La gestión de la YPF estatal está lejos de las promesas iniciales de Cristina Kirchner y presenta un gran deterioro respecto a la de Repsol, la compañía española que todavía reclama cobrar la indemnización por su abrupta salida.

En el mercado resumen el fracaso del CEO Miguel Galuccio en una mala gestión, salpicada acaso por nichos de corrupción y un volumen de empleados y contrataciones desconocidos, que está drenando la compañía y ubicando a YPF en una delicadísima situación financiera.

Los primeros en advertirlo parecen haber sido Julio de Vido y Axel Kicillof, quienes ya no aparecen en los anuncios de lo compañía ni se pelean a los codazos con Galuccio por ser la cara visible de lo que poco a poco se intuye, podrá ser otro gran fracaso de gestión de la era kirchnerista. Al menos, eso es lo que se desprende de los propios números que presentó YPF en los balances e informes periódicos que entregó a La Bolsa.

Aislado y sin buenas noticias para ofrecer, el futuro del entrerriano es incierto y una de las versiones es que no seguirá después de las elecciones. En el Gobierno no cayeron nada bien la serie de declaraciones en las que enfatizó lo evidente: El país vive una severa crisis energética. Pero no es la primera vez que enfrenta este tipo de rumores, así que habrá que ver si en esta ocasión se concretar.

Lo que ya es una realidad es que su gestión tine poco y nada de la "magia" que le atribuían a Galuccio en el mercado. Ningunod  elos objetivos anunciado por el gobierno se concretó. Kicillof fue el mayor promotor de la estatización de YPF hacer tomas de ganancias y girarlas al exterior en vez de invertirlas para aumentar la producción de hidrocarburos.

La comparación entre los balances de YPF en marzo de 2012 -último mes de la gestión Repsol- y junio de este año, a los que accedió LPO, refleja que ninguno de sus objetivos se cumplió y todo sigue igual o peor. Objetivamente, la compañía vale menos, gana menos, produce menos, pero debe mucho más. Es lo que reflejan los propios números de la compañía.

La deuda bancaria y financiera de YPF creció un 120%: pasó de 10.967 millones de pesos a 24.940 millones de pesos, número que alcanzó con la deuda de 150 millones de dólares que acaba de emitir en Wall Street.

A estos números, además, hay que sumarle una deuda impaga con los accionistas por la expropiación, que aún no fue salada y se discute en los tribunales internacionales.

Galuccio no puede justificar el aumento de la deuda en una mayor producción -al asumir prometió que rápidamente mejoraría un15%-: Sus propios balances del primer trimestre de este año lo desmienten: Las ganancias cayeron un 2,8% y la producción de crudo y gas cayeron un 0,7% y un 3,7%, respectivamente.

El supuesto aumento de inversiones tampoco es consistente con la deuda tomada. Galuccio dice que crecieron las inversiones en 4282 millones, si se contabiliza la inflación y la devaluación del dólar, que es la moneda constante del mercado. El crecimiento de la inversión no llega al 40%.

Por si fuera poco, la deuda comercial, que es la contraída con los proveedores, no para de crecer y pasó de 9856 millones en marzo de 2012 a 15.730, es decir un 60% más.

Por otro lado, el yacimiento de Vaca Muerta -la gran apuesta de Galuccio- sigue sin arrancar, pese a las promocionadas alianzas con Chevrón y Dow Chemical, que hasta ahora muestran más efectividad en el marketing que en la realidad de frenar el declino de la producción. De hecho, Galuccio en una jugada desesperada está tratando de volver a potenciar la exploración convencional, presionado por la importación de combustibles que en el primer semestre ya batió todos los récord.

En el mercado hay incertidumbre por semejante fracaso, que dejaron en el olvido las promesas de un 15% de incremento de producción con recursos propios, o el fin de un endeudamiento serial que parece no tener fin.

La Presidenta es conciente de este fracaso, que se suma al de Aerolíneas Argentinas, y sabe que su asediada gestión ya casi no tiene oxigeno político para seguir sosteniendo gestiones ineficientes. Acaso por eso, ayer intentó una defensa de Galuccio (ver recuadro), en la que curiosamente eludió toda referencia a números concretos.