Opinión pública
Emociones: cuánto definirán del voto
Por Pablo Orcinoli
Fragmentación, fake news, algoritmos, grieta, digitalización. Qué tienen que ver estos conceptos con el voto emocional y cómo se posiciona cada candidato en la escala sentimental de los argentinos. Con quiénes se identifican los electores y qué valoraciones tienen de los políticos más representativos.

"Emotional rescue" es el título de un tema de los Rolling Stones que podría entenderse como una correcta apreciación de este momento donde las emociones y no la razón parecerían incidir cada vez más en las valoraciones individuales y, consecuentemente, en la opinión pública. Es que ésta ya no se construye al final de un camino de averiguación de hechos, sino que es construida en base a prejuicios y estereotipos, en muchos casos, inducidos. Dicho de otro modo, todo indicaría que emoción mata razón. En ese contexto de predominio sentimental, donde la política no se lee, sino que se ve ¿dónde está la Opinión Pública y cómo se construye? ¿en las minorías que se movilizan o en las mayorías silenciosas, en las calles o en las pantallas? O bien es como diría Pierre Bordieu, para quien "la opinión pública no existe".

En esta posmodernidad emocionalmente líquida parecería que no votamos ideas, ni siquiera candidatos, sino que votamos espejos. Y como a cada individuo (auto percibido con poder) sólo le importa su metro cuadrado, al tiempo que nuestras opiniones no son vividas como tales, sino como una representación de la realidad, todo indica que la verdad ha dejado de ser una búsqueda. Más bien podríamos decir que "la única verdad es la percepción de la realidad", y en base a esta percepción operamos en el mundo real.

El problema radica en que esa imagen mental está cada vez más teñida de filtros, con una sobre abundancia de información, pero menos conocimiento. Se pasó del Homo Videns en Humberto Eco al Homo Digitalis dotado con un robusto empoderamiento digital y sentimental, pero "democráticamente" manipulable.

La fragmentación como norma

El cambio fue radical. En poco tiempo se pasó de una política relacional a una mediática, donde además de las emociones, las formas prevalecen sobre el contenido, y la producción de sentido parecería seguir la lógica de la fragmentación. Veamos qué dice un interesante relevamiento del Observatorio de Psicología Aplicada de la UBA que midió "Los sentimientos hacia los políticos".

Las respuestas espontáneas denotan una notoria escisión en los sentimientos y las percepciones que tienen los ciudadanos hacia los dos políticos más representativos de la llamada "grieta argentina"; valoraciones que luego se trasladan a diferentes figuras del Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Sentimientos negativos como desprecio, odio, rechazo, vergüenza y bronca identifican a ciudadanos identificados con ambos partidos para referirse al rival inmediato.

A su vez, entre los fieles de Juntos por el Cambio los sentimientos que sobresalen hacia sus líderes presentan un sesgo de intensidad más baja en los extremos y combinan sentimientos como respeto y frustración, admiración y lástima. Es que "la figura de Macri y el target al que se dirige produce menos pasiones que Cristina", diría con mucho atino un reconocido consultor político.

La perspectiva emocional del voto argentino

Este análisis del voto emocional, en un mundo donde la potencia de los liderazgos supera a la potencia de las ideologías, pone de manifiesto que entre los votantes del Frente de Todos, el 79% señala que la mejor opción para presidente de Argentina se encuentra en el mismo espacio político que votaron en 2019. Un 10% opina que el mejor candidato estaría en el espacio opositor y un 11% preferiría "otro". Así las cosas, en la categoría retención de voto y siguiendo este análisis, perdería un significativo 20 %. Del otro lado del mostrador, entre los votantes de Juntos por el Cambio, el 87% opina que el mejor candidato se encuentra en el propio espacio político. Un 6% prefiere a José Luis Espert y un 7% se inclina por "otro".

En ambos casos y con diferente magnitud, las variables por las cuales la retención de voto es más pronunciada en un caso que en otro, son muchas y de diferente intensidad para nuestra sociedad teñida de emociones. Si es claro que el acto de adhesión a un liderazgo está fundamentado en un intercambio de valoraciones donde el elector busca construir o validar su identidad: una cada vez más robusta, pero construida en base a respuestas emocionales.

 Este análisis del voto emocional, en un mundo donde la potencia de los liderazgos supera a la de las ideologías, manifiesta que entre los votantes del Frente de Todos (79%) y Juntos por el Cambio (87%) la mejor opción para presidente se encuentra en el mismo espacio político que votaron en 2019

Ante la pregunta de "¿Quién sería la mejor opción para presidente de la Argentina en 2023?", mientras entre los votantes del Frente de Todos, lidera la figura de Cristina con el 28 % de los votos, seguido por el presidente Alberto Fernández con 22 % y Axel Kicillof con 21%; los seguidores de JXC eligieron a Patricia Bullrich y a Horacio Rodríguez Larreta como las mejores opciones (ambos con 20%), seguidos por Mauricio Macri y María Eugenia Vidal con 15%. En este punto y al igual que los estilos de Alberto y Cristina, lo que a priori representan Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta difiere desde el punto de vista de estilos y sesgos. En ese sentido, y trascendiendo los tiempos de política interna actual, resta saber qué tipo de liderazgo se necesitará para consustanciarse con un ciudadano cuyas preocupaciones, valoraciones y sueños ya conocen.

Por último, si llevásemos el análisis a aquel cuadrante que supo instalar Kevin Roberts para referirse a qué cosas caracterizan a las Lovemarks (o marcas más amadas), el amor y el respeto eran los sentimientos que garantizan "la lealtad más allá de la razón" por parte de los clientes. En la agrietada sociedad, ningún político (salvo en los extremos) genera ambos sentimientos a la vez: o es amor o es respecto; nunca una combinación de ambos. Pero el problema radica en la ausencia de síntesis o de diálogo, donde lo que emerge son las formas de la negación del otro: al que no se quiere no se lo respeta. O como diría Luigi Zoja se trata de "la muerte del prójimo". Cuando todo es irreductible, la desgracia está asociada a que si bien la polarización pudo haber comenzado desde arriba (por las élites políticas), es evidente que se ha hecho carne en lo profundo de nuestra sociedad. Y como no hay debate ni síntesis sino posiciones antagónicas claramente definidas, lo que sí subyace es una lealtad, absolutamente emocional, más allá de la razón.

Cuando todo es irreductible, la desgracia está asociada a que la polarización se ha hecho carne en nuestra sociedad. Y como no hay debate ni síntesis sino posiciones antagónicas claramente definidas, lo que sí subyace es una lealtad, absolutamente emocional, más allá de la razón

Si llevamos esta aseveración a lo terrenal, mientras quizás la principal competencia del político es la de crear instancias de consenso para el diseño y ejecución de verdaderas políticas de Estado, todo indica que la agenda y las decisiones van por otro carril. La medida de hacer retroactivo a enero el impuesto a los monotributistas-incluso si no prosperó-, y paralelamente ajustar los salarios del personal del Estado en un 40 %, hay que leerla en clave electoral.

Es que, tomando en cuenta los niveles nacional, provincial y municipal, los salarios estatales suman casi 4 millones de trabajadores y explican una cuarta parte del gasto público y el 40 % del electorado.  Así, parecería que el gobierno se desentiende del voto de una parte de la clase media representada por 3,2 millones de monotributistas y cierra filas con un ajuste para los "propios", que es a quienes se dirige. Una decisión descontextualizada teñida de prejuicios; una medida que no integra, sino que divide y "castiga" a un aportante legítimo, pero que genera una adhesión oscura asociada al metro cuadrado de cada uno.

Lo cierto es que el desarrollo de Lovemarks implicó para Kevin Roberts años de estudio e investigación. En la arena política, donde las pasiones afloran y donde el producto es el ciudadano cuya interpretación de la realidad es diseñada orgánicamente, posiblemente le hubiera costado menos trabajo.

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