
Mahdy Akil Helbawi, alias el "Turco", un ciudadano colombiano con ascendencia libanesa, detenido hace apenas tres dÃas en un exclusivo sector de Cúcuta, volvió a poner el foco regional en el negocio de la denominada "cocaÃna negra" y los vÃnculos del crimen organizado local con el terrorismo islámico.
Hijo de Amer Mohamed Akil Rada, señalado por el Departamento del Tesoro y la DEA como un poderoso integrante de alto nivel del grupo terrorista libanés Hezbolá y vinculado con el atentado a la AMIA, Mahdy es a su vez administrador de una sociedad comercial de exportaciones de carbón vegetal desde su paÃs, Colombia, hacia el LÃbano.
El detenido es también sobrino de Samer Akil Rada, miembro de Hezbolá y sancionado (junto a Amer y a Mahdy) por el Departamento de Estado de Estados Unidos en septiembre pasado, que lo vincula además con el tráfico de drogas ilÃcitas y el lavado de dinero en varios paÃses de América Latina.
Los investigadores colombianos sospechan que la empresa de Mahdy también traficaba "cocaÃna negra", término con el que se conoce a la droga que pasa por un proceso quÃmico para cambiar de color y hacerse pasar por carbón vegetal.
El método no es nuevo. Ya en 2020, una publicación del investigador especializado en asuntos de terrorismo, Emanuele Ottolenghi, daba cuenta de la incursión en esta modalidad de una asociación entre traficantes de cocaÃna colombiana y Hezbolá, mediante integrantes de la diáspora libanesa en ese paÃs.
Fueron varias las incautaciones de este producto en Europa en la década pasada y una en particular tuvo como origen puertos paraguayos. En diciembre de 2014, las autoridades españolas incautaron 390 kilogramos de cocaÃna en Santiago de Compostela enviados de Paraguay con esta modalidad. De hecho, el método habrÃa sido una de las formas de envÃo de la droga del esquema desarticulado con "A Ultranza".
Paraguay, séptimo mayor exportador de carbón vegetal del mundo, con una participación del 3,6 por ciento del mercado global, se posicionó en los últimos año en la mira de estos grupos, dada la cantidad de mercaderÃa que sale de sus puertos, una gran cortina para el narcotráfico.
Pero ese no es el único factor que atrajo los grupos criminales. También está la corrupción. El endurecimiento de las autoridades colombianas empujó a Hezbolá a la Triple Frontera, donde la infraestructura para el lavado de dinero está bien establecida hace décadas, convirtiéndola en el lugar ideal para reconstruir las lÃneas de suministro de "cocaÃna negra" interrumpidas en Colombia. "La región tiene la mayor economÃa ilÃcita del mundo", señaló Ottolenghi.
Este contexto, sumado a las crecientes preocupaciones internacionales sobre el papel que juega la Triple Frontera en los acontecimientos en Medio Oriente y a los señalamientos que hace la administración Biden contra Horacio Cartes -a quien vincula incluso con Hezbolá-, ponen a Santiago Peña en una encrucijada.
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Mientras el Gobierno intenta recomponer las relaciones con Israel, que en pocos dÃas más anuncia la reapertura -tras seis años- de su embajada en Asunción, y Peña prepara la mudanza de la embajada paraguaya en Jerusalén, crecen las voces en el Medio Oriente que se cuestionan los presuntos nexos del lÃder de la ANR con el terrorismo, sobre todo tras la declaración de enero del año pasado del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, principal aliado de Israel.
Según Estados Unidos, representantes del presidente de la ANR y del exvicepresidente Hugo Velázquez habrÃan participado en encuentros privados con miembros de la organización terrorista chiita, donde "se hacÃan acuerdos por favores, se vendÃan contrato estatales y se discutÃan los esfuerzos de aplicación de la ley a cambio de sobornos", de acuerdo al documento.
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