Brasil
El tercer Lula
Por Augusto Taglioni
El nuevo Lula trae moderación, equilibrio y pragmatismo para abordar desafíos complejos en un país partido. La economía, el Congreso y los militares.

Lula inicia su tercer período como presidente de Brasil, algo inédito desde el redemocratización de 1985. Es un capítulo más de su rica historia que esta altura parece escrita por guionistas de cine. Si los 30 años de historia política y sindical alimentaron decenas de libros, documentales y películas, los últimos 5 también están a la altura. Procesado, condenado, encarcelado, liberado y elegido presidente derrotando a sus verdugos. De preso al presidente más votado de la historia.

Lo que viene es muy complicado. El bloqueo de camioneros para una pequeña muestra de una resistencia que recién comienza, combina civiles con policías y militares en una fuerza social no tiene reparos en extremar las tensiones o intentar entorpecer la entrega de diplomas del 19 de diciembre y la misma toma de mando del 1 de enero. 

El Brasil del nuevo Lula va a necesitar de audacia y habilidad para contener a su amplísimo frente de gobierno, planificar un modelo económico racional y negociar con un Congreso cada vez más poderoso que puede complicarle la gobernabilidad. Asimismo, reconstruir el vínculo con las Fuerzas Armadas y moderar el rol de la Corte Suprema para normalizar la relación institucional entre los poderes del Estado. Para muchos sería una misión imposible, pero si algo sabe Lula es superar adversidades.

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Con este cuadro, la pregunta que sale a la luz es si Lula puede hacer un buen gobierno y llegar con fuerza para continuar, a priori sin él, en 2026. 

Si el espejo a mirar es el periodo 2002-2006, la frustración está la vuelta de la esquina. Es otro Brasil y es otro mundo como para pensar en repetir recetas. La primera misión entonces es no pensar 2022 con los anteojos de 2002. Con lo cual, debe moderar las expectativas y pensar cómo jugar en una cancha embarrada por la guerra y la incertidumbre global. 

En términos económicos, el equipo de Lula proyecta dos años "para ordenar la casa" con objetivos minimalistas: crecer en el orden de los dos puntos y mantener la inflación en baja. No da para mucho más. Aún en el mejor de los escenarios, la correlación de fuerzas en el Congreso no alcanza para derogar la reforma laboral o pensar grandes iniciativas, por lo tanto, el desafío será orientar un plan de desarrollo y generación de empleo con las herramientas dejadas por Michel Temer y Bolsonaro. Mala noticia para los que sueñan con salidas revolucionarias que impacten en países vecinos. 

El equipo de Lula proyecto dos años "para ordenar la casa" con objetivos minimalistas: crecer en el orden de los dos puntos y mantener la inflación. No da para mucho más

El costado social no puede ser desatendido. Lula prometió medidas para los 33 millones de brasileños que pasan hambre. Ya lo hizo en 2002, es su marca registrada, decepcionar en ese terreno sería una mancha difícil de borrar. El camino para eso será retomar los aumentos del salario mínimos congelados por Paulo Guedes, incrementar el Auxilio Brasil de 400 a 600 con 150 reales para cada hijo e instrumentar una política de créditos bancarios que puedan solventar ese gasto. A favor de Lula (y de sus antecesores) es que la macro está ordenada.  

Con un Congreso adverso, Lula tiene que poner todo de su astucia para lograr acuerdos con el centrao y dividir lo que fue la base aliada de Bolsonaro. Llegar a 250 diputados es la urgencia inmediata para evitar problemas de gobernabilidad. Las charlas ya comenzaron con Gleisi Hoffmann como emisaria y en el PT hablan de un acuerdo cerrado con 6 de los 12 partidos que conforman ese bloque conservador. 

El tercer Lula

Lo mismo ocurre con la relación con los gobernadores. De los 27 jefes estaduales, 14 apoyaron a Bolsonaro en la segunda vuelta, 11 a Lula y 2 quedaron neutrales. El día después de las elecciones nadie se animó a desafiar la legitimidad del nuevo presidente, pero serán claves los primeros movimientos del gobierno para saber si se enfrenta con políticos pragmáticos y profesionales o liderazgos territoriales con voluntad de aumentar la tensión. 

Con los militares pasa lo mismo. Alejados del PT desde la intención de Dilma de crear una Comisión por la Verdad para investigar los crímenes durante la dictadura y luego por los casos de corrupción, los militares (13 de los 15 comandantes son bolsonaristas) harán todo que lo puedan para preservar sus privilegios y el rol de centralidad adquirido con Bolsonaro, pero sin romper la institucionalidad. 

Un terreno donde Lula pueda destacarse es el internacional. El reconocimiento de todos los países del mundo fue contundente, tanto de jefes de estado como de ex mandatarios. Hablamos de países importantes como Estados Unidos, China, Alemania y la lista sigue. 

De los 27 jefes estaduales, 14 apoyaron a Bolsonaro en la segunda vuelta, 11 a Lula y 2 quedaron naturales. El día después de las elecciones nadie se animó a desafiar la legitimad del nuevo presidente pero serán claves los primeros movimientos del gobierno para saber si enfrenta con políticos pragmáticos y profesionales o liderazgos territoriales con voluntad de aumentar la tensión.

El bloque occidental enemistado con Bolsonaro espera de Lula compromisos ambientales y pactos multilaterales, todo lo que su antecesor aborrece. Si contribuir con esos compromisos viene acompañado de inversión extranjera, estamos hablando de una base de apoyo que puede ser un empuje importante, además de un retorno de Brasil al escenario global de primer nivel como Davos o la Cumbre del Clima, de las que ya recibió la invitación antes de asumir.

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Lula tiene la posibilidad, entre otras cosas, de destrabar el acuerdo Unión Europea-Mercosur, suavizar la resistencia de Argentina y acercar al díscolo Uruguay. El líder del PT tendrá vocación regional y si pasa de la narrativa a la acción, un Banco de Desarrollo regional podría significar una apuesta para que la integración no sea una mera aclamación sino una plataforma para empujar el crecimiento. Para eso se requiere de voluntad y plata, en ese orden. Lo primero está claro, lo segundo no tanto. De todas formas, cerca de Lula parafrasean al rockero "Pity" Alvarez y prometen: "Esta vez es en serio". 

Lula puede, entre otras cosas, destrabar el acuerdo Unión Europea-Mercosur, suavizar la resistencia de Argentina y acercar al díscolo Uruguay. El líder del PT tendrá vocación regional y si pasa de la narrativa a la acción, un Banco de Desarrollo regional podría significar una apuesta para que la integración no sea una mera aclamación sino que sirve para empujar el crecimiento

Pero el desafío más importante no es ni la economía ni la política sino el de unir y pacificar. El discurso que leyó Lula el día de la elección fue de estadista. Confirma que no hay revanchismo ni venganza, y muestra la intención de abrir la mano en un momento de extrema polarización y violencia. 

El dilema es que del otro lado hay sectores radicalizados y golpistas pero también una clase media que dejó de votarlo para apoyar la causa moral de Bolsonaro. Reconciliarse con ese segmento de la población sería fundamental pero ellos no solo no creen en el proyecto político de Lula sino que desconfían de todas las instituciones democráticas. 

Los militares mantienen silencio ante las movilizaciones pidiendo un golpe contra Lula

Así y todo, Lula puede hacer un buen gobierno si logra implementar las herramientas políticas y económicas adecuadas y elegir a los interlocutores correctos para conversar con los grupos económicos, el Congreso, los militares y los gobernadores. El margen es corto y sus errores pueden ser la base de legitimidad para el crecimiento de sus adversarios que esperarán cada traspié para avanzar.

El tercer Lula es el extremo centro sin épica, la astucia para combinar equilibrio económico con políticas sociales, el pragmatismo para alcanzar acuerdos políticos, la resignación de la vocación hegemónica que anuló toda posibilidad de sucesión seria y la moderación al máximo para unir un país partido. 

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