
Su papado fue y será un faro de guÃa doctrinaria en lo religioso y esclarecedor y contundente en su mirada social y polÃtica. |
El mejor homenaje, es que hagamos lio
Murió el Papa, se fue Francisco. Su papado fue y será un faro de guÃa doctrinaria en lo religioso y esclarecedor y contundente en su mirada social y polÃtica.
Fue el Papa que gritó con alegrÃa a cientos de miles de jóvenes, su frase mundana y espectacular de "¡hagan lio!". Que casi sintetiza su papado: una invitación a remover conciencias y estructuras. Para él, la Iglesia no era un refugio de piadosos, sino una casa abierta a los excluidos. "El Pastor de las ovejas perdidas", como le gustaba definirse, priorizó a los pobres, los desempleados y los migrantes, denunciando las injusticias con un lenguaje directo y evangélico.
Francisco logró que su voz potente y necesaria resonara en todo el mundo dando a sus opiniones una valoración ecuménica, aunque como toda opinión y aún en contra del dogma de la infalibilidad de los Papas, a veces no tuviera razón en lo que manifestaba.
Fue el Papa que no se limitó a ser el Pastor de los católicos pÃos y de los concurrentes diarios a misa. Se preocupó en ampliar el universo de la Iglesia y se convirtió en el guÃa de los pecadores, a quienes quiso ubicar en un espacio del mundo del catolicismo sin que sus condiciones los "clausuren" ante los demás o los estigmaticen.
Francisco no fue un Papa de sacristÃa. Su voz resonó con fuerza en el mundo, trascendiendo lo religioso para intervenir en debates sociales y polÃticos. Criticó el capitalismo salvaje, abrazó a los pecadores y desafió a las élites eclesiásticas, desde la poderosa Iglesia estadounidense hasta la rÃgida curia romana. No dudó en apartar a quienes resistÃan su proyecto renovador, gobernando con mano firme el Estado Vaticano.
El Papa , que como buen jesuita asociaba la fe con la razón, negando que no pudiesen existir una sin otra y eso le permitió abrir la cabeza hacia momentos históricos que otros Papas habÃan criticado como la Ilustración, aquella oleada de racionalismo que envolvió Europa en los siglos 17 y 18 y que de la mano de René Descartes, Jean Antoine Condorcet, Thomas Hobbes entre otros, pusieron en jaque a las verdades establecidas desde milenios atrás pero sobre todo las de la religión, dándole primacÃa total a la razón para entender la realidad.
Para Francisco, Dios no era un rival de la lógica humana, sino un complemento. "La fe no es inconsciencia cultural" creÃa.
Francisco, rompe cientos de años de dogma que en verdad no afectaba lo doctrinario religioso y plantea, con coraje, que no tienen por qué chocar la fe y la razón a la cual le asignaba positivos valores y como buen jesuita, pero más como excelente polÃtico, intentaba hallar una sÃntesis entre ambos valores, y con equilibrio decÃa que la fe no debÃa su existencia a la abolición de la razón, con lo cual la sacaba del lugar de la inconciencia cultural o de la degradación intelectual. Cuando muchos creÃan que era herético al amigar la fe con la razón, Francisco con gran inteligencia, las ponÃa a la par. Le otorgaba a la fe, un lugar en el podio de los más altos valores del ser humano.
Sin ser un cientÃfico como valor central de su inteligencia (a pesar de su formación como quÃmico), llegó a creer, y en esto sà siguiendo a la teologÃa original católica, que se puede llegar a Dios a través de la razón, en definitiva, puso en valor una especie de silogismo donde la valoración racional de toda interpretación humana no necesariamente lleva a la derrota de la fe y que ambos, razón y fe, pueden convivir tranquilamente y en equilibrio dentro de las mentes, los corazones y las almas.
Un PontÃfice que unió doctrina y compromiso social, desafiando dogmas y jerarquÃas.
Nuestro Bergoglio, argentino y cuervo. Cuervo por haber usado sotana y por ser fanático de San Lorenzo de Almagro, que no tuvo en forma inmediata el reconocimiento de todos los argentinos cuando fue ungido para el sillón de Pedro. Fuimos pocos, y acá me anoto sin ninguna falsa modestia, los que al escuchar por la radio "Habemus Papam argentum" aplaudimos sin reservas, e hicimos apenas minutos después públicas declaraciones de alegrÃa, orgullo y emoción.
Claro, siempre hay amanuenses que creyendo satisfacer a jefes, no dieron su opinión por temor a que no fuera la que los mandamases iban a tener. Pero bueno, finalmente, como en las pelÃculas de amor, todo fue rosa y elogios. Mejor asÃ. SerÃa imperdonable no reconocer en Bergoglio al argentino más importante en el mundo, de todos los tiempos.
Y tal vez, por su origen nacional, el Papa enseña que es bueno mirar desde la periferia al centro, desde el interior a las metrópolis urbanas. Desde los paÃses desvalidos a los poderosos.
CreÃa, con inmensa razón que desde los márgenes se observa mejor.
La noción de periferia para el Papa es su clave, desde mucho antes de llegar a Roma, para apreciar al mundo y a sus habitantes. Porque la periferia a la que alcanzaba su mirada no se limitaba a lo geográfico, sino a las intangibles, las existenciales, las que hablan de errores o decisiones de lso humanos que provocan sufrimientos e injusticias.
Es la periferia social, espacio tan conocido y amigable para Bergoglio y que no dejo de serlo para Francisco. Porque siempre supo cómo estar donde habitan los que carecen de todo. Los verdaderos desheredados de la tierra, pero tambien de la comida, el trabajo y el abrigo.
Hacia ellos fue el Pastor de ovejas como le gustaba decir. Siempre tuvo en cuenta el sufrimiento ajeno y sobre todo el provocado por las injustas relaciones sociales.
Para él, mirar desde la periferia era asentarse en los confines para abarcar más. La amplitud de su mirada que llegaba al territorio, pero hacia "centro óptico" en la gente que ahà vivÃa.
De todas las sensibilidades que pueblan la Iglesia católica, muchos y diversas y que suelen expresarse en posiciones polÃticas, el Papa, aún con espÃritu de unidad y de amplitud no renegó del significado del Concilio Vaticano II y con eso gobernó su grey.
Pero es un error ponerle rótulos, izquierda o derecha, conservador o reformista. Eso lo limita. Francisco hizo polÃtica como buen jefe de una organización masiva, estatal y global, pero no hizo ideologÃa. Todo lo realizó desde su mirada espiritual y desde ahà entendió como debe ser la realidad y como debe actuarse ante ella. No se cegó con mitos ni cayó en bordes peligrosos, por el contrario, hizo navegar su nave por aguas bastantes tranquilas mientras provocaba un inmenso cambio en la iglesia.
El SÃnodo de cardenales podrÃa elegir ahora un sucesor opuesto a Francisco, retrocediendo en sus reformas. SerÃa un error. Su papado debe ser el piso, no el techo, para una Iglesia que aún necesita acercarse a los jóvenes, simplificar su burocracia y mantener su compromiso con los pobres.
Francisco dialogó con el mundo, con la historia y, seguramente, con Dios.
No es poca cosa para un cura de barrio que llegó a lo más alto.
Que en paz descanse, Santo Padre.
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