La estrategia del gobierno paraguayo hacia Venezuela parece haber entrado en una encrucijada. Santiago Peña se embarcó en la normalización de las relaciones con Nicolás Maduro en noviembre, cuando todavía no había fechada fijada para las presidenciales en el país caribeño y tampoco estaba claro qué actitud adoptaría la oposición, que finalmente se presentó a la elección y ahora denuncia fraude. El desenlace es peor que el que podrían haber imaginado en el Palacio Benigno López ocho meses atrás.

El chavismo incurrió en prácticas ya conocidas en vez de optar por una apertura democrática. Las esperanzas sin garantías duraron muy poco. Apenas 12 horas después de que el Consejo Nacional Electoral diera a conocer los primeros resultados, con las actas brillando por su ausencia, Maduro fue proclamado presidente de Venezuela hasta 2031. Salvo los aliados tradicionales del régimen en la región y el resto del mundo, la mayoría de los países eligió uno de los dos caminos posibles: desconocer el triunfo de Maduro o esperar a que se verifiquen los números del CNE.

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Pero el chavismo respondió enseguida a la presión internacional. Después del comunicado conjunto firmado por Argentina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay, en el que se pedía una revisión de los resultados, Venezuela expulsó a los embajadores de que casi todos los países firmantes. A la lista agregaron a Chile por el tuit de Gabriel Boric, que calificó a los resultados "difíciles de creer". Solo se salvaron Ecuador, Guatemala y Paraguay.

Nicolás Maduro. 

Pese al comunicado, Peña fue uno de los pocos mandatarios que evitó involucrarse en la elección venezolana, lo que podría haber influido para que Maduro no tomara represalias contra Paraguay. En realidad, hay una cuestión técnica. Enrique Jara Ocampos fue designado en abril como embajador paraguayo en Caracas, aunque reside en Panamá. En tanto, el representante del chavismo en Asunción, Ricardo Capella, acaba de reabrir la sede diplomática después de su cierre en 2019.

La apuesta de Peña por su canciller Rubén Ramírez Lezcano para suceder a Luis Almagro es parte de esa concepción, pero además implica que ante la crisis venezolana primero hay que intentar la vía del diálogo

Con todo, el deterioro del escenario poselectoral en Venezuela representa tanto un desafío como una oportunidad para Peña. La "diplomacia presidencial" pudo haber alanzado su techo, pero cuenta con espacios para desplegarse. A diferencia de Mario Abdo Benítez, que rompió relaciones con Venezuela y reconoció a Juan Guaidó como mandatario "interino", el actual gobierno paraguayo concibe la política exterior como un campo para le negociación.

Lula da Silva.

AP

El gobierno siempre buscó acercar posiciones dentro del Mercosur, en una época de fricción absoluta entre Lula da Silva y Javier Milei, y dejar sentadas sus posturas en bloque. El llamado a la OEA de este lunes va en la misma línea. La apuesta de Peña por su canciller Rubén Ramírez Lezcano para suceder a Luis Almagro es parte de esa concepción, pero además implica que ante la crisis venezolana primero hay que intentar la vía del diálogo.

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Las sanciones no resultaron para doblegar al chavismo y el aislamiento internacional tampoco fracturó al régimen. Paraguay no puede abortar la normalización con medidas punitivas ni declaraciones grandilocuentes, por lo que la pelota queda en la cancha de Maduro. Las señales son poco alentadoras. Tarek William Saab, fiscal general de Venezuela, ya señaló a María Corina Machado, principal dirigente de la oposición, por un supuesto hackeo al CNE.

Peña eligió por ahora una posición intermedia que lo acerca más a Lula o Gustavo Petro que a Boric, pero la dinámica venezolana y su respuesta puede obligarlo a hacer el giro que siempre quiso evitar

La embestida diplomática, según dejan entrever desde el chavismo, tendrá su correlato interno. El interrogante es hasta dónde llegará esta vez y qué límite puede tolerar la región. Buena parte de los países ya hizo pública su preocupación por las irregularidades del proceso o bien lo rechazaron directamente por fraudulento. Peña eligió por ahora una posición intermedia que lo acerca más a Lula o Gustavo Petro que a Boric, pero la dinámica venezolana y su respuesta puede obligarlo a hacer el giro que siempre quiso evitar.