Editorial
La crueldad como política pública
Por Osvaldo Nemirovsci
¿Vamos a esperar que algún fanático libertario, que los hay sin duda, maté a quien considere un hijo de puta y se sienta avalado por las frases violentas del presidente?

 Es posible, que décadas de cierto desamparo moral, hayan sembrado cuotas grandes de impudicia en nuestro sistema político y adornaron con pringosas manchas la cultura ciudadana.

Entonces no es solo que cierta corrupción desde arriba logra manejar voluntades que están en escalas por debajo y mucho menos que esto solo se logre con expresiones mediáticas que fuerzan para su conveniencia informaciones, ficciones y opinión de cierta calificación. No, la desaseada realidad impera en toda nuestra comunidad nacional.

Vivimos en un orden social e institucional donde se cuecen malas habas por todos lados.

Por eso, episodios como los ocurridos durante la marcha de los jubilados no soliviantan en mayores dimensiones a los argentinos. Por eso, la vulgaridad y violencia del lenguaje presidencial, pasa como si nada. O como casi nada.

"Los buenos son los de azul y los hijos de puta que rompen autos son los malos" dice Milei, luego de afirmar que quienes marcharon con los jubilados "impulsaban un golpe de estado"

¿Vamos a esperar que algún fanático libertario, que los hay sin duda, maté a quien considere un hijo de puta y se sienta avalado por las frases violentas del presidente?

O ¿no es posible que algún ciudadano "de bien" estime necesario matar a un "golpista"? o al menos castigarlo físicamente y lo haga por su cuenta y en virtud de que las palabras del presidente, avalan esa posibilidad.

Un proyectil fue la granada de gas que le rompió la cabeza al fotógrafo y compañero Pablo Grillo, ante lo cual la diputada LLA Lemoine justificó con la rastrera frase de "para hacer un omelette es preciso romper algunos huevos" pero también son proyectiles las palabras vulgares, peligrosas, amenazante y mentirosas que Milei y sus ministros, arrojan día a día con la irresponsabilidad de sentirse impunes. "Vinieron preparados para matar" dice Bullrich, y tranquilamente un seguidor de LLA que cree en las palabras de sus dirigentes, va a defenderse de la posibilidad que lo maten, aunque para eso deba atacar físicamente a un jubilado o un militante político.

Las mentiras construyen realidades fácticas. En boca de un presidente y de una ministra, estas frases habilitan que haya argentinos que confiando en la jerarquía de quienes afirman eso, intenten evitar supuestos asesinatos y golpes de estado, con violencia física contra quienes se acusa de impulsarlos. Es muy peligroso, el manejo burdo y mentiroso de la lengua.

Llamar asesinos y golpistas a opositores políticos es usual en dictaduras y en gobiernos autoritarios, represivos e intolerantes. En países con democracias defectuosas.

Y está ocurriendo en Argentina.

Obviamente estamos ante el peligro de un presidente violento. La vulgaridad ya es lo de menos. En la marcha de los jubilados, los que quemaron autos eran "los de azul", claro que con otra ropa.

Milei agradeció a Patricia Bullrich por sostener "los valores de la República" tras los incidentes en el Congreso"

Para ellos los valores son: represión, lastimar, mentir, intolerancia, autoritarismo, inconstitucionalidad.

Tristes valores para una república.

La crueldad es una constante en muchas partes del mundo. Salvo en países donde las tiranías gobiernan, esa crueldad no adopta sus peores condiciones desde las cúspides del poder.

¡Salvo en nuestro país! Donde lejos de esconderse en subterfugios, la muestran y hacen gala del orgullo de practicarla. Y es la crueldad que aparece nítida en el ajuste carente de ética y sentido social que les permite celebrar el falaz superávit fiscal que es producto del hambre de laburantes, del dolor de jubilados, de las desfinanciación educativa, del desmoronamiento de la salud, de la inminente rotura masiva de rutas, embalses hidroeléctricos, infraestructura física de puentes y edificios todo debido a la suspensión imprudente de la Obra Pública. Y ahora, esa crueldad se convierte en casi alegría para los rostros luzbélicos de los funcionarios mileistas cuando celebran las heridas de un fotógrafo, que se debate entre la vida y la muerte, y llaman "patotera" a una jubilada de 87 años casi desnucada por el empujón de un policía cobarde.

Una cosa es el orden público, valor al que no renunciamos y otra muy distinta es creer que ese orden tiene un único rumbo que es el de ejercerlo con crueldad. La brutalidad policial es un antecedente de riesgo para las democracias. Hoy vivimos el salvajismo de fuerzas de seguridad "cebadas" con el permiso de sus mandos superiores para golpear, detener y humillar a quien se les ocurra.

Y el salvajismo, oficial e institucional no debe ser el factor ordenador de una sociedad. Tenemos cercanas memorias históricas sobre eso y ninguna es conveniente.

Milei y sus ministros, hacen coincidir su lenguaje con su gestión. Todo es violento, todo es vulgar, todo es romper. Todo apunta, palabra tras palabra a la deshumanización de quienes se oponen a su gobierno.

Y sabemos bien que quitarle la entidad "humana" a las personas, las convierte en fáciles blancos de ataques y persecuciones.

Estamos, los opositores, en peligro.

Y no estoy exagerando.

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