Peña afina la estrategia para la relación con Trump y Marco Rubio. El desafió de construir poder propio y la necesidad del levantamiento de sanciones a Cartes. |
Apenas se conoció el triunfo de Donald Trump, los colorados salieron a festejar la salida de los demócratas de la Casa Blanca e incluso se ilusionaron con la idea de que el magnate se abriera a revisar las sanciones contra Horacio Cartes. Pero en el Gobierno no hubo tanta euforia. Desde que llegó al cargo, Santiago Peña tuvo que aprender a medir el pulso de la administración Biden, distante pese a todos los gestos que hizo el presidente, y lidiar con la presencia del embajador Marc Ostfield, cómodo en su rivalidad con el cartismo.
La vuelta del republicano es un desafío para el mundo y, por ende, también para Paraguay. Peña desplegó una política exterior aperturista, alineada con los intereses estadounidenses en Ucrania, Israel y Taiwán, pragmática, como se ve en la relación que mantiene con sus pares de la región -la normalización del vínculo con Venezuela meses antes de las elecciones fue el ejemplo más claro- y en sintonía con los organismos internacionales, desde el FMI hasta la ONU, donde firmó el Pacto del Futuro para desgracia del ala "antiglobalista" del Partido Colorado. Ahora buena parte de esa construcción está en riesgo.
El Gobierno cerró filas en torno a la defensa de Ucrania y hasta sacrificó las exportaciones de carne paraguaya a Rusia, pero Trump tiene más simpatía por Vladimir Putin que por Volodímir Zelenski, lo que pone en duda la continuidad de la ayuda norteamericana a Kiev. Además, el republicano es un cultor del aislacionismo, que va de la mano del proteccionismo económico, una mala noticia para las aspiraciones comerciales de Paraguay. La línea ultraconservadora y casi paranoica de Trump es otro factor que preocupa al Ejecutivo.
Más allá del tono que adoptó durante la campaña de 2023, Peña nunca se sintió a gusto con la deriva reaccionaria de su movimiento. La amenaza de la "ideología de género" -presentado por algunos dirigentes del coloradismo como un plan macabro para "homosexualizar" a los menores, como si eso fuera posible- casi hace naufragar el convenio educativo con la Unión Europea, una donación de útiles y alimentos para los estudiantes paraguayos.
La imagen de Nenecho con su gorra MAGA y otros referentes del oficialismo celebrando el triunfo de "la vida y la familia" en Estados Unidos auguran una mayor intensidad del cartismo menos colaborativo con Peña.
Paradójicamente, la figura de Biden y todo lo que proyectaba dentro y fuera de su país le sirvió a Peña para mantener a raya a los sectores más radicalizados de Honor Colorado. Esa suerte de contención ya no estará disponible a partir de enero y la pregunta en el aire es si el presidente se verá forzado a dar un giro conservador para contentar a los propios. Sin embargo, no todo está perdido. El Gobierno tiene sus cartas y ya se prepara para jugar.
Rubio elogió a Peña en Mburuvicha Róga y después votó a favor de bloquear la importación de carne paraguaya en el Capitolio. Con la estrategia de relocalización de empresas norteamericanas de Trump, el Gobierno solo puede esperar un poco de friendshoring.
A diferencia de Biden, que intentó acercarse a América Latina, Trump reduce la región a los temas que puede capitalizar para consumo doméstico. La frontera con México y las caravanas de migrantes centroamericanos son su prioridad, y aún está por verse qué posición tomará respecto a Venezuela, donde Nicolás Maduro se alista para asumir un nuevo mandato después del fraude orquestado para cerrarle el paso a la oposición. La falta de interés de Trump en la zona despeja el camino para que Peña no tenga que elegir entre Lula y Milei.
Pero la influencia de China en la región sí le preocupa a Trump. Paraguay es uno de los 12 países que reconocen a Taiwán, cuando los otros 182 se inclinaron por la República Popular. Esta forma de entender la política de "una sola China" de los colorados, que va de Alfredo Stroessner a los gobiernos de la era democrática, implica una oportunidad y un riesgo para Peña. Como avisó Marco Rubio en su paso por Asunción, el apoyo a la isla puede traer beneficios a los aliados. Una carta cada vez más valiosa a medida que crece la rivalidad entre los dos gigantes.
Peña felicita a Rubio y hace un guiño a Trump: "Estamos listos para trabajar juntos"
La otra cara es la presión, sobre todo mientras China rodea a Taiwán, a la que considera parte de su territorio y promete "reunificar" en las próximas décadas, con unas maniobras militares que también son una advertencia al mundo. No es que Biden desalentara la guerra comercial con Beijing, al contrario, puso más aranceles a los chinos y dio más de 500 millones de dólares a los taiwaneses para que compren armas. Cuando Trump llegó por primera vez a la Casa Blanca en 2016, el mundo no esperaba una guerra comercial entre las dos potencias. Hoy ya se normalizó hablar de la posibilidad de una invasión china a Taiwán.
Paraguay tendrá que tomar una decisión cuando sus socios del Mercosur encaren el acuerdo de libre comercio con China. Sería curioso ver cómo se lleva ser parte de pacto con un país al que no se reconoce, pero algunos ministros plantearon que una cosa era la relación económica con las empresas chinas y otra la relación política con Beijing. Rubio elogió a Peña en Mburuvicha Róga y después votó a favor de bloquear la importación de carne paraguaya en el Capitolio. Y con la estrategia de relocalización de empresas norteamericanas de Trump, el Gobierno solo puede esperar un poco de friendshoring.
La apuesta de Peña pasa por mejorar la relación bilateral, una terea que será menos ardua con la llegada de Rubio al Departamento de Estado, y seguir mostrándose como el mejor aliado de EEUU en la región. Colaboración en materia de seguridad y apoyo incondicional a Taiwán. En ese esquema, la candidatura de Rubén Ramírez Lezcano a la OEA, una organización que funciona como amplificador de la diplomacia y los intereses estadounidenses, se torna una cuestión crucial para Paraguay.
Lezcano parece tener el camino listo para suceder a Luis Almagro, salvo que el expresidente colombiano Iván Duque, hombre de Álvaro Uribe, salga a competirle al canciller paraguayo. Un perfil duro capaz de incomodar a los gobiernos de izquierda en la región es tentador para Rubio.
Como indica el manual del poder trumpista, el futuro secretario de Estado no se sentirá condicionado por la autonomía de las instituciones de su país y hará todo lo que esté a su alcance para alinear la política hemisférica a la voluntad de su jefe. Y lo hará con o sin Lezcano al frente de la OEA.
La derecha latinoamericana promete envalentonarse con el regreso de Trump. Pero lo que es bueno para el Partido Colorado puede no serlo para Peña y Lezcano. El Gobierno prefiere un continente menos agitado y radicalizado. Es probable que la cuestión de las sanciones pierda fuerza a partir del año que viene, y tanto Trump como Rubio pueden hacer algo al respecto, aunque en Mburuvicha Róga y en el Palacio Benigno López la atención está puesta en el mundo que se viene.
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