Editorial
Ganadería: Empecemos a sumar
Por Matías Strasorier
Han pasado poco más de 15 días desde que el presidente Alberto Fernández anunció los cambios en el gabinete nacional, después de conocerse los resultados de las PASO, y es indudable que a partir de allí, el ministerio de agricultura, ganadería y pesca ha recuperado el protagonismo en la agenda pública del país, con Julián Domínguez como el nuevo hombre a cargo.

Domínguez es un funcionario que ha demostrado tener conocimiento del sector y una visión política y geopolítica, es decir, conoce la importancia del sistema productivo agroalimentario argentino a nivel global. Cuando hace 11 años presentó en Tecnópolis el Plan Estratégico Agroalimentario (PEA), proyectaba para 2020 el crecimiento del sector agropecuario a partir del desarrollo de todo el territorio nacional.

El pasado jueves 30 de septiembre, durante el acto realizado en el museo del Bicentenario, Domínguez puso nuevamente el plan sobre la mesa: el PEA y el primer Plan Quinquenal de Perón, en el aniversario de su implementación. Además, abrió la posibilidad de ampliar el debate sobre el plan de Fomento al Desarrollo Agroindustrial, presentado por el Consejo Agroindustrial Argentino, y propuso que dicho plan contemple lo "Agro Bio Industrial". Sumando a lo agro y lo industrial el conocimiento aplicado, las nuevas tecnologías, biotecnología, bioinsumos, bioprocesos, I+D, además del abordaje insoslayable de la bioeconomía y la sustentabilidad ambiental, acorde a las demandas y necesidades del siglo XXI.

"Los alimentos como bien cultural" es una de las premisas que el nuevo ministro propone como eje para poner en primer lugar su rol social, esto significa pensar la seguridad y la soberanía alimentaria nacional: cuidar la mesa de los argentinos y la rentabilidad los productores es un doble desafío a resolver. Para ello, debe enfrentar un panorama donde la carne vacuna aumentó hasta mayo a un ritmo de más del 4% mensual, superando ampliamente la media inflacionaria. Dando como resultado una significativa reducción en el consumo interno; los argentinos en 2015 consumíamos unos 59 kilogramos por habitante por año, actualmente comemos menos de 50 kg/hab/año, es decir unos 9 kilogramos menos de carne, equivalente a 400 mil toneladas totales.

Un problema que involucra a más de 200 mil productores ganaderos y a 45 millones de argentinos, con fuerte impacto en el salario y el poder adquisitivo, tema cuya centralidad compete a otra cartera del gobierno nacional, pero que impacta directamente en la totalidad de la economía argentina.

En estos primeros 10 días de gestión, el plan del ministro para la ganadería ya se puso en marcha. Una agenda de reuniones con decanos de las facultades de veterinaria, con los gobernadores de las principales provincias ganaderas, con productores del sector, entre otros, muestra que el rumbo es desarrollar un plan ganadero en el que participen todos y que cierre con todos adentro.

La ganadería argentina a principios del siglo XX contaba con un stock de menos de 30 millones de cabezas. Fue posterior al año 1945 cuando el crecimiento comienza a despegar, donde el escenario de postguerra y las mejores condiciones salariales de los trabajadores argentinos, seguramente fueron factores importantes. El punto máximo se logró entre los años 1973 a 1977, cuando el stock superó las 60 millones de cabezas; desde aquel momento el stock ganadero se mantiene en los 55 millones de cabezas, con algunas variaciones.

Hay que considerar que la ganadería es una actividad que requiere sus tiempos de producción y un constante monitoreo, no se "revolea una vaca y después se recogen los frutos". Es una actividad carente de feriados y días festivos; pariciones, bicheras, timpanismos, son algunos de los motivos que le pueden arruinar cualquier actividad social al productor ganadero. La lluvia que arruina un asado en la ciudad, se festeja con emoción en el campo. Conocer de estos pormenores es fundamental para comenzar a romper mitos que reproducen discusiones infundadas.

Argentina produce alrededor de 3 millones de toneladas de carne al año, unas 14 millones de cabezas que van a faena. En el año 2020, se destinó al mercado internacional casi un 30% de la producción, traccionado por la demanda de China. Es decir, solo el 70% se consumió fronteras adentro.

Si comparamos dichos números con el año 2015, cuando el salario mínimo vital y móvil rondaba los 600 dólares, observamos que más del 90% de la producción se destinaba al consumo en el mercado interno. El argentino pagaba 8,8 dólares el kilo de asado en mostrador y consumía 59 kilogramos de carne al año. Estas condiciones se modificaron desde el año 2018 en adelante. En abril de 2021, el precio del asado en mostrador era de unos 6,6 dólares oficiales, y 4,2 si tomamos los parámetros del dólar informal, el consumo estuvo por debajo de los 49 kilogramos por habitante por año.

'Tenemos que explicarle a la gente entonces que no van a poder comer carne porque la tenemos que exportar... Pero no disfrazarla y decir que es una medida equivocada o de enojo con el campo', decía Cristina Kirchner

"Tenemos que explicarle a la gente entonces que no van a poder comer carne porque la tenemos que exportar... Pero no disfrazarla y decir que es una medida equivocada o de enojo con el campo", decía Cristina Fernández de Kirchner durante el cierre de campaña de las elecciones PASO.

La discusión no debe darse en términos de exportación versus mercado interno, si consideramos el potencial productivo de un país como Argentina. Los números no fallan, y "dato mata relato": en 2020 totalizamos un récord de exportaciones de carne vacuna por casi 900 mil toneladas, pero en los últimos años redujimos el consumo interno en casi 400 mil toneladas; mientras que el stock ganadero permanece estable desde hace casi 50 años.

Es momento de sumar al potencial productivo el acompañamiento del estado y sus instituciones, INTA, SENASA, CONICET, Universidades, entre otras. Fortaleciendo a los productores desde el estado. Promoviendo la actividad desde centros de desarrollo ganadero, en los cuales el conocimiento y la innovación, sean pilares de un Plan Ganadero Productivo y Sustentable.

Son tiempos de bioindustrialización de la ruralidad, de nuevas tecnologías, de bioeconomía, bioética y bioprocesos, que permitan mejorar rentabilidad y competitividad en zonas que años atrás eran imposibles. Podemos mejorar los parámetros reproductivos y nutricionales aplicando tecnología de punta, dando el impulso para el crecimiento en la producción, que permita a la vez, exportar y cubrir las necesidades de los argentinos en términos de consumo interno. Es hora de empezar a sumar. 

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