Editorial
Vetocracia, mayorías y conversos
Por Santiago Gerber
Milei necesita, como nunca, de los políticos y de los mecanismos del Estado, para llevar a cabo su plan.

Las últimas semanas tuvieron mucha actividad en el Congreso Nacional y, con victorias y derrotas para un lado y otro, dejaron en claro que la dinámica del sistema político en Argentina ha cambiado rotundamente. El Gobierno se va derrotado -aprobación del presupuesto universitario, rechazo al veto para los fondos reservados a la SIDE-, aunque se anota la aprobación de la Boleta Única, la ratificación del veto al aumento a los jubilados y comienza a hacer cuentas pensando en el posible veto a los fondos para las universidades.

"En Diputados ganamos", podrían decir en el oficialismo, no sin algo de razón. Es que, luego de una invitación a la Casa Rosada, consiguieron que legisladores de la UCR que habían impulsado el proyecto de jubilaciones, aceptaran su veto. Es una manera de verlo: ampliaron su abanico de aliados y generaron una grieta en el bloque radical, que posiblemente derive en una ruptura. Otra forma de analizarlo es pensar que se requirió que el propio presidente se fotografiara con diputados a los que había señalado como "lacras" hace unas semanas, y lo hizo para frenar un aumento de las jubilaciones.

¿Bajó Milei al fango de la política? Sí, y por un puñado de diputados de su tan denostado radicalismo. El presidente dejó un mensaje explícito: vetará todo lo que no le convenza y hará lo que sea necesario para no sacrificar el déficit cero. Ejercicio de la autoridad en pleno, forzamiento de la institucionalidad y en términos de imagen, costo político asegurado, sobre todo cuando involucra banderas transversales como las que la oposición consiguió impulsar en los últimos días: jubilación, universidades, etc.

Sin embargo, el Gobierno habrá tomado nota de las fisuras que hay entre opositores -contando a todas las tribus en esa definición-. La primera es un clásico y es que ninguno quiere regalarle un triunfo al otro. La segunda, es al interior de cada fuerza y es a la que conviene prestar más atención. Juntos por el Cambio está roto desde el día en que Milei pasó a la segunda vuelta, pero ahora comienzan a exhibirse divisiones muy marcadas dentro de la UCR y del PRO. En el caso del radicalismo, la discusión ya se desarrolla abiertamente en los Medios y hay amenazas de expulsión; por el lado de la fuerza que ¿volvió? a comandar Macri, la pelea ya no parece ser en torno a apoyar o no al Gobierno sino bastante más profunda y de antaño.

¿Y el peronismo? Por un lado, podría remarcarse que, pese a la convocatoria a internas para noviembre y las peleas entre bandos, esa tensión no se trasladó al Congreso Nacional, donde la fuerza se exhibe relativamente compacta. Sin embargo, la aprobación del RIGI en su momento y de la Boleta Única más acá en el tiempo -posibilitada por el voto afirmativo de senadores de Unión por la Patria- le abre un flanco que los pocos que hacen política en el Gobierno saben que pueden explotar.

Paradojas de la vida, la rosca política está a la orden del día en la época libertaria, aún a pesar de la inexperiencia de la mayoría de los miembros de La Libertad Avanza, sobre todo sus legisladores. Milei necesita, como nunca, de los políticos y de los mecanismos del Estado, para llevar a cabo su plan: no se trata de construir mayorías parlamentarias, la única mayoría que le importa es la que consiguió en el ballotage. Se trata simplemente de evitar el avance opositor y, para eso, se valdrá de todos los conversos posibles.

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