
La toma del presidio de Tacumbú aceleró el acuerdo entre Brasil y Paraguay para combatir a la "multinacional del crimen", como calificó Enrique Riera a las bandas que operan a uno y otro lado de la frontera. Para el gobierno de Santiago Peña era el salto hacia adelante que necesitaba para frenar una crisis política incipiente, por la situación del ministro Ángel Barchini, y un salvavidas para empezar a sofocar los levantamientos en las cárceles, un asunto difícil de ignorar en los próximos cinco años.
"A diferencia de otros documentos que muchas veces se escriben en términos generales, esta es una hoja de ruta. Esta es una señal muy clara en toda la frontera con el Brasil y más allá", dijo el ministro de Interior desde Mburuvicha Róga, acompañado de Barchini y su par brasileño, Flávio Dino, hombre de confianza de Lula da Silva y figura central del gobierno brasileño. Lo que más interesa a Brasil es fortalecer el comando bipartito que trabaja en la frontera entre Pedro Juan Caballero y Ponta Porã.
Brasil asesora a Barchini para retomar el control de Tacumbú y negociar con los grupos criminales
La presencia del Primer Comando de la Capital (PCC) se expande allí y convierte a la zona en uno de los puntos calientes del narcotráfico, la venta ilegal de armas, el contrabando y la violencia generalizada. Hace más de una década, el grupo criminal nacido en las cárceles de San Pablo se propuso transformar a Paraguay en una base de operaciones para sus actividades delictivas y terminó revelándose como un modelo para otras organizaciones dentro y fuera de Brasil.
En su país de origen, el PCC se volvió omnipresente. En marzo pasado, la Policía Federal desbarató un operativo del grupo que buscaba asesinar al exjuez y senador Sérgio Moro, entre otros funcionarios. El plan de la facción no identificada del PCC se desplegaba en cinco estados y formaba parte de la venganza por el traslado de varios cabecillas de la banda a prisiones de máxima seguridad decretado por Moro cuando se desempeñaba como ministro de Justicia de Jair Bolsonaro.
Unos días antes de que las autoridades desbarataran el operativo del PCC, una disidencia del grupo, el "Sindicato del Crimen", desató el caos en 14 ciudades del estado de Río Grande del Norte, donde se enfrentaron a los tiros con agentes e instalaciones de la Policía Militar. El grupo se hizo sentir en las calles -prendió fuego autos y micros escolares- en protesta por las condiciones de encierro: el "Sindicato" tiene el control de varias cárceles y una porción del negocio del narco en la región.
Este tipo de grupos crecen ante la impotencia -o la complicidad- de las autoridades, pero el poderío ganado en las últimos tres décadas es un mal presagio para los gobiernos. A diferencia del PCC, cuya penetración en las prisiones paraguayas es relativamente baja, el clan Rotela se abre a negociaciones con funcionarios para gestionar la violencia a cambio de mejores condiciones de reclusión o incluso de un permiso tácito para hacer sus negocios.
Advierten que el Clan Rotela se prepara para tomar los penales de San Pedro y Encarnación
El acuerdo que acaban de firmar este viernes Riera y Dino involucra, del lado paraguayo, a la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (Seprelad), la Policía Nacional, la Secretaría Nacional de Administración de Bienes Incautados y Comisados (Senabico) y la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad). A nivel ministerial, Defensa Nacional se sumará a Interior y Justicia.
El Ejecutivo de Peña no desconoce que Paraguay se tornó una pieza clave de la ruta de la cocaína y de otras actividades ilícitas, que el presidente prometió combatir junto al resto de los poderes del Estado. Esos delitos están directamente vinculados con la corrupción y tiene sus picos con los estallidos de violencia en las prisiones. Por eso la oferta de Lula, que incluye cooperación táctica y losgística e intercambio de información, es una vía para atacar el problema.
Para Brasil y Paraguay hay dos objetivos urgentes. El primero es limitar el crecimiento del PCC y otros grupos criminales en la frontera y el segundo es evitar su penetración en las cárceles paraguayas. Peña cuenta con el respaldo de Lula y la iniciativa le permite alcanzar otra meta igual de ambiciosa: demostrar a EEUU que es capaz de asumir el reto y conseguir resultados de la mano de un actor confiable como el líder brasileño.
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