Republicanos
La trampa que Trump le tiende a DeSantis
By Michael McCarthy
La elección de McCarthy en el Congreso muestra que la identidad republicana se perdió y el caos se impuso en el partido. La encrucijada del sucesor.

Después de un proceso tortuoso para elegir a Kevin McCarthy como el nuevo presidente de la cámara de diputados, el partido republicano se enfrenta a una situación interna complicada que dejará heridas abiertas por un rato largo.

Por ejemplo, justo antes de la decimoquinta y decisiva ronda de votación para aprobar la nominación de McCarthy, el congresista republicano Bruce Westerman, un aliado del candidato, dijo; "Los ojos del mundo, los ojos de los Estados Unidos están puestos en nuestro cuerpo legislativo. Lo que el país necesita, lo que este cuerpo legislativo necesita, es mucho menos hablar y mucha más acción".

Westerman estaba tratando de impulsar un espirit de corps a favor del pragmatismo, pero la verdad es que su mensaje llegó tarde. Su llamado no pudo cambiar la percepción de la opinión pública sobre el partido que se perfila como un ente que ha perdido la capacidad de acción y que, como consecuencia, ha sufrido un golpe profundo a la credibilidad. Sin embargo, no todos en el partido conservador estaban preocupados sobre una situación que daba la sensación de un congreso dividido contra sí mismo.

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De hecho, algunos líderes de opinión influyentes, que también son militantes del partido, trataron de mostrar tranquilidad sobre el nivel del conflicto que ha caracterizado esta elección, que forma parte del acto para inaugurar el nuevo congreso. Esta postura de falta de alarma con el estado de conflictividad actual está alineada con el llamado de "abrazar al caos" por parte de algunos miembros más radicales del partido. Detrás de este nuevo lente o filosofía yace la idea de aprender a aceptar las diferencias como partes orgánicas del proceso y buscar la manera de convivir y ejecutar dentro de la conflictividad como una condición que llegó para quedarse.

Pareciera que esta perspectiva de aceptación representa más que una estrategia comunicacional diseñada para controlar los daños asociados a una votación caótica que dejó al descubierto las divisiones muy profundas que existen dentro del partido conservador y mostró que, para los republicanos, generar consenso real y genuino es cada vez más difícil. 

La trampa que Trump le tiende a DeSantis

Tomando un paso para atrás, el llamado a ¨abrazar el caos¨ suena como una admisión de que el partido republicano está en una encrucijada marcada por altos niveles de incertidumbre, incoherencia y falta de liderazgo estratégico. Visto desde una perspectiva histórica, la observación de que hay que "abrazar al caos" también muestra que la identidad del partido ha cambiado drásticamente.

La elección de McCarthy dejó al descubierto las divisiones muy profundas que existen dentro del partido conservador y mostró que, para los republicanos, generar consenso real y genuino es cada vez más difícil.

La identidad evolucionó de una organización caracterizada por la centralización del poder y alta disciplina interna a una organización descentralizada, desalineada y desordenada. Evidentemente, el proceso tortuoso de elegir a Kevin McCarthy como presidente de la cámara baja del Congreso refuerza las tendencias de un partido que ya no es homogéneo y parcialmente alineado.

Más allá del contexto, las implicaciones que puedan generar esta votación histórica para el futuro del partido republicano son claves. El partido llegó a esta encrucijada gracias, en gran parte, al ascenso de Donald Trump, el factor catalítico que impulsó una transición interna desde el poder. Trump utilizó el poder de la presidencia para fomentar una relación directa con las masas y, paradójicamente, para fortalecer una cultura de desobediencia mientras gobernaba. Ahora que está fuera del poder y enfrenta varias disputas legales serias, Trump está perdiendo influencia con los votantes.

Durante el tercer día en el intento de elegir a McCarthy, Trump levantó su voz a favor de la candidatura de McCarthy, su aliado. Pero su intervención no tuvo mucho impacto. Luego, en el quinto día de la votación, justo después de que el congresista Gaetz impidió que McCarthy saliera como ganador en la ronda 14 de la votación, Trump aparentemente llamó a Gaetz para persuadirlo a cambiar su voto en la ronda 15.

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Aunque los que apoyan al ex-presidente van a citar este ejemplo argumentando que solamente él puede unir a las diferentes facciones del partido, la elección de McCarthy no representa una victoria contundente para Trump. Más bien el impacto limitado que tuvo el ex-presidente en la elección interna quizás indique que el partido está experimentando momentos de turbulencia asociados con la difícil transición desde un líder carismático a otro tipo de líder.

El trumpismo sin Trump - un fenómeno que diferentes encuestadores nombran como el tema que cautiva la opinión pública dentro del partido republicano - no existe como tal dado que el ex-presidente sigue participando en la política activamente. Pero, ya se advierte un bloque de votantes que dice que Ron DeSantis, el gobernador de la Florida, puede encabezar un movimiento de trumpismo sin Trump dentro del partido republicano.

No hay duda de que, en este momento, DeSantis tiene mucho apoyo en los estudios de opinión. Además, como él es un gobernador, él tiene la ventaja de no estar asociado al desorden e inacción que ahora caracteriza la mayoría republicana en el congreso federal. En este sentido, la caótica elección de McCarthy no debe ser interpretada como una derrota para DeSantis ni como una victoria para él. El acontecimiento como tal ilustra qué tan complicadas pudiesen ser las primarias presidenciales dentro del partido republicano.

El acontecimiento ilustra qué tan complicadas pudiesen ser las primarias presidenciales dentro del partido republicano. No está claro si a DeSantis puede suprimir los legados de la presidencia de Trump: aceptar al caos y el desorden.

Como vimos en el caso de la elección de McCarthy como presidente de la cámara baja del Congreso, si DeSantis necesita el apoyo de las fuerzas políticas del trumpismo para vencer al Trump, entonces él posiblemente va a correr el riesgo de perder su capacidad de establecerse como un líder independiente.

Si DeSantis decide lanzarse para la presidencia, él va a enfrentar el problema de tener que diferenciarse de Trump, tanto como líder del partido como gobernante. No sabemos si a DeSantis le va a gustar la idea de aceptar al caos y el desorden, legados de la presidencia de Trump. Al mismo tiempo, no está claro si DeSantis va a poder suprimir estos legados. Ambos procesos serán parte clave del proceso de autodefinición de DeSantis como potencial candidato presidencial.

Para encabezar un movimiento de trumpismo sin Trump, pareciera que él tendría que pactar con los que apoyan el estilo Trump como forma de hacer política dentro del partido republicano. Allí está la trampa y la clave del trumpismo sin Trump.



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