Editorial
Revolución Maradona
Por Ignacio Fidanza
La toma del Patio de las Palmeras se suma a la simbología peronista, que combina como nadie lo popular y el caos.

El peronismo tiene una larga tradición de movilizaciones desbordadas. Está en su génesis. Del épico 17 de Octubre a la tragedia de Ezeiza. Le gusta subir el termostato popular al rojo y después vemos que pasa. No busquen un plan perfecto, es más parecido a una pulsión, que acaso busca revivir ese momento fundacional, donde el pueblo ignorado se convirtió en sujeto histórico.

En ese recorrido, lo que ocurrió este 26 de Noviembre es más fiel a la historia del peronismo que las cuidadas coreografías que desplegó Cristina en su segundo mandato. Una eficiencia para filtrar -sin mayores contratiempos- movilización popular por la estética avant garde de Grossman. Un artilugio que está muy por encima de las posibilidades del actual elenco de gobierno. Por eso, en las horas críticas de la toma del Patio de las Palmeras, cuando el presidente y la vicepresidenta habitaban una casa que ya no controlaban, el reproche interno se focalizó en el jefe de Gabinete.

El caos vivido sobreimprime aquel desborde del pago a los jubilados en el inicio de la cuarentena. Otra vez se percibe la falta de coordinación entre las distintas áreas del Estado, en la compleja intersección de las múltiples jurisdicciones, en la anticipación del pulso de la calle.

La tentación de abalanzarse sobre el filón de legitimidad popular que ofrecía el ídolo caído es comprensible y casi inevitable. Después de todo, Maradona fue un militante convencido de esa suerte de izquierda nacional que encarna Cristina, en su particular visión del peronismo. Ubicarlo en el rol del ingenuo que es utilizado por los poderosos es ignorar su inteligencia y sobre todo, sus legítimas convicciones políticas.

El problema fue que el termostato, en un movimiento muy previsible, estalló. Y los encargados de controlarlo no previeron que acaso era necesario tener uno -o incluso un batallón- de plomeros a mano. ¿Es una pérdida irreparable de la autoridad presidencial? Difícil creer que haya algo irreversible en la Argentina. Un país donde el guionista hace rato que pidió tiempo.

¿Es entonces neutro? Tampoco. Si el potencialmente explosivo desalojo de Guernica levantó las acciones del "Cuervo" Larroque, entre los que miran la política más allá de lo que titulan los medios, la impericia en la gestión del funeral de Maradona abona la idea que el Presidente no tiene un equipo a la altura de los grandes acontecimientos.

Pero detrás del cálculo aparecen preguntas más interesantes: ¿Fue la muerte de Maradona la válvula de escape de tensiones sociales acumuladas por la combinación de crisis económica y encierro? ¿La primera irrupción de un pueblo frustrado, incluso desorientado?

El impacto sanitario se conocerá en las próximas semanas. El sentido común indica que todo lo que ocurrió contribuye a expandir la enfermedad, a debilitar la autoridad de los que exigen cuidados. Nada nuevo que no hayamos transitado en estos meses interminables.

Desde el lado del costo político, es probable que como suele ocurrir, lo más cercano a la realidad vaya por el medio. Sin muertos ni daños insoportables, lo que ocurrió lastima el intangible de la autoridad y la eficiencia. ¿En qué medida? ¿Es irreparable? Esas son las únicas preguntas importantes.

Alberto Fernández viene trabajando la imagen de un Presidente campechano, amigo de sus amigos, uruguayo, un poco desconfiado de la tecnocracia y los saltos cuánticos, de la sobrecarga ideológica. En ese sentido, para quien no hace de la eficiencia un activo, lo que ocurrió es como un alboroto en la comisaría del pueblo. Lamentable, pero de posible incorporación al anecdotario local.

Creer que peligró la República porque la popular se metió en la platea sea acaso una exageración tan argentina como pensar que Maradona era el único que nos podía salvar. Aunque un poco sea verdad. 

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Comentarios
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  • 6
    15/01/21
    08:48
    Les puede gustar o no Maradona todo lo que tuvo se lo ganó con sus dotes y dio mucha felicidad , su vida personal no opaco lo que dio, ahora cuántos delincuentes hablan y se lleman los bolsillos y señalan juzgan etc esos son las verdaderas lacras sean de uno u otro partido sin ir más lejos en tus columnitas tenés unos cuantos que están moramente a fuera desde tu seudo economista hasta un diputado , mejora a tu Staf.
    Responder
  • 5
    hugo del talar
    27/11/20
    19:47
    Como pieza literaria me parece muy buena: el último párrafo es bellísimo. Como editorial de un periodista, algo más proclive a buscarle romanticismo al absurdo y grotesco vistos que a otra cosa. Ergo: me quedo con lo primero, no busquen información. Sólo emoción.
    Responder
  • 4
    27/11/20
    08:22
    Jaja, no hace falta un meticuloso análisis de lo ocurrido, hasta el más ingenuo sabía que el público asociado a este evento, en cualquier lugar en que fuese realizado, iba a generar un caos, si le sumamos la proverbial capacidad kuka para hacer mal lo bien y bien lo mal, era obvio que el uso político de la situación se iba a salir de mambo, en mi barrio a eso se le dice ser un gil de manual...jajajajaja
    Responder
  • 3
    blacrock
    27/11/20
    07:17
    Claro q ayer fue pulsion...!!!
    Por momento fue un despelote...
    Que otra cosa puede salir de la mezcla de pasion, dolor y negacion?
    Si !!! CAOS, DESORDEN...
    Pero real, genuino., sin careteo, sin interes.
    Quizas asi se vea el amor ? en estado puro.


    Responder
  • 2
    lautaroc
    27/11/20
    07:10
    Excelentemente escrito aunque poco haya poco fondo.
    Fidanza, no pasa nada, no se dañó nada. Fue un pequeño desborde en un evento único. Creo que subieron algún puntito incluso.
    Responder
  • 1
    mario eugenio vidal
    26/11/20
    20:44
    "El impacto sanitario se conocerá en las próximas semanas. El sentido común indica que todo lo que ocurrió contribuye a expandir la enfermedad, a debilitar la autoridad de los que exigen cuidados. Nada nuevo que no hayamos transitado en estos meses interminables."

    ¿Y qué habría que haber hecho? La gente iba a movilizarse en masa de todos modos. ¿Había que dejarlos a la buena de dios, para que haya desastres y culpen al gobierno? ¿O había que organizar algo, lo que se pueda en menos de 24 horas, para que si cualquier cosa no era perfecta culparan de todos modos al gobierno?

    También contribuyó a expandir la enfermedad que se habiliten los bares en pleno julio con mesas en las veredas y la gente vaya de a miles, sin barbijo ni distanciamiento. Pero claro, como aquellos fueron chetos de palermo que pagan 250 pesos por medio litro de cerveza no hubo dramas ni escándalo, sino "recomendaciones" de que eso no vuelva a suceder. No parece casual que la anécdota citada sea la de los jubilados al principio de la cuarentena y no la de los jóvenes que fueron a chupar frío y cerveza en julio porque estaban "cansados de tanto encierro".
    Responder
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