Editorial
Axel y el limbo del peronismo
Por Pablo Cano
Kicillof tiene por delante varias rémoras que sortear para aspirar al lugar vacante en la conducción del peronismo.

De cara a su último primer año -lo que Kicillof no haga este año no lo va a poder hacer luego- el gobernador de la provincia de Buenos Aires tiene por delante varias rémoras que sortear para aspirar al lugar vacante en la conducción del peronismo la que, como verdad histórica, sólo la puede ostentar el que gana y eso se resuelve en 2027 con una estación bisagra en la primavera de este año.

Cristina, que hace varios años ha asumido que debe hacer política en defensa propia, lidera una porción del peronismo con un peso simbólico cuya valía se sostiene mucho más en la determinación y la capacidad política de la propia CFK que en el correlato de su vitalidad para movilizar masas (en la calle o en las urnas)... ¿Cuánto quedó del 54%?, ¿Cuánta gente vuelve a bancarla como en aquella plaza del 9/12/15?, probablemente Cristina tenga mayor claridad sobre la respuesta que la mayoría de su entorno y entonces haga lo imposible por no tener que darlas. No hace falta leer a Sun Tzu para entender que el desgaste al que CFK expone a Kicillof es, básicamente, una necesidad de no dar batalla y para ello Cristina y su tropa han profundizado prácticas políticas que Néstor hacía en condición de Jefe y sus herederos apenas logran armar una fallida remake exponiendo debilidades y contradicciones que mellan el capital simbólico de CFK.

Sin embargo, los detalles que pintan el escenario no deberían abstraernos de la verdadera sustancia que demanda la conducción del peronismo y que tanto Axel como cualquier otro aspirante al bastón de mariscal deben tener en cuenta: la necesidad de cubrir en una sola cabeza la triple jefatura, la de los votos, la de la política y la de la caja.

Axel y el limbo del peronismo

La de los votos es ser el candidato taquillero, la de la política es ser el vértice del sistema de poder y la de la caja es tener tanto la llave del financiamiento como la interlocución directa con los diversos círculos rojos que concurren a la política de todo color en beneficio de sus intereses... vale fijarse aquí la transversalidad de este concepto que podría ser también la explicación del apogeo del macrismo e incluso su resiliencia en aquel trágico 2019.

Esta triple corona solo estuvo en cabeza de dos gobernadores del interior profundo y no es casual que ambos hayan marcado su época. Tanto Menem como Néstor Kirchner entendieron esta verdad marcada a fuego en el ADN peronista al punto tal que, con diferencias de estilos y de agendas, ambos transitaron el cenit de su poder cuidando celosamente cada uno de los casilleros mencionados lo que le dio al peronismo de los 90 y al de 2003/2011 una impronta de estabilidad y orden al sistema de poder que arropó más allá del núcleo duro logrando la hegemonía puertas adentro de sus espacios. 

A diferencia de su esposo, Cristina comienza su segundo mandato desgranando el esquema de alianzas dentro del peronismo que había forjado Néstor y, principalmente, resistió tomar el ordenamiento del correlato económico de su poder político siendo este el verdadero inicio de su escarnio judicial. Sergio Massa estuvo a 3 puntos de lograr el triple comando (va de suyo que se podía confiar en la voracidad del tigrense para ordenar lo que le faltase para el triplete si ponía un pie en Balcarce 50). Por otro lado, Duhalde nunca pudo ser jefe de los votos y Alberto Fernandez apenas terminó siendo un grueso error estratégico de CFK.

Kicillof como cualquier otro aspirante al bastón de mariscal deben tener en cuenta: la necesidad de cubrir en una sola cabeza la triple jefatura, la de los votos, la de la política y la de la caja

Mas allá de la maldición de Alsina y soslayando que Kiciloff (y todo su primer anillo) siguen siendo unos recién llegados al peronismo, todas estas cuestiones quedan conjuradas si el otrora economista favorito del kirchnerismo logra calzarse el triple traje. Pensar que en el peronismo hay guerra fratricida es desconocer la naturaleza del movimiento, no hace el festival de internas de sus primos radicales, transita de manera salvaje todo el tiempo que va entre un liderazgo y el otro. Incluso, y para ello vale revisar el reciente libro de Juan Manuel Abal Medina, el propio Perón debió sortear ese tiempo en su exilio y hasta en el breve interregno que transitó entre su regreso a la Argentina y la asunción de su tercera presidencia. Como diría Sergio Massa tal empresa "No es para cagones" y más allá de aquellos casilleros que CFK se resistió a cubrir o delegó de manera tácita para beneficio de unos pocos, no se le puede negar a la dos veces Presidenta olfato y voluntad para intentar retener la conducción de un peronismo que hace rato que no encuentra la forma de narrar el post. Lo que viene en este 2025 es un juego de demolición previo a un nuevo estadio que, si todo sale bien, se cristaliza en el 2027 donde, si hay un presidente que sabe cantar la marcha, enfilará a todos a sus espaldas y seguirá la tradición de pagar otrora enemigos y traidores para tenerlos cerca tal como aconseja Mario Puzo en la voz de Vito Corleone. Quien resista jugar el juego, sabrá más pronto que tarde que en el peronismo el limbo es una transición hasta que aparezca un nuevo jefe que, como corresponde, le abrirá la puerta del nuevo cielo a todos los compañeros (y compañeras).

...Quizás a alguno le inquiete una discusión de poder tan carente de agenda que perfile a los contrincantes, pues bien, hasta el 2019 el peronismo había sabido sintonizar su tiempo y, fundamentalmente, la demanda de su base electoral. El extravío del último ciclo peronista puede verse como un sucedáneo de las debacles de los espacios populares/progresistas en occidente cuando la post pandemia disparó masivamente la pregunta "¿cuál es la mía?" en aquellos espacios que Laclau definió como pueblo. Ya que el peronismo próximo parece jugarse dentro del hemiciclo configurado por la ruta 6, vaya una respuesta cifrada en esos parajes...el problema no era la pregunta, el problema es que no había Jefe a quién hacérsela.

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