Geopolítica
Medio Oriente en el G3
Por Horacio Lenz
Una vez terminada la Primavera Árabe, los coletazos más determinantes se centraron en Siria, donde Moscú tiene intereses que proteger como son sus bases de la Fuerza Aérea en Latakia y la Armada en Tartús.

EEUU y Rusia mantienen una fuerte disputa en el Medio Oriente que viene de la Guerra Fría, y que antes se manifestaba entre los pueblos del Oeste y el Este del mundo y, más entrada la modernidad, cuando Francia y Gran Bretaña marcaron su influencia en el área.

Ya en nuestro tiempo, luego de la II Guerra Mundial, la ONU se vio obligada a resolver la situación del pueblo judío otorgándole el reconocimiento a partir del 1948, en un Estado Nacional Judío localizado en las regiones de Judea, Samaria y Galilea. El pueblo judío presionó políticamente a las autoridades europeas coloniales intervinientes para su retirada de la región usando todos los instrumentos políticos a su alcance y acompañando esto con el proceso migratorio desde Europa una vez terminada la II Guerra, con sujetos que venían con el deseo de instalarse en la tierra prometida y construir los cimientos de una nueva nación que acogiera a todos los hijos de Abraham.

Pero esta situación repercutió de modo negativo en el resto de los pueblos del área, sobre todo en los árabes, que veían esta situación como una afrenta ya que ellos también habitaron por siglos las tierras palestinas. Este conflicto entre el pueblo judío ya dentro del Estado de Israel, y los pueblos árabes detrás de muchos Estados pero sin representar cabalmente a los palestinos, perdura hasta hoy atravesando sucesivos períodos de guerras con periodos de paz y negociación, con la participación más o menos directa de los EEUU y la URSS en cualquier matiz del conflicto.

Con el paso del tiempo Israel consolidó la posición en la región a través de una estrategia que combinó su capacidad militar convencional y la buena información para prevenir ataques contra su territorio, con el arte diplomático de negociación bilateral con cada uno de los países árabes, comenzando por Egipto, continuando con Jordania y el Líbano, y manteniéndose en situación de guerra permanente con Siria, sobre todo después de que Israel se apoderó en la Guerra de los Seis Días de 1967 de las Alturas del Golán y del Mar de Galilea, reserva estratégica de agua dulce en una zona donde impera el espacio desértico. Las virtudes señaladas hicieron del Estado de Israel, tras estar constantemente al límite del abismo, no solo una potencia regional en todos los sentidos sino que hoy además se platea acciones diplomáticas en zonas ajenas a su pertenencia geográfica de modo de intensificar su presencia global.

Pero el Medio Oriente de hoy tiene otros agentes que influyen y donde cada uno es parte del conflicto, pero también necesario para la solución. Las cuestiones variadas como los recursos energéticos, el control del desierto, la presencia en el Mediterráneo, el puente al Asia Central, los conflictos religiosos fuera y dentro del islamismo entre chiitas y sunitas, hacen que en este espacio tengan que opinar el conjunto de la Estados de la región: Jordania, Siria, Líbano, Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Turquía, Irán y Egipto como participes territoriales; los pueblos sin estado como kurdos y palestinos; y EEUU y Rusia como potencias globales de marcada influencia en el área.

Luego de la guerra del Yon Kippur de 1973 entre Egipto e Israel y con la paz firmada en 1977 en los Acuerdos de Camp David con el auspicio del expresidente norteamericano Jimmy Carter y acepados por el presidente egipcio Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menájem Beguín, EEUU fue marcando una influencia mayor en el área que se consolidó luego de la caída de la URSS. Este predicamento regional americano fue monopólico, sólo atravesado por enfrentamientos menores donde Washington nunca perdió el control.

Pero a fines de la primera década de este siglo, la irrupción de la llamada revolución política de la Primavera Árabe trastornó el orden político de la región y los idearios de la democracia como paradigma, y derivó en autocracias religiosas y países que se sumieron en graves conflictos internos donde la anarquía y el vacío de poder se apoderó de Medio Oriente, contagiando también a los países del norte de África. El drama de la guerra, el vacío de poder y la anarquía se extendieron en muchos países árabes, y continúa en la guerra de Siria que constituye hoy la centralidad del conflicto en Medio Oriente.

Siria, centro de gravedad

Una vez terminada la Primavera Árabe, los coletazos más determinantes se centraron en Siria, donde Moscú tiene intereses que proteger como son sus bases de la Fuerza Aérea en Latakia y la Armada en Tartús. El presidente Vladimir Putin reaccionó contra las acciones militares que pretendían remover al gobierno sirio de Bashar Al-Asad, defendió a su aliado estratégico y reconquistó su posición gravitatoria en la región, reconfigurando el mapa de poder e incorporando nuevos actores a la discusión como Irán, consiguiendo un aliado nuevo (antes insospechado) como Turquía que le garantiza la salida al Mediterráneo de la Flota Rusa de la Base de Crimea en el Mar Negro y pasando por la soberanía turca de los Estrechos de Bósforo y Dardanelos. Turquía se trasformó, de este modo, en la autopista marina de la flota rusa. A su vez Rusia garantizó la seguridad de Israel, pero tensionando con Arabia Saudita.

De esa manera Moscú se instaló en la región y desplazó a los EEUU, que se retrajo después de los malos resultados políticos de la Primavera Árabe impulsada por la administración de Barack Obama. Bashar Al-Asad continúa en el poder en Siria, que es el centro de gravedad del Cercano y Medio Oriente, pero sin soberanía para ejercer esa ventaja. Convergen en el área intereses distintos como son los de Turquía, Israel e Irán, más las potencias extrarregionales en cuestión. Con la asunción de Donald Trump los EEUU pretenden volver a la región y respaldar a sus aliados históricos, y de esa manera también confrontar con Rusia. Su retorno para influenciar lo hizo desde acciones de carácter militar con ataques al Ejército Regular Sirio con misiles cruceros BGM Tomahawk desde naves en el Mediterráneo Oriental. Pero la guerra ya estaba acabada y el gobierno sirio, con ayuda de Moscú, se sostuvo.

Los últimos bombardeos americanos a regimientos del Ejércitos Regular Sirio fueron el anuncio del retorno pretendido de EEUU a la región, para estar presente en el momento de la salida del conflicto e intervenir políticamente en el nuevo diseño regional. Esta pretensión, más allá de la importancia económica, se debe a que su ausencia territorial desampara aliados e impacta de modo negativo en la política global de Washington.

En la región también perdura otro conflicto invisibilizado en la información mediática ordinaria pero que se prolonga en el tiempo: el Kurdistán como territorio y los kurdos como pueblo. El primero abarca una amplia faja de entre 390.000 y 500.000 km2 y se expande por Turquía, Siria, Irak e Irán. Se trata de una población de 36 millones con cultura y lengua (kurdish) propia. Este conjunto de elementos produce enfrentamientos dentro los países en cuestión, pero en Turquía la problemática es mayor por la dimensión territorial que ocupan: allí vive el 45% de la población kurda.

Otro de los aspectos a tener en cuenta son los combates de baja intensidad y el intercambio de misiles entre Israel e Irán. El lugar de confrontación es territorio neutral de Siria y es en el único espacio donde pueden hacerlo de modo convencional.

La reconfiguración del nuevo escenario de Medio Oriente impone renovadas categorías de naciones relevantes. La nueva geopolítica energética sobre combustibles fósiles define la presencia y retirada de países en la región. La capacidad adquirida sobre las tecnologías del shale oíl hace que Medio Oriente cobre una relativa importancia para EEUU, a diferencia de lo estratégico que era hace unos años. Otras naciones incidirán en el área más como presencia en el espacio por cuestiones geoestratégicas que como lugar de intereses económicos. Este cambio de rol produce la necesidad en Israel de buscar, en las Américas y otras regiones, puentes que permitan sostener relaciones más profundas de carácter político.

En el mapa de Medio Oriente también ingresan actores antes insospechados como Irán e India. Y persisten antiguos conflictos derivados de la religión, judíos contra musulmanes y entre partes de estos últimos, y a su vez conviven con drusos, cristianos ortodoxos y minorías cristianas maronitas. Los intentos para probar la solución pacifica fue explorada en una serie de oportunidades, con algunos buenos resultados temporarios.

El ex primer ministro israelí Ben Gurión sostenía que el equilibrio en Medio Oriente se alcanzaría cuando las viejas civilizaciones constituidas en Estados modernos se pongan de acuerdo en un protocolo común que atienda el área en el orden general y particular. Las capitales como Tel Aviv, Ankara, El Cairo, Riad y Teherán tienen las llaves para entrar y apoderarse del espacio donde se inició la civilización y construir un escenario de convivencia permanente en clave de paz.

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