El gobierno, presionado por una tenaza fiscal
Ante la urgencia fiscal que tiene la administración Kirchner y la falta de créditos externos, se decidió pagar la deuda con el Club de París con reservas del BCRA, avasallando su autonomía constitucional, una medida que podría provocar más inflación.
La administración de Cristina Kirchner se encuentra ante un gravísimo problema fiscal. La caída de los precios internacionales de las commodities y la consecuente reducción en la recaudación por exportaciones, además del veto del Congreso a las retenciones móviles que le hubiera permitido volcar en las arcas del Estado 1.500 millones de dólares, y la imposibilidad de pedir créditos en el exterior después del default a excepción de los que les da el amigo Hugo Chávez con una tasa del 15%; son algunos de los indicios.

Pero el kirchnerismo ha resuelto liberarse de cualquier atadura institucional para superar la amenaza de un nuevo default sin recurrir a un plan de ajuste, explica Carlos Pagni en el diario La Nación. Esa decisión está cifrada en varias cláusulas que el Poder Ejecutivo redactó en la última semana: en dos de ellas se autoriza el uso de reservas del Banco Central para financiar al Tesoro y en la otra se elimina la prohibición que pesa sobre el Banco Nación para financiar a las provincias.

Encriptada en esta trama jurídica, que el Congreso discutirá en las semanas venideras, se esconde una confesión de Cristina Kirchner: la urgencia fiscal vuelve a ser una de las mayores debilidades de la economía argentina. Es decir, el Gobierno terminó de darse por enterado de algo que ya habían diagnosticado los especialistas, los mercados y hasta un financista tan afable como Hugo Chávez, que se cubrió con una tasa del 15% para extender el último préstamo.

La autorización para que el Ministerio de Economía se sirva de las reservas del Central es otro sketch de la comedia del pago al Club de París. El directorio del Banco no iba a autorizar esos fondos, que sólo podrían destinarse a saldar las deudas de la institución con organismos multilaterales de crédito. No las del Tesoro con una asociación, como es el Club.

Para salvar el desacierto, el artículo 16 del decreto de ampliación presupuestaria que firmó la señora de Kirchner exceptuó al Banco Central, para el caso del Club, de la prohibición de conceder préstamos al Gobierno que establece su Carta Orgánica. Como se ve, la Presidenta decidió debutar a lo grande en la emisión de ese tipo de normas que se había jurado no firmar. Su decisión de avasallar la autonomía del Central fue, además, un generoso saludo a otro debut: el del ex titular de esa entidad Alfonso Prat-Gay como candidato a diputado de la Coalición Cívica. Prat-Gay advirtió que "la medida es de una enorme gravedad institucional porque debilita al Banco Central de un país que ya soporta una inflación del 30% anual".

Quienes accedieron al canje de 2005 deberían estar más contentos. Para ellos el Gobierno preparó otra modificación de la Carta Orgánica del Central. La del artículo 20, que fija los límites de las transferencias de reservas al Tesoro con el objetivo de evitar que esos préstamos aumenten la oferta monetaria y tengan efectos inflacionarios. En el cálculo de esos topes están excluidos los pagos a organismos multilaterales: se supone que, en este caso, el dinero no se volcará al mercado y, por lo tanto, no tendrá efectos sobre los precios.

Pero el Ejecutivo acaba de agregar otra excepción (artículo 72 del proyecto de Presupuesto 2009): para calcular el monto del préstamo tampoco se tendrán en cuenta los pagos en moneda extranjera. El detalle es crucial: revela que el Gobierno no descarta echar mano de las reservas del Central para pagar los vencimientos de deuda del año próximo, unos US$ 9000 millones. Habría que descartar, entonces, que en 2009 haya cesación de pagos, pero a cambio de una mayor desprolijidad económica e institucional. Detalles que no molestarán a los operadores financieros: como se ve a escala global, ellos se pueden mover sin reglas. Al contrario, estas expansiones de los Kirchner llevarán alivio a quienes compraron títulos públicos. Aunque no más que eso. El mercado todavía espera que se reduzca el gasto y, sobre todo, que se normalice el Indec.

No hay indicios de que esto último vaya a ocurrir. Salvo uno: Cristina Kirchner estudia desdoblar el Ministerio de Economía en uno de Hacienda y otro de Producción. Eso sí, todavía no apareció el economista dispuesto a aceptar sin la remoción de Guillermo Moreno y sin la regularización de las estadísticas.

Rescatar bonos con reservas puede provocar más inflación

Mientras tanto, la utilización de las reservas para rescatar bonos puede tener efectos negativos sobre la inflación. Por dos razones. La primera: los préstamos del Central al Tesoro no tendrían un efecto monetario neutro. Si el bonista al que se le paga es un residente que decide cambiar por pesos los dólares que recibió, habrá aumentado la cantidad de dinero. La segunda consecuencia de las licencias que se están tomando los Kirchner es que reinauguran la posibilidad de emitir moneda para solventar el gasto corriente, mecanismo que estuvo entre los principales factores inflacionarios de la historia económica argentina.

Estos interrogantes indican la presión que ejerce la tenaza fiscal sobre el Gobierno. Sobre todo si la suerte abandona al matrimonio y los precios internacionales de las commodities siguen cayendo, alternativa no evaluada al redactar el presupuesto. En ese proyecto de ley aparece otro síntoma de los apuros del Tesoro: se suprime la prohibición de prestar dinero a las provincias que le fija al Nación su Carta Orgánica. El sueño productivista de Mercedes Marcó del Pont será pronto fiscalista.

Son urgencias de la política. Los Kirchner ya no se sostienen en la amistad de consumidores de capital simbólico, como Chacho Alvarez, Rafael Bielsa o Luis Juez. Quedaron a merced del humor de los gobernadores (Chaco, Chubut, Santiago, Salta y Santa Cruz son las provincias que más aumentaron su participación en el gasto nacional) y de los intendentes del Gran Buenos Aires. Gente que, en general, sólo habla de plata.