Una sucesión de hechos en la misma dirección puede ser una cadena de coincidencias o el emergente de un movimiento profundo, que une los puntos de hechos aparentemente inconexos. En el Pro ya se habla abiertamente de la existencia de un pacto secreto entre Cristina Kirchner y Mauricio Macri.

A simple vista la versión parece disparatada ya que Macri es el hombre que le infringió al kirchnerismo las derrotas más humillantes. Pero aproximando la mirada se observa que nunca estuvo cerca de discutir el poder real, acaso lo único que le importa a los ocupantes de la Casa Rosada.

Es que la propia potencia electoral que exhibe Macri alimentan las sospechas en lugar de disiparlas ¿Porqué Macri resignó un proyecto presidencial que a la luz de lo ocurrido en Santa Fe y Capital tenía chances interesantes de prosperar? Jaime Durán Barba suele decir que las derrotas en política son derrotas aunque se trate de peleas heroicas. Y que más vale ganar una alcaldía que perder la Presidencia.

El razonamiento se entiende desde su negocio de consultor: vender triunfos es más fácil que vender derrotas. Pero es una profunda estupidez política. Lula no esperó hasta estar en “condiciones” de ganar la Presidencia de Brasil, perdió tres elecciones presidenciales consecutivas hasta que en el 2003 se convirtió en el presidente más votado de la historia del Brasil con el 61,27%.

Lo que no explica el teorema de Durán Barba es que gobernar un país es mucho más que un golpe de suerte o una campaña afortunada. Requiere de una estructura política nacional que en el caso del Pro –que no la tiene- bien pueden sucesivas campañas presidenciables ir construyéndola. O sea, se gana en el camino, no se pierde. Se suman gobernadores, intendentes, diputados, senadores, se construye poder, se madura, se entiende como funciona la Argentina real, se arma en definitiva una plataforma para hacer pie y no ser apenas otro producto de la coyuntura y los medios. De hecho, Lula pudo dar vuelta Brasil, porque en el camino de sus derrotas creó esa herramienta formidable que es el PT.

En ese sentido, hoy el proyecto Macri 2015 adolece de todos los graves problemas que sufría la candidatura del 2011. Es un muy buen candidato sin partido, ni base político territorial. Del Sel casi gana Santa Fe, pero como una kniatura de lo que padece Macri a nivel nacional, no tiene ni un intendente y la mayoría de las cámaras legislativas quedó en manos del peronismo. La pregunta no es si Macri puede ser Presidente sino que clase de Presidente quiere ser.

En el macrismo afirman que no necesitan la estructura del PJ para gobernar porque ellos apuestan al “diálogo” y el “consenso”. Sería bueno que miren de nuevo lo que le ocurrió a Obama, o mejor dicho lo que le podría haber ocurrido sino tuviera el Partido Demócrata la mayoría del Senado. Hoy su presidencia sería una ruina humeante aplastada por la intransigencia del Tea Party. Aún con una formidable maquinaria de poder como la que conduce, Obama la está pasando mal. Es sabido que al consenso en política se llega siempre desde posiciones de fuerza, nunca desde la debilidad o la súplica. El ejemplo de De la Rúa es elocuente en ese sentido.

Indicios de un acuerdo

De manera que la pregunta es ¿Por qué Macri postergó, al punto de volverlo a foja cero, su proyecto presidencial? ¿Qué intereses profundos, no visibles, incidieron en una decisión que nunca se terminó de explicitar con claridad?

Un amigo de Macri desde sus inicios en la política, reveló que en las horas críticas, cuando meditaba su decisión más importante, Macri le expresó dos temores muy concretos: “Tengo miedo de ir preso o que metan en cana a mi viejo”. Se sabe que Franco Macri es kirchnerista, por oportunismo o convicción no importa. Pero también es evidente que el hombre tiene más de un flanco en su pasado, que podría ser aprovechado por la Casa Rosada, si tuviera la voluntad de hacerlo.

La relación política de Macri y Cristina es funcional. Ella elige un mal candidato para la Capital y le complica la campaña; él se baja de la presidencial, no apoya a ninguno de los líderes opositores y deja a su partido a la intemperie. Aún ahora, cuando podría ser el articulador de un espacio que enfrente al kirchnerismo, cuando faltan días para la instancia clave de las primarias, elije irse de vacaciones. Más allá de lo que digan, los pasos que dan la Presidenta y el jefe de Gobierno son de cooperación. Lo son en términos de poder, uno en la Ciudad otro en la Nación. El resto es cotillón para los medios. Globos y serpentina.

Algo de esto piensa la mayoría del Pro que ayer, desobedeciendo las instrucciones de su líder, emitió un comunicado público en respaldo a la candidatura de Duhalde. Es lógico, a nadie le gusta suicidarse o meterse en política para no participar.

Pero veamos la cola, las patas y el hocico del perro. El kirchnerismo es de manual y repite una fórmula eficaz. Donde ve un adversario peligroso, le crea una causa judicial –o muchas como en el caso de Clarín- y lo fuerza a negociar. Si la negociación se produce, luego llega el premio, que siempre tiene la forma del dinero. Contratos, concesiones, partidas presupuestarias, negocios privados, semi privados, lo que sea, pero es dinero.

Cristóbal López y su socio Federico de Achaval tuvieron la habilidad necesaria para construir una buena relación con Nicolás “Nicky” Caputo y José Torello, los socios reales de Macri. Justo en el medio del ballotage, el jefe de Gobierno se olvidó de denunciar el leonino acuerdo del juego entre la Nación y la Ciudad, y Cristóbal López recibió el “regalo” de cuatro años más de concesión para sus dos barcos Casino y el Hipódromo de Palermo. Nadie sabe cuanto factura realmente, pero se calcula –muy de mínima- que sólo con las maquinitas de Palermo recauda unos 1.600 millones de dólares por año. La Ciudad recibe en compensación 260 millones de pesos. Renovó ese trato sin exigir ni una miserable actualización por la inflación. En la Coalición Cívica, muy moderados, estiman que sin esfuerzo podría estirarse el canon a 1.000 millones.

La causa de las escuchas luego de estallar en amoniciones -difundidas en los medios kirchneristas- sobre futuras revelaciones impactantes, diálogos explosivos de personas muy cercanas al jefe de Gobierno, ingresó en un sopor que sigue hasta nuestros días. Oyarbide procesó a Macri y ahí se detuvo. LO llevó hasta la puerta del tren fantasma y luego se distrajo con la mafia de los medicamentos, Schoklender y lo que gusten mandar.

¿Durán Barba en Olivos?

“Traiganme a Durán Barba”, dicen que pidió Cristina luego de elogiar la campaña macrista. Por estas horas se habla en el Pro de una reunión del consultor de Macri con la Presidenta, o con su gente de confianza. Versión que previsiblemente ambos negarán. Como también seria pura coincidencia que el ecuatoriano se muestre gentil con el kirchnerismo justo después que lo denunciaron por realizar una campaña sucia, y la justicia se metió a indagar sobre su red de socios y sociedades. El mismo método, el mismo resultado, podría arriesgarse.

Pero vayamos a los hechos. Ayer Amado Boudou, el hombre que decidió tomar la responsabilidad de garantizarle a Cristina el mejor resultado posible en Capital –ahora la pelea es en serio-, estuvo en Villa Urquiza con una campaña que tiene la marca registrada del ecuatoriano.

No se vieron bombos ni los cánticos exaltados de La Cámpora convocando a la “liberación nacional”. Boudou caminó tranquilo por las veredas, charló con los vecinos y tocó timbres al mejor estilo Pro. “Los kirchneristas están macrizando su campaña”, alertaron algunos macristas. ¿Pura casualidad o apenas otro eslabón en un concierto de gestos de reciprocidad?

O dicho de otra manera: ¿por qué Macri libró a la buena de Dios a su candidato Federico Pinedo, que deberá enfrentar las primarias como un huérfano desarrapado, con lista corta y su líder fuera del país?¿No hubiera sido más sencillo acordar una lista porteña, al menos con Duhalde y porqué no con Alfonsín?

Pinedo marcha a un matadero que no se merece y acaso Cristina y Boudou se den el gusto de ganar allí donde perdió Filmus, con la lista de diputados que encabeza Felleti. Lo que se observa es que las decisiones del jefe de Gobierno evitan poner en riesgo –aunque sea de manera lateral-, el proyecto reeleccionista de Cristina.

Francisco de Narváez cometió muchísimos errores, pero su discusión con Macri siempre giró por el mismo eje: el empresario no creía que el jefe de Gobierno finalmente disputaría la Presidencia. Es decir, la alianza que derrotó a Néstor Kirchner seguramente seguiría en pie si Macri hubiera mantenido su candidatura.