Hace algunos años Argentina está siendo sometida por parte de un sector político -el que hoy gobierna, justamente- a una radiación constante de relatos que, aunque los números contradigan, se sostienen como un mantra indiscutible. Han hecho profesión de fe de un par de premisas que los dolorosos números recientemente conocidos sobre pobreza y exclusión sanitaria, demuelen de manera frontal. Más de la mitad de los niños menores de 14 años han caído en el ultimo año debajo de la línea de la pobreza y el calendario de vacunación para esa población apenas cubrió el 40% de las obligaciones sanitarias vigentes. Pero eso si: "Tenemos Ministerio".

La pregunta es para qué. De cuánto más que para sumar estructura burocrática ociosa ha servido.

Se nos criticó hasta el hartazgo la decisión del expresidente Macri de organizar el ministerio de Salud en formato de secretaría dependiente de la cartera de Desarrollo Social. Un esquema administrativo que no afectó ni las atribuciones ni las funciones de esa cartera y menos aun sus obligaciones, las que si hoy, ministerio mediante, aparecen subejecutadas en sus aspectos más preocupantes.

Porque el dato de la pobreza ascendente en menores de 14 años se conjuga con otro dato tan escabroso como difícilmente explicable en "idioma pandemia". Efectivamente, los números recientes indican que se abandonó el calendario de vacunación de ese universo poblacional, donde apenas se cumplieron entre el 18% y 14,3% en las vacunas Triple Viral en niños de 1 año y Triple bacteriana para los de 11 años. Es decir, el recientemente repuesto Ministerio no le ha podido garantizar a los niños de esa franja el derecho básico de contar con inmunidad para enfermedades que, sin vacuna, pueden a futuro resultarles mortales aun en etapas jóvenes.

6 de cada 10 menores de 14 años está debajo de la línea de la pobreza y deficientemente vacunados. Los datos aportados por la Oficina de Presupuesto del Congreso Nacional, redactora del informe, consigna que se abandonaron las metas previstas en el programa de atención de madres e hijos y que las evaluaciones del estado de salud de niños de 1º y 6º grado apenas sobrepasaron el 8% de cumplimiento. Sin clases presenciales el "Ministerio" no pudo ni supo cómo abordar el control sanitario de los niños. Y lo abandonó, sin más.

En síntesis, el día que los datos sean la condición indispensable para la construcción del discurso político, es evidente que grandes ríos de saliva evitarán fluir. Mientras tanto, dolorosamente, nos cabe a quienes pretendemos volver a gobernar la dura tarea de remontar un universo de destrucción de corto, mediano y largo plazo con la responsabilidad que siempre nos caracterizó, especialmente encarnizado en tiempo presente sobre el sector más vulnerable, desprotegido y necesitado de cualquier sociedad en el mundo: los niños.