El 14 de noviembre por la noche, mientras se esperaban los resultados de las elecciones legislativas, Alberto Fernández informó que en la primera semana de diciembre enviaría un "plan plurianual" para negociar con el Fondo Monetario Internacional, pero nunca llegó.

Recién el 28 de enero, a más de un mes de frustrada la ley de presupuesto, Martín Guzmán anunció que ya había acordado con el Fondo con las metas fiscales y monetarias de su prometido plan, una baja gradual del gasto para alcanzar el déficit cero en 2025 y empezar a devolver el crédito al año siguiente, que detalló por año. Pidió un par de semanas para darle un cierre definitivo y enviarlas al Congreso para su sanción. 

El proyecto de ley recién llegó el viernes 4 de marzo con el memorándum económico adjuntado para ser aprobado sin chistar. El kirchnerismo, que lo resistía de antes, se sorprendió con algunas medidas como una suba de tarifas mayor a la anunciada y una revisión de la edad jubilatoria. Algunas ya se habían filtrado. 

Sergio Massa con Martín Guzmán, Miguel Pesce y Juan Manzur y Matías Kulfas. 

Telam

Guzmán quería un aval parlamentario para todo el plan y así lo explicó el lunes en las comisiones. Hasta dijo que podía caerse el acuerdo si no lo mantenían, porque el FMI exigía una continuidad institucional. Pero a sus palabras se las llevó el viento: Sergio Massa consensuó con la oposición borrarlos y Alberto Fernández lo aceptó, sin importar cuanto se dañaba la autoridad del ministro en las negociaciones que tenga con el FMI de aquí en más. 

El presidente de la Cámara nunca lo llamó y chequeó sus argumentos con el staff del FMI, para concluir en que el plan económico no es tan necesario como planteaba. Y en el congreso le ahuyentaba a los kirchneristas y ponía en guardia a la oposición. Con ese panorama Massa y el jefe de bloque Germán Martínez habían pedido separarlo del artículo para aprobar el refinanciamiento, pero no alcanzó, lo consiguieron, pero no alcanzó. 

Guzmán dijo en el congreso que el programa económico era necesario para el acuerdo, pero Massa habló con el staff del FMI y supo que no era tan así. Su credibilidad en el congreso quedó dañada y deberá revalidarla cuando presente el presupuesto, en septiembre. 

A los técnicos de Washington sólo les importaba cumplir con la legislación argentina y la ley sancionada hace un año obliga a autorizar en el Congreso un programa con el organismo, pero no entra en detalles. 

Había otro dato: uno de los cuatro argumentos que usa el FMI para otorgar un crédito es el nivel de consenso en un país y borrar los memos garantizababa un respaldo casi unánime. 

"Argentina es el único país en el que la oposición nos cuestiona por no ajustar más", trató de ablandar Massa a los burócratas. Nunca habló con Guzmán, quien se desentendió de las negociaciones y viajó a Houston para reunirse con empresarios energéticos. 

Martín Guzmán con Carlos Heller. 

LPOJuan Casas

Desde Texas supo que su tan anunciado plan plurianual pasaría a ser su hoja de ruta, con muchos otros desafíos legislativos por delante. Por caso, Martín Tetaz, de Evolución radical, avisó que no acompañaría la ley penal cambiaria, uno de los compromisos que pedía Guzmán en su caído programa.

Los tarifazos, con subas indiscriminadas para el 10% más rico y del 80% del Coeficiente de Variación Salarial (CVS) para el resto, deberán llegar tras recortes de los subsidios dispuestos por Guzmán y aumentos dispuestos por las empresas y avalados por los entes reguladores. No habrá congreso de por medio. 

"Guzmán se equivocó. El FMI va a hacer revisiones trimestrales y si algún número no cierra se pide un 'waiver'. No tiene sentido tener metas previstas a 5 años aprobadas por ley. No sé quién le hizo hacer eso", sostuvo ante LPO una de las autoridades del oficialismo.

Massa y Morales se imponen a los halcones y logran destrabar el acuerdo con el FMI

Explicaban que si no logra bajar el déficit como prevé en los próximos meses, presentar el presupuesto le sería una tarea insalubre. El texto final borró el programa pero lo facultó expresamente a tomar las medidas que crea necesarias para cumplir con el FMI. Pero serán decisiones suyas y del presidente. 

Su vínculo con el parlamento quedó roto, porque ni la oposición podría creer sus advertencias. El 15 de septiembre debe volver a la Cámara de Diputados a presentar el presupuesto, ya con algunos números de sus promesas para chequear. Si no los cumplió, poco podrá reprochar su programa económico perdido. No lo habrá cumplido.