Opiníon
Los herederos de Bolsonaro
Por Augusto Taglioni
El bolsonarismo será una fuerza política de peso más allá de lo que ocurra el 30 de octubre. Quiénes son los liderazgos que quieren posicionarse de cara al 2026.

Si hay algo que sabemos con certeza del futuro inmediato de Brasil es que el bolsonarismo será una fuerza política de mucho peso. Gane quien gane la segunda vuelta del 30 de octubre, el movimiento liderado por Jair Bolsonaro sale fortalecido después de cuatro años de gobierno. Tiene más institucionalidad y controla la calle.

El Presidente logró construir un liderazgo carismático, compacto y masivo como hace mucho tiempo no se ve en el país y le agregó épica, narrativa y una causa moral para movilizarse todos los días. No importa si existe tal guerra o no, la realidad es lo que se ve. 

El grado de acumulación es notoria. Representación récord en el Parlamento, gobernadores electos o que disputan palo a palo en Estados importantes y un despliegue territorial que se hará sentir, si gana Lula como elemento de reacción ante cualquier medida que no sea aceptada y si hay reelección, como base de apoyo  para un segundo mandato. 

Basta de subestimar a Bolsonaro

Bolsonaro logró canalizar el voto antipetista. Los que votaron a Fernando Henrique Cardoso o más acá en el tiempo, a los candidatos tucanos que se enfrentaron a Lula y Dilma en cuatro elecciones presidenciales. Ese es un activo de Bolsonaro, eliminar toda posibilidad de tercera vía de la derecha. No hay margen, como Gerlado Alckmin, Simone Tebet terminó alineada con Lula y es muy probable que ocupe un ministerio si el PT gana en una semana, de ahí buscará construir su proyecto presidencial. 

Del otro lado pasa lo mismo, lo que no están con Bolsonaro aislados o retirados. Por eso, los dirigentes de la derecha están pensando en la sucesión de Bolsonaro y trabajan para enamorar al bolsonarismo, algo que no es nada sencillo. 

El Presidente logró construir un liderazgo carismático, compacto y masivo como hace mucho tiempo no se ve en el país y le agregó épica, narrativa y una causa moral para movilizarse todos los días. No importa si existe tal guerra o no, la realidad es lo que se ve

Mencionemos algunos nombres. Romeu Zema, gobernador re-electo de Minas Gerais con más del 60 por ciento de los votos que anunció apoyo inmediatamente a Bolsonaro después de la primera vuelta.  Zema se subió a la campaña del Presidente en un estado que representa el segundo colegio electoral del país y rige la máxima que "quien gana en Minas, gana en el país". 

Zema participa de las caminatas, se reúne con alcaldes para sumar volumen en los apoyos y participa de los lives de Bolsonaro por las redes sociales. "Zema salió de closet, siempre fue bolsonarista", dijo Lula en uno de sus últimos actos en territorio minero. Algo de razón tiene. 

Afiliado al Partido Novo, es un neoliberal clásico, con experiencia de negocios en el sector privado y perfil austero, fiscalista y anticorrupción. Su preferencia a Bolsonaro es una cosa lógica y, por eso, decidió subirse al tren del ex Capitán el Ejército para tratar de heredar un electorado que aún no lo conoce. El mineiro puso el horizonte en 2026 aún con el riesgo de transitar cuatro años complicados con Lula en el Palacio Planalto. 

Los herederos de Bolsonaro

Otro que decidió anotarse es el ex juez Sergio Moro, una cara conocida para los seguidores del Jefe de Estado. Encarcelar a Lula en tiempos del Lava Jato hizo ganar los corazones del bolsonarismo en 2018 que se coronó con el ministerio de Justicia y Seguridad. El "lavajismo" fue una pata del bolsonarismo en la primera etapa del gobierno hasta que Bolsonaro decidió cerrar el capítulo de la lucha contra la corrupción e interfirió en una investigación de la Policía para proteger a sus hijos. Los cambios implementados en la estructura de Moro forzaron su salida con escándalo y acusaciones cruzadas. Bolsonaro lo trató de "llorón" y Moro de corrupto y mentiroso. 

Con este desenlace, los cálculos del ex juez eran despegarse lo más posible de Bolsonaro para construir una tercer vía presidencial capaz de aprovechar la caída brutal de la imagen presidencial por su gestión durante la pandemia. Empezó a trabajar para una candidatura que nunca despegó y la anulación de las condenas a Lula díctadas por la Corte Suprema terminaron enterrando su sueño presidencial. El bolsonarismo lo consideró un traidor y el resto del electorado simplemente lo ignoró en medio de la polarización que provocó el retorno de Lula al centro de la escena. 

La elección de octubre le dio otra posibilidad al ser electo como Senador del estado de Paraná. Ahora volvió al pié de Bolsonaro para asesorarlo en temas vinculados a la corrupción y contribuir al intento de remontada épica que el oficialismo comenzó a principios de mes. 

A Moro no le interesa un país libre de corrupción, de ser así no podría sentarse en la misma mesa que el líder del Centrao Ciro Nogueira o el presidente de la Cámara de Diputados Arthur Lira, ambos involucrados, como también su Partido Progresistas, en esquema de corrupción durante el Lava Jato. Su misión es destruir a Lula y para eso tiene que volver al bolsonarismo.

Pero a Moro no le interesa un país libre de corrupción, de ser así no podría sentarse en la misma mesa que el líder del Centrao Ciro Nogueira o el presidente de la Cámara de Diputados Arthur Lira, ambos involucrados, como también su Partido Progresistas, en esquema de corrupción durante el Lava Jato. Su misión es destruir a Lula y para eso tiene que volver al bolsonarismo. Sus intenciones presidenciales son insoslayable pero la reconciliación con la base bolsonarista no será sencilla. Tendrá que hacer muchos gestos. 

Romeu Zema y Sergio Moro son dos ejemplos de dirigentes que piensan en 2026 pero no hay que descartar dirigentes más propios y leales a Bolsanoro como la electa Senadora y ultrareligiosa Damares Alves,  la primera dama Michelle Bolsonaro, algunos de los hijos del Presidente o el propio Jair, si pierde y le toca liderar al oposición. 

Las acciones del bolsonarismo para lo que viene son más altas de lo que muchos piensan, sobre todo en un sistema político corrido a la derecha, ultra-polarizado y sin posibilidad de opciones moderadas.  

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