Economía
El trienio perdido
Por Mariano Lanouguere
Mauricio Macri culmina su tercer año de gobierno sin logros en materia económica que repercutan en la población, por el contrario hizo crecer la pobreza para luego criminalizarla.

Se cumplen tres años del día en que Mauricio Macri y compañía asumieron las riendas del Gobierno Nacional, el 10 de diciembre de 2015, luego de ganar por una escueta diferencia el primer ballotage de la historia al candidato del peronismo, Daniel Scioli.

Ya no son tiempos para analizar si la década anterior fue ganada o no, pero estos tres años han dejado algo en claro: fueron perdidos para la historia argentina.

Empíricamente casi no hay discusión: la balanza comercial arrojó en julio un déficit de 789 millones de dólares, un 5,4% por encima de igual período de 2017, y cumplió 19 meses consecutivos de saldo negativo según el INDEC. Las exportaciones a Brasil alcanzaron 1.002 millones de dólares y las importaciones desde ese país 1.434 millones de dólares, con un déficit de 432 millones; las ventas a China sumaron 345 millones de dólares y las importaciones 1.138 millones de dólares, con un déficit comercial en este caso de 793 millones de dólares y las exportaciones a Estados Unidos sumaron 372 millones de dólares y las importaciones desde ese país alcanzaron 733 millones de dólares, registrando un déficit de 362 millones de dólares.

En los últimos 10 meses, la inflación promedió un 38% interanual y los salarios tuvieron un alza de 25%. La inflación proyectada para este año supera el 45% y, además, las propias cifras oficiales muestran que para agosto el 27,3% de los argentinos se encontraba por debajo de la línea de pobreza.

Si hablamos de medicina prepaga, los números son alarmantes: hay un incremento del 8,5% a partir del mes de diciembre. Se trata del último aumento del año. Los anteriores fueron del 4% en febrero; 7,5% en junio, 7,5% en agosto y 8% en octubre. Solo en 2018 aumentaron el 35,5%.

Si se trata de la industria automotriz, los datos también son desalentadores. Tomando algunos de los modelos más representativos de cada marca, el aumento de los 0 km en el año rondan entre 60% y el 100%. El valor del dólar es clave para este sector ya que más del 70% de los 0 km que se venden son importados y los vehículos nacionales tienen la mayoría de las piezas que llegan del exterior. Del 10 de diciembre de 2017 a hoy aumentó 120% el tipo de cambio.

El transporte, una de las mayores preocupaciones de los argentinos, también sufrió gran parte del ajuste. En enero el valor del boleto mínimo de colectivo era de 6 pesos y este octubre se elevó a 13 pesos. Los valores medios pasaron de 14,25 a 15,75. Para moverse por la Ciudad o cruzar a alguno de los puntos del GBA se necesitan 16,50 pesos cuando el recorrido supere los 27 kilómetros. Es decir, en menos de un año se incrementó en un 117%. En las líneas ferroviarias, llega hasta el 118% de aumento.

Si hablamos de pobreza, no podemos dejar de evaluar la Canasta Básica, donde la suba acumulada en los primeros nueve meses del año es del 29,63%: según el Indec, en septiembre una familia tipo necesitó 22.558,17 pesos para no ser pobre (de acuerdo a la CBT, Canasta Básica Total), un 8,1% más que en agosto y un 46% más que hace un año atrás. Asimismo, se necesitaban 9.059 pesos para cubrir la canasta básica alimentaria (CBA) y no ser indigente.

Aumentar la pobreza para criminalizarla

Tras todos estos números alarmantes para el bolsillo de los argentinos, el Gobierno de Cambiemos descansa en sus alfiles a la hora de construir políticas públicas. La última, todavía en la agenda de los medios, es la iniciativa de Patricia Bullrich de, a través de una resolución del Ministerio de Seguridad, cambiar radicalmente el protocolo de uso de armas de fuego correspondientes a las fuerzas federales. Gracias a esta reforma, entre otras cosas, ahora los agentes podrán disparar sin dar la voz de alto o identificarse, e incluso disparar a presuntos delincuentes que estén huyendo. Estas medidas chocan contra el sentido común y los derechos humanos más básicos y elementales; y han despertado contradicciones incluso dentro del propio Cambiemos, desde donde la gobernadora María Eugenia Vidal, esperanza electoral de la Alianza, y Elisa Carrió, quien se autodefine como garante de las instituciones republicanas, se han pronunciado en contra. Allí se nota que Cambiemos tiene más fisuras que consenso, en medidas que son tan relevantes y distinguibles de la dirección de las políticas públicas de la administración anterior.

En otras palabras, en estos tres años ha crecido la pobreza en Argentina, pero también su criminalización y la de sus formas lógicas de expresión: la protesta y las movilizaciones a edificios públicos e icónicos de nuestras ciudades más importantes. Son innumerables los detenidos en huelgas y manifestaciones en las calles, los heridos por represión ilegal y los detenidos por expresarse libremente en el espacio público en contra de este régimen excluyente. También ha aumentado el número de encapuchados en estos eventos: clara política oficial de infiltrar agentes de las fuerzas para mostrar lo dañino y barbárico de las manifestaciones populares.

En un informe publicado recientemente, Unicef afirma que el 48% de los menores de 18 años viven en la pobreza. Pronto se conocerá el informe del Indec, que marcará un aumento de unos cuatro puntos sobre el informe del trimestre anterior y sentenciará que la pobreza es del 32% en la Argentina.

Todos estos números no son más que el resultado de haber, en estos tres años, invertido solo esfuerzo y dinero en el fomento de la timba financiera, en detrimento de cualquier ápice de industria nacional. Argentina sigue exportando productos primarios, dedicándose a la extracción de recursos mineros y pesqueros, a la venta de granos y todo ello sin un atisbo de mayor valor agregado. El Gobierno no ha invertido ni fomentado la creación de industria que pueda reelaborar lo que sale de nuestros suelos, para poder colocar en el exterior productos más caros, equilibrar nuestra diezmada balanza comercial y generar puestos de trabajo. Tampoco ha gastado un peso en educación. La farsa de las becas universitarias dejó a miles de estudiantes fuera de las universidades más populares del conurbano bonaerense y el país. La desinversión en ciencia y técnica, como el desfinanciamiento de programas del Conicet, no hace más que hipotecar nuestro futuro. Cada vez más pibes y pibas de tienen que recurrir a comer a las escuelas públicas, vaciadas totalmente de contención por parte del Estado, que ajustó hasta en las viandas de los almuerzos.

En los últimos tres años, no se encuentra algo que se haya hecho bien o, por lo menos, bien de cara a los millones de argentinos que si dependen de políticas públicas certeras para construir su futuro. Millones de personas en la pobreza están padeciendo un presente sin horizontes claros mientras los grandes capitales se dedican únicamente a recibir beneficios de la renta financiera, con tasas que funden a las pequeñas y medianas empresas, un precio del fluctuante y siempre en alza dólar que no les permite importar insumos y tarifas de servicios básicos imposibles de pagar que no pueden afrontar para poder producir en el día a día y sostener el empleo registrado, que ya acumuló 200.000 bajas solamente en los primeros nueve meses en este año.

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