Salud
Acerca de ajustes, crueldades y oposiciones
Por Osvaldo Nemirovsci
Cuando la Justicia algún día, la memoria popular y Dios como simbólico valor de espiritualidad pidan cuentas, a Milei, Caputo y Sturzenegger habrá que adosar a Mario Lugones.

Si esto no es crueldad...

Milei, su gobierno, con el afán ajustador (sin límites éticos ni sociales) de Caputo y Sturzenegger, acaba de "pasar la motosierra" por un Programa nacional de Salud que se ocupa de los cuidados paliativos en el Instituto Nacional del Cáncer.

Recortaron fondos, en búsqueda de ese falso superávit fiscal, logrado mes a mes a costa de la salud de los jubilados, el desfinanciamiento de las Universidades, la expulsión laboral de empleados públicos, la desinversión en Obras públicas necesarias (como rutas, vías férreas, edificios), el no pago a proveedores (con el consabido aumento en el tiempo que deberán abonar gobiernos futuros, muchos más caro) y la destrucción continuada de hospitales que se nota cada día más en la falta de profesionales, en la carencia de instrumental y en el desmejoramiento de los edificios.

Este ajuste, que provoca estas malas condiciones para importantes espacios de la vida comunitaria, hace que la población viva peor. La calidad de vida se retrae y se agrava.

Pero ahora se la toman directamente con "el dolor físico y espiritual" de miles de argentinos al quitar recursos para que paciente que requieren atención paliativa y alivio del dolor, no la tengan.

Eliminaron fondos (para lograr ese falaz superávit) en la provisión de morfina y metadona, en todas las provincias, que son fármacos claves en el tratamiento del dolor severo causado por distintos cánceres.

Se metieron con todo y ahora buscan que los argentinos sientan en carne propia, dolores que hasta ahora se evitaban.

En miles de enfermos que recibían estas mitigaciones al dolor y al sufrimiento, vuelven padecimientos que habían superado. No hay cuidados paliativos, no hay alivio, no hay siquiera la contemplación empática y humana de este gobierno para quienes sobrellevan enfermedades graves.

Esta medida se suma a que muchos pacientes ya vienen soportando, como pueden (¡) la suspensión de medicación oncológica ya que disolvieron (tambien para lograr la dolosa e hipócrita versión del superávit) la Dirección de Asistencia Directa por Situaciones Especiales /DADSE y que en 2024, esta ausencia del Estado, causó al menos que más de 60 personas murieran por carecer de los remedios oncológicos.

Cuando la Justicia algún día, la memoria popular y Dios como simbólico valor de espiritualidad pidan cuentas, a Milei, Caputo y Sturzenegger habrá que adosar a Mario Lugones, ministro de ¿Salud?, partícipe necesario de todas estas crueldades.

Agreguemos como dato, que pone de manifiesto el rostro lacerante y casi antropófago del gobierno nacional, los despidos en hospitales como el Posadas y el Bonaparte más los centenares de cesanteados en el propio Ministerio de Salud y el vaciamiento de los organismos que trataban sobre lepra, tuberculosis y VIH y lo que pone un final in crescendo y a toda irresponsabilidad como irse de la Organización Mundial de la Salud /OMS que causa la destrucción de la mayoría de las políticas públicas de salud.

Una cosa es el ahorro en gasto superfluos del erario público, cuestión necesaria desde y otra muy distinta es acudir a simples ejercicios contables (lo que entra se debita, lo que sale se acredita) como forma de equilibrar balances estatales, sin tomar en cuenta, el verdadero sentido de cada peso gastado y entonces, esos números fríos y neutros, les permiten pensar que es lo mismo un empleado ñoqui, un organismo sobredimensionado y sin importancia para el bienestar de la población, que arruinar un hospital, quitar fondos a las investigaciones científicas (pilar y valor estratégico de cualquier sociedad) o como en este caso, dejar morir pacientes oncológicos y encima que lo hagan en medio de sufrimiento y dolor.

Total, los números solo sirven para que mes a mes, aparezca el abyecto rostro del ministro de economía diciendo que se logró "superávit fiscal".

Pues bien, esto no es así.

Los gobiernos, en una democracia deben ser empáticos. Deben respetar a sus gobernados mientras ejercen el poder concedido. Y la idea de respeto es básicamente no generar medidas que provoquen sufrimiento ni angustias. Eso mantiene el viejo sentido de comunidad e incluso del bien común. Y que los mejores mecanismos de vinculación entre gobernados y gobernantes puedan revisar, oponerse, refrendar y modificar los valores de ese interés común, sin dramáticas consecuencias, guerras civiles o supremacías forzadas.

Empatía y pacificación deben regir la fase democrática entre el poder instituido y los dadores de ese poder. El kratos y el demos en armónica vinculación.

Este gobierno, con estafadores imputados como tal, con carencia de sensibilidad hacia el sufrimiento social, ahora agrega la crueldad de medidas que causan dolor físico.

Milei nos llevó al siglo 17.

O enfrentamos esto o somos nada. Nada como valoración política, cultural y humana.

Y los mecanismos legales y constitucionales para afrontar el desafío están a la mano de quienes nos definimos con rotunda seguridad como opositores.

La movilización (pacífica y firme) que grite su rechazo al libertarismo victimario.

La batalla cultural para desandar mentiras, falacias y sentido instalado.

Y, lo más importante, ganarles las elecciones y llenar el Congreso nacional de senadores y diputados que no conviertan su "oposición" en "amigables" contubernios, que tengan la convicción de dar pelea, la capacidad para hacerlo y la honestidad de representar sin dobleces a quienes los ponen en esos importantes lugares institucionales.

Frenar a Milei...se puede.

Hay que hacerlo.

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