Editorial
Poesía Pura
Por Osvaldo Nemirovsci
Milei está fuera de la ley y merece ser juzgado en el Parlamento. No hay más vueltas que dar.


Hay un título de película que resuena con enorme belleza, al menos para mí, que es Al este del paraíso (1955 - James Dean), guárdenlo en la memoria. Y me conmueve la arquitectura sagrada que Dante Alighieri levantó en La Divina Comedia, dividiendo los mundos en tres reinos del alma: el Infierno, abismo en espiral de nueve círculos; el Purgatorio, escalera de siete gradas que purifican los pecados capitales, coronado por un Paraíso Terrenal; y el Paraíso, esfera tras esfera de luz ascendente, hasta el Empíreo, donde Dios habita en el silencio que todo lo contiene.

Con estas dos menciones, que combino para sentirme poeta (¡), afirmo que existe un territorio baldío, una región del desdén y el máximo desprecio que se sitúa "Al sur de la concha de la lora", extraordinario nombre para un lugar que ni siquiera Dante llegó a ubicar y que yace en el inexistente décimo círculo del Infierno dantesco, más hondo que el traidor Judas, más negro que la traición misma. Allí moran los réprobos que osan ignorar el mandato sagrado de la Constitución, cual es sancionar y promulgar las leyes aprobadas por el Congreso, sin peros ni excusas canallas, sin pelos en la leche ni sombras de cinismo.

Están allí, sentados entre detritos y boñigas varias, entre animales de rápidas deyecciones que impiden la limpieza y humanos de veloces perdidas de sus heces malolientes.

Un lugar, verdaderamente, de mierda.

Allí están los que incumplen la voluntad popular expresada en el Parlamento.

Allí están quien se excusan de cumplir la ley.

Excusas como hace Javier Milei con las leyes de Emergencia Pediátrica (Garrahan), Financiamiento a Universidades y Sostenimiento para las Personas con Discapacidad. Normas recontra avaladas por la voluntad democrática, votadas por amplias mayorías en ambas Cámaras, y reafirmadas en múltiples rugidos populares, que desde la Presidencia fueron vetadas, volvieron al Parlamento y fueron ratificadas otra vez, con una contundencia que debería haber sido inapelable.

Ahora, Milei las promulga, pero les niega el alma: las vacía de fondos, las condena a la letra muerta, alegando que "no hay recursos". Ejerce así un segundo veto, un acto de desprecio ilegítimo e inconstitucional, contra normas que deben latir con vigencia inmediata. Hace que las promulga, pero es papel muerto, quedan en el limbo del incumplimiento, en ese alegar falaz de que no hay fondos para ponerlas en marcha.

Porque más allá del tecnicismo, estas leyes son el amparo concreto de los espacios más sensibles y necesitados de la sociedad: el niño que lucha por su vida, la persona con discapacidad que exige su derecho a existir con dignidad, y la educación pública como faro irrenunciable de la movilidad social. Son la trinatura sagrada para una sociedad que despierta a la solidaridad.

Y mientras se esgrime la falta de fondos como un dogma, hubo plata, sí, para regalarles a los exportadores cerealeros 1500 millones de dólares en un solo día, sin que el gobierno libertario se preguntara cómo reemplazar semejante carrada de dinero en las cuentas públicas. El cálculo mezquino aparece para lo social y se desvanece para el privilegio. La poesía de este gobierno es una anti poesía: canta hazañas para unos pocos y escriba lamentaciones para los muchos.

Hoy, el gobierno libertario gime pobreza para estas causas, que sin exagerar considero sagradas.

Milei no cumple. Milei está fuera de la ley.
Milei merece ser juzgado en el Parlamento.
No hay más vueltas que dar. La calesita del libertarismo, ese desquicio ético y neuronal, ya giró demasiado. Su música es un disco rayado que repite la misma mentira, mientras el país se desangra en su carrusel sin sentido.

Es hora de bajarse de ese vértigo y plantar los pies en la tierra firme de la Constitución.

Tal vez, sea, como tantas veces se ha anunciado...la hora de los pueblos.

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