O povo feliz de novo es el ambicioso slogan del PT de Lula da Silva, que lleva como candidato a presidente a Fernando Haddad para evitar el ingreso al poder del militar Jair Bolsonaro.

Pese a estar confinado en la cárcel de Curitiba, Lula es la estrella de la campaña y los militantes que este viernes se mojaron en la Praça do Patriarca y el teatro municipal del centro de San Pablo se tuvieron que bancar que Haddad los dejara plantados para la última "caminhada" de campaña.

En el equipo de campaña aseguraron que Haddad se demoró en su actividad en Minas Gerais, el otro gran bastión electoral, en el que Dilma le torció el brazo a Aécio Neves en 2014. Otros petistas dijeron a este medio que el candidato desistió de participar por la lluvia. "Lula se hubiera empapado", dicen otros.

Bolsonaro trepó a los 39 puntos y amplía la diferencia con Haddad

En concreto Haddad debió viajar de urgencia a Bahía. Es que en el nordeste brasileño, histórico bastión del voto del PT, Bolsonaro empezó a ganar adeptos a mansalva gracias al empuje de los evangelistas, que ya metieron 100 pastores como diputados y manejan un quinto del parlamento. Por ese motivo Haddad estará el sábado por la mañana en Feira de Santana, a poco más de 100 kilómetros de Salvador. 

Pese a la ausencia de Haddad, los militantes bailaron samba, tomaron cerveza e incluso tragos con whisky y blue curaçao, que no nació en Brasil sino en una colonia holandesa. El clima no fue una fiesta: hay mucho temor a un triunfo de Bolsonaro, al que califican de "maluco".

LPOMarcelo Justo

"Lula libre", es el estribillo de la canción que repetían los parlantes de la camioneta que llevaba políticos. Arriba de la camioneta, Luiz Marinho, candidato a gobernador que va cuarto en las encuestas, hacía una L con los dedos para la foto. La L es de Lula.

La misma letra hizo con los dedos un motoquero pero para simular una pistola. Pasó a gran velocidad y gritó por Bolsonaro. ¡Filho da puta fascista!, le respondieron los petistas. Uno de ellos explicó que no pueden entender por qué los motoqueros, de los más perseguidos por la policía, quieren que gane Bolsonaro, que prometió darle vía libre a las fuerzas para que baleen cualquier cosa.

La gente que se acercaba a la camioneta reconocía a Eduardo Suplicy, el candidato a senador que es el único petista de San Pablo que encabeza una encuesta. Le pedían directamente que liberara al ex presidente. No hubo prácticamente menciones a Haddad. Es lógico que no lo conozcan a Haddad porque su campaña empezó hace menos de un mes.

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En su equipo aseguran que las encuestas siempre están infladas -la última le dio 14 puntos de diferencia a Bolsonaro-, pero admiten que en sus propias encuestas Haddad no supera los 25 puntos. La esperanza está puesta en la segunda vuelta y el propio Lula le dijo a Haddad en la cárcel que se preparara para la carnicería después del domingo.

Buena parte de los militantes del PT creen que Haddad será una suerte de Héctor Cámpora paulista: una simple escala necesaria para que Lula salga de la cárcel y vuelva al poder.

El problema, sin embargo, es que no todos los otrora seguidores del ex presidente están convencidos de esa vuelta. Por eso un tercio de los votos que tiene Lula aún no migraron a Haddad, al menos en las encuestas.

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Los petistas señalan que ese voto lo tiene por el momento Ciro Gomes, ex ministro de Lula que competirá por las suyas el domingo. El error fue no haberlo convencido a Ciro que se bajara. Parte de los votos de Gomes, un Sergio Massa de centroizquierda, pueden ir a Bolsonaro en una segunda vuelta.

Lo que más preocupa al equipo de Haddad es la porción de votos que eran de Lula y que ahora prefieren que gane el militar antes de que vuelva el PT. Esa porción del electorado, que es la que buscará seducir Haddad en la segunda vuelta, se ubica mayormente en las periferias de las grandes ciudades. Es gente que progresó con el gobierno de Lula pero con Dilma entró en el Veraz, dicen en Brasil y explican que hay 60 millones de personas con deudas con atrasos.