La habilitación tenÃa un precio. Dos policÃas del Comando Radioeléctrico de Rosario cobraban 50 mil pesos a cambio de liberar la zona que debÃan patrullar y su reciente detención en el último escándalo de corrupción de la policÃa santafesina puso al descubierto una práctica histórica pero no representativa de las nuevas modalidades en la materia: la transformación de los policÃas en mano de obra de las bandas criminales.
"Hay una innovación que no se ve en otras provincias: el cuentapropismo de la policÃa. En paralelo al modo histórico de recaudación clandestina hay policÃas que se integran a las bandas como empleados", afirma Enrique Font, titular de la cátedra de CriminologÃa en la Universidad Nacional de Rosario.
La banda del sindicado capo narco Esteban Alvarado es el caso testigo de los tiempos que corren. Siete policÃas fueron condenados como integrantes de la asociación ilÃcita -entre ellos el comisario David Marcelo Rey, jefe de la estratégica PolicÃa de Investigaciones, rebautizada Agencia de Investigación Criminal- y uno más por actuar como infiltrado en el Ministerio Público de la Acusación.
El reciente juicio en el que Alvarado terminó condenado a prisión perpetua reveló además su Ãntima amistad con el comisario Néstor Arismendi en la época en que el policÃa se desempeñaba como jefe de policÃa de Rosario y su injerencia en la elección de Cristian Sola como jefe de policÃa de Santa Fe en octubre de 2012, después que su antecesor, Hugo Tognoli, fuera acusado por complicidad con el narcotráfico.
"Lo que se aprecia es la continuidad de un deterioro institucional que no se termina de resolver. Por debajo de casos puntuales como el de Tognoli hay una cuestión estructural que no solamente tiene que ver con la policÃa sino con la configuración polÃtica y del sistema de justicia criminal de la Argentina. No hay demasiados intentos por solucionar esa cuestión, independientemente de los gobiernos que pasan", analiza Hernán Flom, funcionario del Ministerio de Seguridad de la Nación entre 2017 y 2019 y actualmente profesor de Ciencia PolÃtica en la universidad Trinity College, en Connecticut, EEUU.
Si bien "Rosario es el caso más visible por la conexión entre el deterioro institucional de la policÃa y la gravedad de la violencia criminal, la policÃa de Santa Fe no es la única fuerza de seguridad en Argentina que se encuentra en esa situación", aclara Flom, autor de La regulación informal de los mercados criminales en América Latina. El libro, que publica este mes la Universidad de Cambridge, analiza la conformación del narcotráfico en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe y en los estados de San Pablo y Rio de Janeiro, en Brasil, en base a 180 entrevistas con policÃas retirados y en actividad y con funcionarios de seguridad.
En el Censo Policial de 2020 nueve de cada diez policÃas santafesinos señalaron que la corrupción institucional constituye un problema grave y la identificaron como la principal causa de la desconfianza de la ciudadanÃa hacia la fuerza. Al mismo tiempo, más de la mitad de los encuestados manifestó la convicción de recibir represalias en caso de denunciar esos hechos, según el estudio realizado por el Observatorio de Seguridad del Ministerio de Seguridad de la provincia y el programa Delitos y sociedad de la Universidad Nacional del Litoral.
Gustavo Javier González, abogado e integrante del programa Delitos y Sociedad, destaca "el registro evidente de prácticas regulatorias ilegales encabezadas por miembros de agencias de seguridad, que empiezan a emerger y consolidarse en nuestros contextos", entre las que puntualiza el funcionamiento de redes de recaudación, "la participación activa en actividades de ingreso, tránsito, distribución y comercialización de mercancÃas y sustancias ilegales" y "la apropiación y reintroducción de mercancÃas y sustancias ilegales secuestradas en procedimientos policiales y judiciales formales".
La complicidad de policÃas santafesinos con el narcomenudeo surge una y otra vez en las investigaciones del Ministerio Público de la Acusación. Las prestaciones son variadas: "incluyen desde acciones permisivas y de protección, pasando por el control y hostigamiento focalizado sobre grupos competidores o enemigos de las organizaciones criminales con quienes partes de la fuerza de seguridad provincial y federal habÃan cristalizados acuerdos, hasta actos de fraguado, desvÃo y desaparición fÃsica de evidencias incriminatorias en procesos judiciales", explica González.
Las ollas se destapan pero a veces solo se distingue lo que aparece en la superficie. Los acuerdos con bandas aparecen restringidos a grupos aislados de policÃas, como se verificó en la ciudad de San Lorenzo y en la comisarÃa 10 de Rosario. En un escalón superior fueron condenados altos oficiales que se desempeñaron rutinariamente como informantes para prevenir a jefes narcos sobre procedimientos en curso, como se comprobó en los casos de DelfÃn ZacarÃas y Olga Beatriz Medina.
"La expansión del consumo y la disponibilidad de cocaÃna en el territorio por la instalación de cocinas de la droga aumentan la participación de los que intervienen en el narcomenudeo", dice Enrique Font. En ese marco, agrega, "la estructura de los puestos de venta crece de manera exponencial y se vuelve un problema para el modo histórico de corrupción policial, que consiste en cobrar un porcentaje para permitir la actividad".
La investigación sobre juego clandestino que expuso los negocios del empresario Leonardo Peiti y salpicó al senador provincial Armando Traferri serÃa un ejemplo del modelo tradicional. El ex comisario Alejandro Torrisi fue condenado en septiembre de 2020 como integrante de una asociación ilÃcita que explotaba juegos de azar no autorizados, bajo la dirección de Peiti y de David Perona, capitalista fuerte en la ciudad de Rafaela.
Registrado como visitante de las jefaturas de policÃa de Rosario y Villa Constitución, Torrisi se desempeñó como recaudador de los garitos clandestinos y además "se encargaba de gestionar con personal policial los permisos para abrir las salas", de acuerdo a la acusación fiscal. Sus actividades se habrÃan extendido al norte de la provincia de Buenos Aires, según un audio en el que localiza parte de los sobornos: "¿Tenés para anotar ahà cómo quedarÃa formado el equipo? -le informó a uno de sus contactos- Arenales 25, Ferré 20, Ascensión 15, Arribeños 15, Comunal 15. Asà estarÃan todas las comisarÃas cubiertas"
En su calidad de arrepentido, Peiti informó que los sobornos llegaban a los niveles más altos de la policÃa santafesina, y en particular a José Luis Amaya, jefe de policÃa de la provincia al que describió como insaciable en sus requerimientos de sobornos, y a Daniel Corbellini, jefe de la PolicÃa de Investigaciones. Un coletazo de las investigaciones terminó con las imputaciones de otros cinco altos oficiales, entre ellos Jorge Juan Pérez, ex subjefe de la policÃa provincial, y con el desmantelamiento de una aceitada red de recaudación alrededor de garitos clandestinos.
Si lo que la policÃa negocia en esos casos es la aplicación misma de la ley, para Font el modelo tradicional se vuelve impracticable para controlar el narcomenudeo. "La policÃa puede pasar a cobrar, como suele hacer, pero perdió la capacidad de regulación porque el fenómeno se transformó. La expansión institucional, además, abre más bocas de recaudación", dice el especialista.
Hernán Flom observa semejanzas y diferencias al comparar el fenómeno en Argentina y Brasil: "En provincias como Santa Fe o Buenos Aires se ve claramente una conexión entre corrupción policial y narcotráfico. En San Pablo la corrupción aparece más asociada a otros emprendimientos ilegales o formas de recaudación como extorsiones a comercios, sobornos para habilitaciones y protección del juego clandestino. En RÃo de Janeiro hay una corrupción ligada al narcotráfico mucho más extendida, y como en Rosario, asociada a la proliferación de la violencia por la naturaleza fragmentada tanto de la policÃa como del mercado de drogas".
En su estudio sobre la cuestión, Flom describe dos modos de regulación del mercado de las drogas. "En la provincia de Buenos Aires y en San Pablo hay una situación más ordenada, donde la policÃa negocia con grupos delictivos o tolera su actividad a cambio de que no haya una escalada en los niveles de violencia -dice-. El caso opuesto es lo que se evidencia en Rosario y en RÃo de Janeiro, donde se quiebra la cohesión interna de la policÃa, o la cohesión de la policÃa con el poder polÃtico, y entonces la regulación pasa a ser más caótica".
En el último Censo Policial más de seis de cada diez policÃas identificaron la baja remuneración como el principal problema que afecta a la policÃa santafesina. Para Hernán Flom, la situación de policÃas bajo la lÃnea de pobreza puede ser una condición propicia para la corrupción, sumada al desprestigio de la fuerza y a la falta de reconocimiento de la ciudadanÃa, pero no necesaria. En ese sentido el investigador recuerda el escándalo de corrupción que convulsionó a la policÃa de Baltimore en 2017, llevado a la televisión en la reciente serie La ciudad es nuestra: aunque percibÃan sueldos apreciables, los agentes incurrieron de todas maneras en prácticas como quedarse con dinero robado o revender droga secuestrada.
La relación entre la pauperización de sectores policiales y los casos de corrupción quedó en evidencia en el caso de un agente de la sección BalÃstica que cambió armas secuestradas en procedimientos por una moto. En 2020 el entonces ministro Marcelo Sain afirmó que el propio Estado era el principal proveedor del mercado negro de armas y denunció el alquiler de armas a bandas delictivas como una práctica de estilo entre sectores policiales.
En esos casos, según Enrique Font, surge otro aspecto del problema: "La explotación de los recursos propios, como las horas extras y las reparaciones de vehÃculos, o el mercado ilegal de las autopartes, que tiene una escala que todavÃa se puede manejar aunque es menor en relación a otros delitos".
Negocios en ese rubro le costaron la subjefatura de policÃa de la provincia a Ariel Zancocchia, acusado de integrar una asociación ilÃcita dedicada a la administración y disposición de vehÃculos y autopartes pertenecientes a la policÃa de la provincia entre febrero de 2019 y julio de 2021. Otros seis policÃas fueron también imputados en las maniobras por las cuales la proveedora de repuestos era una empresa que habÃa pertenecido al propio Zancocchia.
Un total de 36 policÃas de la ciudad de Santa Fe quedaron involucrados en una causa por fraudes con horas extras y adicionales que concluyó a principios de este mes. Las penas recayeron sobre tres oficiales que organizaron el sistema en la Brigada Motorizada mientras el resto pagó multas y efectuó donaciones, ya que según la fiscalÃa actuaron bajo coacción de los superiores. Un ejemplo de que el modelo vertical de la institución policial que hoy se pretende restaurar en Santa Fe resulta funcional al despliegue y el ocultamiento de prácticas de corrupción.
Hasta el 25 de julio de este año, fecha del último decreto, el gobernador Omar Perotti ordenó la exoneración de 210 policÃas. Si bien las causas son diversas, la vinculación con el narcotráfico aparece como una de las principales. La cifra de cesanteados aumenta al mismo ritmo que la extensión del problema, desde los 55 exonerados por Carlos Reutemann entre 1999 y 2003 a los 203 de Miguel Lifschitz entre 2015 y 2019.
Font recuerda una causa de la Justicia Federal de 2013, cuando el problema comenzaba a ramificarse: "En una escucha telefónica uno de los acusados explicaba cuánta plata habÃa que poner para abrir un puesto de venta de drogas en Rosario y discriminaba entre aportes a la División Judiciales, a la brigada de Drogas, al Comando Radioeléctrico y a la comisarÃa de la jurisdicción. Eran ya cuatro bocas, y esos espacios estaban fragmentados en la institución, porque no toda la plata de la recaudación subÃa de la misma manera en la pirámide de la fuerza".
Dentro de la orden de mantener la boca cerrada del gobernador Perotti ("pocas palabras y más hechos"), el nuevo ministro de Seguridad de Santa Fe, Rubén Rimoldi, y el jefe de policÃa provincial Miguel Oliva se comprometieron a separar a los policÃas corruptos. Una declaración de rigor en funcionarios del área al asumir sus funciones, que se pondrá a prueba con la gestión.
"Se ha demostrado que las polÃticas de mano dura no son efectivas para reducir los niveles de inseguridad -advierte Hernán Flom-. Pueden tener un efecto temporario de cohesionar a la policÃa detrás de una determinada polÃtica, pero también llevar a una situación de mayor corrupción. Al habilitar un mayor ejercicio de la fuerza por parte de la policÃa y de su rol represivo, esas polÃticas generan más posibilidades de participar en actos de corrupción".
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ME HARTE D REPETIRLO:
1- LAS FUERZAS D SEGURIDAD SON EL PRINCIPAL ESLABON EN LA CADENA NARCO
2-POLITICOS Q LE HACEN LA VISTA GORDA A LAS FUERZAS D SEGURIDAD, RECIBEN SU CUOTA PARTE DEL BOTIN NARCO
LA UNICA FORMA D ACABAR CON NARCO Y NARCOCRIMINALIDAD-NARCOCORRUPCION ASOCIADAS, es;
ANIKILARLE EL NEGOCIO A LOS NARCOS
-LEGALIZAR LA COMERCIALIZACION D ESTUPEFACIENTES (en farnacias)
politicos q se hacen los boludos y, dan vuelta la cara, negandose a legalizar la comercializacion, no tengas dudas:
ESTAN RECIBIENDO SU CUOTA PARTE DEL BOTIN NARCO.