Internet
¿Nos gobiernan los trolls?
Por Alvaro Saez
Quiénes impulsan las conversaciones digitales, cómo instalan un tema y por qué ciertos usuarios suelen tener tanto éxito. La foto de la política digital Argentina.

Interpretar nuestra realidad nos lleva a estructurar pensamientos en gran medida de manera metafórica. "La esencia de la metáfora es entender y experimentar un tipo de cosa en términos de otra", explicaron los investigadores norteamericanos George Lakoff y Mark Johnson en su libro Metáforas de la vida cotidiana de los años 80.

Para comprender mejor la complejidad de las plataformas digitales y lo que allí sucede, podemos valernos, tomando de referencia al teórico argentino de la comunicación Carlos Scolari, de las metáforas: usamos un ratón, trabajamos sobre un escritorio, donde hay carpetas, archivos, buscamos con una lupa, abrimos ventanas, navegamos, y así sucesivamente.

Estamos continuamente haciendo procesos que podrían ser comparados con otros. Si nos adentramos en las redes sociales veremos situaciones similares a las que experimentamos en la vida social analógica: utilizamos el pulgar para arriba si nos gusta algún contenido, un corazón si nos gusta demasiado o nos enternece y los cientos de emoticones que expresan diferentes emocionalidades. Podemos hacer amigos, conversar, odiar, amar y un largo etcétera.

Así como nuestra mente piensa con metáforas cargadas de estereotipos, prejuicios y creencias, en las redes sociales digitales se replican estas estructuras y se vinculan formando comunidades que comparten mismos valores. Medios de comunicación, periodistas, políticos, trolls (usuarios que subvierten la identidad real del que los opera) y usuarios corrientes que comulguen con una misma ideología terminarán formando comunidades.

La lógica del algoritmo, proceso de selección de información automático por parte de un robot que utiliza ecuaciones matemáticas, por la cual se rigen las plataformas digitales para darle una mejor experiencia al usuario, hará que estas comunidades se potencien para terminar conversando en burbujas informativas que, en la mayoría de las ocasiones, se hacen imposibles de romper.

Lo algoritmos funcionan de manera sincrónica con los gustos e intereses de los usuarios que utilizan las redes sociales, lo que generará nichos de ideas que se retroalimentan en un mismo consenso con mirada coincidentes, en contraposición a miradas diversas.

En Argentina, tenemos distintas comunidades y microcomunidades digitales de activistas, religiosos, fans de artistas, entre otras. Cada uno de estos grupos se unen por mismas características, comparten una agenda y se nuclean bajo liderazgos.

Si tomamos el ejemplo de lo que sucede en la política nacional encontraremos comunidades definidas por espectros ideológicos. En la centro-derecha se engloban y conversan las comunidades de Juntos por el Cambio, los liberales y antiperonistas. En un espectro ideológico de centro-izquierda se observan comunidades kirchneristas y peronistas. Por último, con menos volumen de conversación y con dificultad de instalar agenda encontramos en la periferia comunidades de izquierda conformadas sobre todo por el Frente de Izquierda.

Las conversaciones que se instalan alrededor de estas comunidades responden a un patrón que se repite tanto en Argentina como en otras partes del mundo: quienes impulsan las conversaciones, influenciadores y/o autoridades red, suelen ser siempre los mismos usuarios. Estos líderes digitales comparten continuamente información que valida a la comunidad y la interpela para activarla. 

Por ejemplo, un troll tendrá éxito por la frontalidad con que le hable a su comunidad y la capacidad de generar daño al adversario ideológico. Diversos casos de estudios llevados adelante por los investigadores argentinos Ernesto Calvo y Natalia Aruguete demuestran estos comportamientos.

Sin embargo, no son solo los trolls, funcionarios, medios o periodistas quienes gobiernan la red sino aquellos discursos que logran conectar con estas audiencias bien definidas que buscan validar sus creencias.

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