad de considerar al mismo un "adelanto low-key de investigación" que permitirÃa analizar el uso que el público le darÃa al mismo. Cuando ChatGPT se volvió accesible al público, en noviembre de 2022, el fervor estratosférico que generó disparó lo que el New York Times luego describirÃa como una "carrera armamentÃstica" por la innovación en I.A.
Además del peligro incurrido por ofrecer acceso masivo a una tecnologÃa sin terminar, la popularidad superlativa del producto demandó a OpenAI masivas cantidades de servidores y tiempo de computación para poder manejar el tráfico al servicio, recolectar datos, y continuar el desarrollo de GPT-4. Al mismo tiempo, OpenAI contrató cientos de nuevos empleados para diversificar su oferta de productos, y su área de "trust and safety" (seguridad y confiabilidad) se redujo cada vez más. Cuando llegó el momento de lanzar GPT-4, en marzo de 2023, este equipo se encontró mal posicionado y sin haber terminado su trabajo, lo cual acrecentó aún más la tensión.
Dentro del comité directivo de OpenAI -en el que Microsoft carecÃa de voz o voto-empezaron a surgir divisiones en estas lÃneas. Brockman y Sustkever se encontraron en frentes opuestos del debate, con el primero apoyando una estrategia comercial agresiva y Sutskever cuestionando si dicha estrategia no irÃa en contra de la misión fundadora de la compañÃa. Una serie de conflictos menores a lo largo del año: Toner publicó un artÃculo que Altman consideró era indebidamente crÃtico de OpenAI; Altman ascendió a otro ingeniero a una posición de igual jerarquÃa que Sutskever; la FTC inició una investigación de las prácticas de recolección de datos de OpenAI. Esto se sumó al elevado grado de celebridad que alcanzó Altman, antes reconocido dentro de Silicon Valley como el exCEO de Ycombinator, un fondo de inversión de vanguardia y alto prestigio. Un factor que sólo fue revelado semanas después por Wired es que Altman era inversor minoritario de una compañÃa de chips a la que OpenAI le habÃa prometido $51 millones.
Este conjunto de factores fue el que motivó a los miembros externos del comité junto con Sutskever -los más preocupados por la seguridad de la I.A.- a tomar la decisión de despedir de manera sorpresiva a Altman, acusandolo de ser poco transparente con el comité. Sin embargo, la rápida reacción de Altman junto con la lealtad de sus empleados y poderosos amigos en Silicon Valley obligó al comité a juntarse nuevamente y encontrar una solución alternativa.
Gracias a la mediación de Satya Nadella, el CEO de Microsoft -la cual este año invirtió otros $10 mil millones en OpenAI-y el economista Lawrence "Larry" G. Summers, exsecretario del Tesoro y expresidente de la universidad de Harvard, Altman y D'Vngelo reiniciaron las negociaciones. Es asà como se vio reincorporado menos de una semana tras su despido -aunque sin un lugar en el comité directivo de la misma. Toner, Sutskever y McCauley se retiraron del comité, mientras que Microsoft obtuvo un lugar en el comité como observador no votante.
Aunque aún no está claro cómo modificará este suceso la orientación de la compañÃa, o si esto resolverá la tensión entre "doomers" y "boomers", OpenAI, en definitiva, continuará lanzando productos, y la inteligencia artificial sólo ganará mayor prominencia a medida que progresen los avances en la misma. Lo que sà está claro es que, en Silicon Valley, el poder y el dinero siempre ganan.
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