Opinión
El dilema de Lula con los evangélicos
Por Marco Bastos
Si bien formaron parte del gobierno de Lula y Dilma, el apoyo de los evangélicos a Bolsonaro es contundente. ¿Por qué le cuesta tanto a la izquierda convencerlos?

En el 2018, Jair Bolsonaro recibió el 69% de los votos de los evangélicos, mientras el candidato da la izquierda Fernando Haddad obtuvo el 31%. En este 2022, la encuesta Datafolha señala que Bolsonaro tiene el apoyo del 50% de los evangélicos, mientras la encuestadora Poder Data arroja 52%.

Si solamente votaran los evangélicos, Bolsonaro ganaría la reelección en la primera vuelta. Es el único grupo demográfico en el cuál eso sucede. Es decir, hay un desacople del voto del mundo evangélico y otros sectores de la sociedad. En verdad, dicho desacople es más marcado entre evangélicos, desde un lado, y la élite intelectual progresista, del otro lado.

El antopologo Juliano Spyer vivió en un barrio rezagado del conurbano de Salvador de Bahia, donde los evangélicos eran la mayoria.  Spyer señala que los evangélicos son mayormente brasileños pobres y de piel negra. La iglesia para ellos es un lugar de práctica de la fe, pero tambien una red social que les ayuda en momentos de dificultades materiales. Si hace falta un abogado o un doctor, el pastor lo podrá conseguir. Es más, la mayor parte de los evangélicos, son trabajadores cuentapropristas del sector de servicios, como dueños de locales comerciales, vendedores, gente que trabaja con sus manos para, a duras penas, llegar a fin de mes. La iglesia es así un lugar de establecer relaciones sociales y comerciales.

Ante el crecimiento de Bolsonaro, Lula afina la estrategia para seducir a los evangélicos

Este lugar de contención es importante para los más pobres. Una dimensión de la desigualdad de ingresos es justamente que entre los más ricos, uno consigue un empleo o un préstamo a un familiar o a un ex colega de universidad. La iglesia evangélica se vuelve ese lugar para docenas de millones de brasileños de escasos ingresos. 

Si solamente votaran los evangélicos, Bolsonaro ganaría la reelección en la primera vuelta. Es el único grupo demográfico en el cuál eso sucede. Es decir, hay un desacople del voto del mundo evangélico y otros sectores de la sociedad. En verdad, dicho desacople es más marcado entre evangélicos, desde un lado, y la élite intelectual progresista, del otro lado

El ascenso de los evangélicos en Brasil es el fenómeno social más importante de las últimas décadas y sucede afuera de los circuitos de poder de las élites intelectuales, que todavía miran los protestantes como ignorantes.

El perjuicio de la élite progresista por la cultura cristiana de millones de pobres alimenta la distancia, el recelo y las fake news.

El dilema de Lula con los evangélicos

Es cierto que muchos líderes protestantes alimentan un discurso de intolerancia con otras religiones y otras identidades, asociando por ejemplo femenistas y gays con la pedofilia o aquellos que plantean que habría que legalizar la marihuana con traficantes de drogas y asesinos. El subtitulo del discurso de estas lideranzas es que el progresismo quiere destruir la familia tradicional - según ellos, base de la sociedad. Este es un discurso muy fuerte entre las derechas políticas y muy repetido por Bolsonaro.

El desafío para el PT en particular y  izquierda en general es conectar con este Brasil que tiene valores conservadores. La palabra "feminismo" se volvió una palabrota en boca de evangélicos y sectores conservadores. Sin embargo, las mujeres evangélicas sienten orgullo de que muchas de ellas son el sostén de sus hogares - se perciben a sí mismas como "luchadoras" y valoran su autonomía. Lograr penetrar los códigos es el primer paso para cualquier político hablar con una audiencia. 

El perjuicio de la élite progresista por la cultura cristiana de millones de pobres alimenta la distancia, el recelo y las fake news.

En estas elecciones del 2022, el candidato de la izquierda, Lula, entabló puentes con sectores evangélicos, trajo para la campaña su antigua Ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, de la Asamblea de Dios, una de las iglesias más grandes de Brasil.

Marina Silva plantea que Bolsonaro utiliza la fe cristiana para fines políticos. Este discurso no será suficiente para que la izquierda gane la mayoría de los votos evangélicos en el próximo 3 de Octubre, sin embargo sí debe lograr convertir votos principalmente de evangélicas mujeres.

Mirándolo desde el exterior, el debate público es muchísimo marcado por la religión. La Primera Dama Michele Bolsonaro declaró que antes de su marido, el palacio presidencial era habitado por demonios. La comitiva presidencial en el funeral de la Reina Isabel tuvo el pastor Silas Malafaia, famoso por sus programas en la televisión, cultos multitudinarios y fake news en contra de la vacuna del covid, de la urna electrónica y sobre cualquiera que tenga una postura progresista en el debate público. Ante las Naciones Unidas, Bolsonaro defendió cristianos perseguidos en América Central y en Oriente Medio - en una señal para evangélicos que la élite intelectual progresista no logra comprender.

Finalmente, la influencia política de los evangélicos se hace sentir en el Congreso. En 1994 eran 21 diputados evangélicos, 73 en 2010 hasta llegar a 91 en 2018. Temas como aborto libre, matrimonio igualitario y legalización de drogas son tabúes para ese grupo, que en estas pautas tiene apoyo de conservadores no-evangélicos, que a su vez componen la mayor parte del Congreso.

El dilema de Lula con los evangélicos

Políticos evangélicos fueron parte de las coaliciones de los gobiernos liderados por el Partido de los Trabajadores entre el 2003 y 2016. Marcelo Crivella, obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, fue Ministro de la Pesca durante el gobierno de Dilma Rousseff. La Iglesia Universal tiene incluso un partido, el Reepublicanos, que ocupó la Vicepresidencia de la República. En años más recientes, Crivella, ya como alcalde de la ciudad de Rio de Janeiro, dictó un orden para recoger de la Bienal de Libros una obra que tenía un beso entre dos varones. 

La influencia política de los evangélicos se hace sentir en el Congreso. En 1994 eran 21 diputados evangélicos, 73 en 2010 hasta llegar a 91 en 2018. Temas como aborto libre, matrimonio igualitario y legalización de drogas son tabúes para ese grupo, que en estas pautas tiene apoyo de conservadores no-evangélicos, que a su vez componen la mayor parte del Congreso.

El divorcio de los evangélicos con la izquierda fue un proceso que arrancó en el 2010. En aquel año, el tema del balotaje fue el aborto. Para no perder votos, Dilma Rousseff declaró que "feliz es la nación que Dios es su Señor". Por aquellos años, el entonces Ministro de Educación Fernando Haddad discutió internamente en el gobierno una política de combate a la homofobia en las escuelas. Liderazgos evangélicos apodaron el programa como un "Kit gay" que sería distribuido para niños en las escuelas.

La crisis económica y política de los últimos años del gobierno Dilma se encargaron de alejar definitivamente los políticos evangélicos de la izquierda.

La estrategia de la izquierda para acercarse a los evangélicos ha sido hablar de temas de la economía como empleo, consumo e inflación. Este camino será insuficiente si la izquierda no logra ser vista por el amplio espectro de evangélicos brasileños como una opción política legítima y que empatiza con su vida cotidiana.

Una hoja de ruta para la izquierda será tener sus propios pastores evangélicos, que proponen una narrativa mucho más social de la Bíblia. En Rio de Janeiro, el Partido Socialismo y Libertad (PSol) tiene en el Pastor Henrique Vieira uno de sus candidatos más fuertes. Vieira plantea que Jesus era negro, defendia a los pobres y era tolerante. Vieira interpretó a un cura de izquierda en el largometraje sobre la vida de un famoso guerrillero marxista asesinado por agentes del servicio secreto de la dictadura.

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