4T
Ganaron los puros
Por Raymundo Riva Palacio
La salida del coordinador de asesores expone el rompimiento entre el presidente y los Cárdenas. Maltratos e intrigas en Palacio.

En vísperas de la conmemoración de la expropiación petrolera, el evento que más ha definido la idea del nacionalismo mexicano, renunció Lázaro Cárdenas Batel, coordinador de asesores del presidente Andrés Manuel López Obrador. Su decisión está llena de simbolismos, pero refleja la realidad de lo que atravesará México en los próximos meses.

Cárdenas Batel es nieto del general Lázaro Cárdenas del Río, que como presidente en 1938, decretó la expropiación petrolera, mediante la cual el gobierno se apropió legalmente del petróleo que explotaban 17 compañías extranjeras, y establecía el control total sobre la producción y comercialización del petróleo. López Obrador ha elogiado repetidamente al general Cárdenas y lo ha señalado como el líder más relevante en la historia de México.

A lo largo de su carrera política, López Obrador ha usado ese momento para sus fines políticos particulares, sirviéndose de un discurso nacionalista acompañado de violentas luchas sociales, como la toma de pozos petroleros en su natal Tabasco, para presionar y chantajear a gobiernos. La expropiación le ha servido -y aún le funciona-, como combustible y motor de cohesión, montándose en la gesta del general y sirviéndose del apellido Cárdenas para impulsar su agenda y para encumbrarse en el poder.

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López Obrador creció en el ámbito de la política nacional por el apoyo de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, que es el líder moral de la izquierda mexicana por su congruencia. Cárdenas, hijo del general, sacó del PRI a López Obrador, le dio altura nacional al convertirlo en presidente del Partido de la Revolución Democrática, que amalgamaba a toda la izquierda, lo encausó a relevarlo en la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, y más adelante le allanó el camino para convertirse en el primer presidente de izquierda que llega al poder por la vía de las urnas.

El agradecimiento de López Obrador con los Cárdenas ha sido prácticamente nulo. Como jefe de gobierno persiguió penalmente a quienes respaldaban a quien lo llevó de la mano a la política nacional, rompiendo un núcleo político de apoyo de quien fue su impulsor. Como presidente, lo que parecía haber sido un puente de plata para Cárdenas Solórzano, se convirtió en una tortura para su hijo, al nombrarlo coordinador de asesores en la Presidencia.

Cuauhtémoc, hijo del general, sacó del PRI a López Obrador, le dio altura nacional al convertirlo en presidente del PRD y lo encausó a relevarlo en la Jefatura de Gobierno del DF. El agradecimiento de AMLO con los Cárdenas ha sido nulo

El cargo era importante, pero López Obrador se encargó que en la mayor parte de las ocasiones, fuera irrelevante. Su trabajo era poco considerado y sus análisis y recomendaciones de política pública ignoradas. Una de las tareas más importantes de esa área, la elaboración de los mensajes y discursos presidenciales, recayó en personas externas al gobierno, pero parte del ala radical. El amanuense del presidente, en discursos y libros, no estaba en la oficina de Cárdenas Batel, sino en La Jornada, el periódico oficialista en donde trabajan asesores políticos y propagandistas, y dirigentes de Morena, el partido en el poder.

Cárdenas Batel no pertenecía a ese grupo, ni tenía cabida. Es un político de izquierda, moderado, negociador y creyente en las instituciones, lo cual va a contracorriente de la ideología de López Obrador. Lo toleraba por el apellido, la marca política más conocida en México, como un símbolo, no como pieza estratégica dentro de su gobierno. Lo llegó a emplear con sevicia, como cuando le encargó que cabildeara con el Poder Judicial para que Rosario Robles, muy cercana a los Cárdenas, que fue lideresa del PRD y ayudó a encumbrar a López Obrador en la CDMX, no pudiera salir de la cárcel a donde ingresó con pruebas falsas o injustificadas, por un presunto desvió de dinero cuando fue secretaria de Estado en el gobierno de Enrique Peña Nieto.

Ganaron los puros

El maltrato dentro de Palacio Nacional se extendía al núcleo duro del presidente, que componen un grupo de radicales sin experiencia política y sectarios al punto de llevarlos a comportamientos fundamentalistas. Cárdenas Batel no era puro y tampoco formaba parte del proyecto de López Obrador. El presidente lo utilizaba como operador político, pero en un tercer nivel, detrás de su vocero y jefe de propaganda, Jesús Ramírez Cuevas, y su ex consejero jurídico, Julio Scherer. Cuando renunció Scherer a mitad del sexenio, Cárdenas Batel adquirió un poco más de ascendencia sobre López Obrador, pero nunca ocupó el espacio que dejó el ex consejero jurídico. Incluso, para la segunda parte del gobierno, autorizó que cancelaran sus oficinas en Palacio Nacional, y mandó la coordinación de asesores a varios kilómetros del despacho presidencial.

Las malas formas contra Cárdenas Batel no eran sutiles. Exacerbado por el ala radical en su entorno, López Obrador llegó a desacreditarlo durante el espacio de gobierno diario que llama "la mañanera", mostrando fotografías junto con el expresidente Felipe Calderón para denostarlo y desacreditarlo -Calderón es el político al que más odia el presidente-, sin mencionar el contexto de que cuando se tomaron esas gráficas, Cárdenas Batel era gobernador de Michoacán.

El maltrato dentro de Palacio Nacional se extendía al núcleo duro del presidente, que componen un grupo de radicales sin experiencia política y sectarios al punto de llevarlos a comportamientos fundamentalistas. Cárdenas Batel no era puro y tampoco formaba parte del proyecto de AMLO.

Otro dardo sobre Cárdenas Batel se dio cuando López Obrador aceleró la sucesión presidencial y comenzó a nombrar a varios de su administración que pudieran ser candidatos. López Obrador mencionó a una gran cantidad de funcionarios y políticos, pero en ningún momento llamó a Cárdenas Batel como alguien que pudiera participar en la contienda, mostrando no que estaba fuera de su radar, sino enfatizando que a los Cárdenas los quería cerca, aunque estuvieran muy lejos para cualquier otro fin que no fuera óptico.

Cárdenas Batel llevaba años de frustraciones como coordinador de asesores del presidente López Obrador, soportando la hostilidad dentro de Palacio Nacional. Las agresiones tocaron un punto máximo a finales de enero, cuando se presentó el llamado Colectivo por México, que agrupaba a políticos, académicos, periodistas y jóvenes activistas, que buscaban comenzar a elaborar mediante la contribución de quien quisiera en el país, lo que podría ser un programa de gobierno para quien llegara tras López Obrador.

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El Colectivo por México tomó como base de su documento de lanzamiento, un libro de Cárdenas Solórzano publicado en 2021, "Por una democracia progresista", donde hablaba de una crisis institucional y criticaba las políticas que han provocado la elevación de la pobreza, pérdidas de empleos, más violencia, inseguridad y corrupción. Durante meses acompañó las discusiones y participó en la revisión de los borradores del manifiesto que iban a presentar. La mañana en que se iba a anunciar el movimiento, López Obrador lo criticó y sugirió que se había ido del lado de la oligarquía para defender sus intereses. Cárdenas Solórzano optó por no ir al evento del lanzamiento, y horas después, se deslindó del colectivo, con lo cual le dio un tiro en la cabeza.

Hoy se ve que tuvo una mayor trascendencia y un quiebre formal. Poco después de ese momento que le costó prestigio a Cárdenas Solórzano, su hijo renunció a la coordinación de asesores, y le dieron una salida, "trabajar" en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que hace mucho ruido retórico pero es una entelequia, que administrativa y políticamente es una degradación, un maltrato más en la cadena de agravios contra los Cárdenas. Lo único que le queda, como una reivindicación política de lo que han significado los Cárdenas para este país, es que este episodio fuera un catalizador para que, aún contra el núcleo duro de López Obrador, busque enfrentarlos y derrotarlos en las urnas el próximo año, cuando se lleven a cabo las elecciones más grandes en la historia de México.

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