El conflicto en Medio Oriente altera los planes de la campaña republicana y cambia los lÃmites del debate. |
A mediados de octubre del año pasado Donald Trump visitó Dallas. Protagonizó uno de sus tÃpicos shows proselitistas en el American Airlines Center y luego en la noche cenó en Highland Park con Roy Bailey y Ray Washburne, dos de sus donantes predilectos de Texas y que en 2016 consiguieron que Dallas fuera la ciudad que más dinero aportó a la campaña presidencial que lo definirÃa como ganador.
Esa velada, ante figuras rutilantes del partido republicano en dicho estado, como el senador John Cornyn, Trump dijo que habÃa que estar muy pendiente del caucus demócrata de Iowa, pautado para el 3 de febrero. Es una fecha clave de la primaria demócrata y en la cual el presidente de EU dijo que esperaba que quedaran en evidencia las ideas que demuestren que la campaña no es contra los demócratas, sino, contra el comunismo. Una noción que Trump comenzó a construir el verano pasado, según la periodista de The Wall Street Journal, Kimberley Strassel.
La escalada bélica en Medio Orienta amenaza con descarrilar esos planes. La que serÃa una campaña asentada en la polÃtica interior en una dinámica "sistema (republicanos)-antisistema (demócratas)" ahora gira hacia un conflicto externo y expone a Trump en algo poco habitual en él: tener que explicar porque da marcha atrás con una promesa de campaña. El magnate se cansó de reiterar que él no gastarÃa dinero de los contribuyentes en guerras. El envÃo de 3500 tropas a la región más caliente del momento aparece como una contradicción ineludible.
La situación es muy incómoda para Trump porque el argumento para ejecutar a Qasem Soleimani fue que se avecinaba una acción inminente contra la seguridad de EU que tenÃa en este general a su cerebro principal. El fin de semana The New York Times y The Washington Post publicaron artÃculos citando a fuentes anónimas del Pentágono y la CIA que ponÃan en duda esa urgencia. La Casa Blanca no puede explicar más de lo dicho porque hacerlo implicarÃa un nuevo conflicto con los generales.
La conveniencia o el error de la muerte de Soleimani queda como un interrogante para el destino. Arquitecto de la geopolÃtica de Medio Oriente, punto de encuentro entre los militares y los religiosos que gobiernan Irán, enemigo acérrimo del ahora extinto Estado Islámico. La gama de grises en su existencia es notable. De ahà la convulsión que agita su desaparición.
En el circuito diplomático en Washington la duda que sobrevuela por estas horas es hasta qué punto la situación de Irán va a terminar impulsando las chances ya sea de los demócratas de centro como Joe Biden o de los antisistema como los senadores Bernie Sanders o Elizabeth Warren. La respuesta que esbozan en la delegación mexicana es que todo dependerá de si en las próximas semanas se enfrÃa el conflicto. Algo que ahora parece inviable, casi imposible.
La tesis que esbozan cerca de Martha Bárcena es que Mike Pompeo se va a acercar al Kremlin para que Vladimir Putin, un aliado de Teherán, encause una negociación por la cual Irán reduce su polÃtica expansiva en materia de arsenal nuclear a cambio de que EU retire las sanciones a la economÃa del paÃs persa, una economÃa que, por cierto, ya está muy afectada por la baterÃa de medidas diseñadas por Steve Mnuchin. Esa visión podrÃa pecar de un exceso de buena fe.
Si la tensión se incrementa y se produce un ataque frontal contra EU, Trump buscará su reelección en un paÃs en estado de guerra. Medicare, migración, impeachment, el pleno empleo, Wall Street y el "America First" quedarán muy en segundo plano. La campaña que llegará puede ser para Trump o la de George W. Bush en 2004 cuando le ganó a John Kerry con el discurso de "defender a la nación" o la de John Mc Cain en 2008, que perdió contra un Barack Obama que prometÃa retirar las tropas de Afganistán e Irán.
Para México y para la administración de Andrés Manuel López Obrador será un desafÃo de alta complejidad porque Pompeo ha conseguido todo lo que le ha pedido a Marcelo Ebrard en materia de migración, comercio, seguridad e incluso diplomacia, cómo se evidenció con la salida discreta de Evo Morales de la CDMX. La escalada iranà aparece ahora como un lÃmite de alta densidad.
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