Los argentinos hemos transitado en el 2016 el año más difícil desde la crisis del 2001. Todos los indicadores económicos se derrumbaron en un contexto inflacionario que superó el 40%[1] y una pérdida de capacidad de compra del salario del 6% en promedio, aunque mucho más intensa en los trabajadores de menores ingresos, cuya inflación superó el 46%. La política de endeudamiento irresponsable[2] del Gobierno es el respirador artificial de un modelo económico errático y asfixiante de los sectores populares.

El panorama no parece mejorar para el sector trabajador. La reforma laboral presentada por el Gobierno pretende imponer condiciones de precarización en pos de una supuesta búsqueda de competitividad del trabajo nacional. El mundo nos exige bajar el "costo" del salario esgrimen los empresarios transitoriamente al frente de responsabilidades en diversas oficinas públicas de la Administración Pública nacional.

El Gobierno renuncia a un modelo de desarrollo, al estilo alemán, que demanda sostener políticas de planificación estatal durante décadas, un activo rol del Estado y sólidos consensos entre Estado y el sector del capital, financiero y del trabajo. Con convicción y optimismo se zambullen en el remanido sendero de la "liberalización de las fuerzas de la producción y el trabajo"[3] que nos condena a empleos precarizados y bajos salarios y la profundización de la desigualdad, como ocurre en el sudeste asiático y México.

Según datos oficiales del Ministerio de Trabajo se han destruido 62.504 empleos formales en el sector industrial, caracterizado por sus salarios sobre la media. La apertura económica tiene un palpable impacto en nuestra industria y refleja un déficit de la balanza comercial sin precedentes. Argentina se abre frente a un mundo que se cierra. La reforma tributaria, amenazante de las economías regionales, profundizó la congoja y resistencia en distintos rincones del país. Luego de su marcada caída ciertos, sectores de la economía muestran tibios signos de recuperación, sin alcanzar los niveles de 2015, y desnuda que unos de su principales puntos débiles se encuentra en el mercado de trabajo.

UMET

El escenario descrito confirma una precarización del empleo a través del riesgo del desempleo que permite la imposición de condiciones de menores derechos laborales. La brutal reforma laboral brasileña, que no pretende desandar sólo los derechos de las gestiones de Lula Da Silva, sino avanza contra los consagrados por Getúlio Vargas, es el norte del sector empresario y del gobierno. Las desafortunadas intervenciones de Paolo Rocca y Marcos Galperin en el Coloquio de Ideas en Mar del Plata así lo confirman.

El informe realizado por el Observatorio de Empleo, Producción y Comercio Exterior de nuestra universidad confirma que la gestión de Mauricio Macri, en el terreno del trabajo, se caracteriza por la caída del peso de los trabajadores asalariados registrados a costa de los monotributistas, que refleja el crecimiento de contrataciones precarizadas, con menores niveles de protección y de salarios. El empleo privado asalariado registrado cayó en 17.000 trabajadores desde noviembre de 2015. Como fue mencionado es marcada la caída de puestos de trabajo en los sectores de mejor remuneración y crecimiento en los de peores salarios. Asimismo, vale remarcar que la población en edad laboral sigue creciendo, lo cual agrava aún más la situación.

UMET

El escenario actual confirma una debilidad del sector privado en generar empleos en relación de dependencia y es un primer síntoma de precarización laboral. Los números publicados por el Ministerio de Trabajo confirman que los trabajadores asalariados registrados del sector privado se encuentran, en agosto de 2017, por debajo de los niveles de noviembre de 2015. De igual modo, el desempeñó de los puestos de trabajo asalariados registrados privados confirma una trayectoria hacia la precarización. Los trabajos con salarios promedio por encima de la media han caído y se han creado trabajo en aquellos de salarios inferiores, como lo son en el sector de la construcción y el comercio.

Los primeros encuentros entre el Gobierno, empresarios y sindicatos, luego de la convocatoria pos elecciones no parece alentadora. No se refleja un esquema de concertación y diálogo: el gobierno intenta imponer su mirada y busca la legitimación a sus reformas de ajuste y restricción de derechos por parte de las organizaciones sindicales. Los editoriales en los principales diarios incluso alertan sobre la coacción y amenazas que se ejercen sobre la dirigencia sindical. Los desafíos que se le presentan a la Argentina son demasiados complejos como para negar la posibilidad de verdaderos espacios de encuentro para lograr que el beneficio del crecimiento llegue a todos los sectores de nuestra sociedad y no termine concentrándose en unos pocos, como ha ocurrido en la administración de Carlos Menem y en estos 23 meses de gestión de Mauricio Macri. 

[1] Inflación 2016: 40,9% según el Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET) fundado por nuestra Universidad, el Centro de Innovación de los Trabajadores (CITRA), nuestro centro de doble dependencia con el Conicet, y un colectivo de 50 organizaciones sindicales.

[2] Se emitió deuda por más de 156 mil millones de dólares desde que asumió el nuevo gobierno, de los cuales 77 mil millones de dólares corresponden a nueva deuda, datos del Observatorio de Deuda Externa de nuestra Universidad.

[3] Fragmento del Inciso B del Artículo 1ero del proyecto de reforma laboral del Gobierno.