Colombia
Un No para lograr la Paz
Por Sebastián Velesquen
Lo que no aceptaron los colombianos fueron los términos del acuerdo. Sobre todo la sensación que de haber ganado el SI, hubiera prevalecido el terror por sobre el Estado de Derecho.

Si no mediaran tantos factores humanitarios, el acuerdo de paz en Colombia podría ser fríamente analizado como un interesantísimo proceso de laboratorio difícilmente comparable con cualquier otro del mundo. El triunfo del “No” obliga a recalcular las propuestas de acuerdo, que la mayoría de los colombianos han considerado inaceptables.

Hoy en día en el Mundo el terrorismo transnacional (ISIS, Al Qaeda, Hermanos Musulmanes, etc.) crece exponencialmente, los terrorismos nacionales (IRA, ETA, Septiembre Negro) ya arreglaron sus cuentas con la sociedad total o parcialmente y el ERP, Montoneros, los Tupamaros o Sendero Luminoso languidecen cercanos a la extinción.

Las FARC, la más antigua insurgencia armada del continente, devenida en narcotraficantes luego de perder su sustento político y financiamiento externo desde Cuba y la Unión Soviética, deben definir en cual de estos subgrupos quieren ser parte.

Lo que la paz procura es ahorrar vidas y recursos para no prolongar una agonía muy costosa para ambas partes. En eso casi todos los colombianos están de acuerdo, lo que no aceptan son los términos propuestos el pasado domingo y sobre todo dejar un sabor que, de haber ganado el SI, hubiera prevalecido el Terror por sobre el Estado de Derecho.

En verdad, casi todos los terrorismos nacionales supervivientes terminaron re-insertándose en la vida política de los sistemas que juraron combatir con las armas y desde afuera. En Colombia, desde afuera fracasaron, habrá que ver qué saben hacer sin las armas. Una debilidad de las FARC ha consistido en que, a diferencia de por ejemplo el IRA o la ETA (y semejante a Sendero Luminoso) mientras combatían con las armas no generaron un aparato político que influyera en la opinión pública en dirección a que, algún día, se los aceptase como protagonistas en tiempo de paz. Generaron militantes “políticos”, a muchos se los recibió oficialmente en Buenos Aires y su discurso era tanto o más beligerante que el de quienes propalaban el hasta la victoria siempre con las armas en la mano: no trabajaron a la sociedad para un eventual aterrizaje en la democracia.

Muchas veces en la Historia fueron los duros y no los contemporizadores quienes sellaron las paces más efectivas, en este caso, Santos quiso conciliar y Uribe propuso continuar hasta extinguir a los grupos armados o, al menos, reducirlo mucho más en su poder para negociar mejor la paz definitiva. El gran desafío de la política es entender que el Pueblo Colombiano quiere la Paz pero no a cualquier costo y esto lejos de generar diferencias tiene que servir para servir para el éxito conseguido supere a las personas y fortalezca a las Instituciones Democráticas.

De hecho, las concesiones a las FARC aparecían notablemente generosas. Prácticamente olvido de los crímenes, mínima reposición de dinero y patrimonios arrancados por la fuerza, un número garantizado de legisladores, dinero en mano para cada combatiente y nada menos que extensos fondos y territorios para practicar una suerte de reforma agraria que, bien manejada, compondría un sustento electoral favorable para los ahora flamantes tribunos del sistema democrático, varios de los cuales aparecieron en las fotografías del evento final con remeras de Ernesto Guevara. No lucía como el acuerdo entre un ganador y un perdedor, sino que era más parecido como un triunfo final del levantamiento armado.

La incorporación de ex guerrilleros al sistema republicano tradicional registra éxitos importantes en otras latitudes. El Frente Amplio en Uruguay, varios grupos en la Concertación chilena y parte del Setentismo en Argentina parecen indicar que tal injerto es posible. Tanto que, en los tres países, llegaron a obtener la presidencia. En Chile y Uruguay, su comportamiento detentando la primera magistratura ha resultado democráticamente ejemplar. En Argentina, con el kirchnerismo, a diferencia de los países hermanos se agitaron las banderas de la división y el revanchismo.

Justamente es allí donde reside el gran interrogante sobre el futuro de las FARC: ¿utilizarán las porciones de poder democrático que consigan para demoler o para fortalecer al sistema republicano que nacieron para combatir?, ¿aceptaran el resultado sin volver a generar el terror en la poblacion?

Estas y otras preguntas serán develadas en un corto tiempo, y aun con mayor rapidez el mundo deberá entender que los estándares de Justicia en la búsqueda de la Paz del Pueblo Colombiano son más altos de los que se pensaba.

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