Habían pasado unas horas de la reunión más trascendental en la carrera diplomática de Marcelo Ebrard cuando un grupo inesperado de jugadores entró al ruedo. El mismo día de la reunión con Pence y Pompeo, la delegación que AMLO envió para conseguir el milagro de contener al ogro recibió un documento que no estaría fuera de lugar en un thriller político.

LPO se enteró que la noche del miércoles los funcionarios mexicanos se sentaron a cenar con un grupo de empresarios de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos. El grupo de cabildeo más antiguo del país. El que destina más dinero para mover las decisiones políticas del imperio. El objetivo es claro: defender los intereses de la clase empresarial norteamericana ante los movimientos del Gobierno en turno. Esos intereses normalmente están en sintonía con el Partido Republicano, aliado histórico del organismo que fue creado en 1912.

El documento que los representantes de la Cámara entregaron a Ebrard y Márquez contiene una lista de productos e industrias que más impactarían a Trump en caso de que México impusiera sus propios aranceles contra EU. El sector del campo sería de los más golpeados. Nuestro país es el principal mercado para productos estadounidenses como el arroz, los lácteos, el pollo, la carne, la soya y el trigo. Es el sector que más está sufriendo la embestida del presidente contra China y, abrir otro frente ahora cerca de casa, tendría un impacto brutal sobre estados como Texas, Nebraska, Missouri, Arizona y muchos otros. Todos ellos estados que Trump necesita ganar en noviembre de 2020. Tan sólo el año pasado México compró $3 mil millones de dólares de maíz norteamericano.

AMLO ofreció tropas para contener a inmigrantes y Pence le contestó: "Gracias, pero no es suficiente"

Ni hablar de la industria automotriz. Empresas como Ford, General Motors, Lear, Autoliv y American Axle tienen miles de millones de dólares en juego, y una cadena de suministro que lleva casi treinta años siendo afinada.

Entre 2015 y 2016, cerca de la elección presidencial, la Cámara inyectó casi $170 millones de dólares en esfuerzos de cabildeo. Gran parte del cofre de guerra que desataron durante el proceso electoral fue para la iniciativa que bautizaron como "Salvemos el Senado", enfocada a mantener la Cámara Alta bajo el control del Partido Republicano.

Temían que lo que parecía un triunfo seguro para Hillary Clinton terminara por costarles el sagrado Senado. ¿Y cuál es la importancia del Senado? Mientras que la Asamblea de Representantes posee el poder del monedero, el Senado controla todos los nombramientos judiciales en el país.

Desde hace décadas el movimiento conservador estadounidense entendió que la mejor estrategia para plasmar su visión país es controlar el Poder Judicial, en especial la Suprema Corte y las cortes de apelación. Es este control sobre la Cámara Alta lo que le permitió a Mitch McConnell retener un escaño en la Suprema Corte durante el último año de Obama.

Antes del ascenso inesperado de Trump, sería una locura imaginar que el poderoso grupo de cabildeo conspiraría contra un presidente republicano, el partido del libre mercado y -supuestamente- del Gobierno reducido. El partido de los industriales.

Pero Trump, con un empujón de Steve Bannon, entendió que su base de votantes -clientes y televidentes, en la mente del millonario- no estaba en los think tanks conservadores al otro lado de la Casa Blanca en la Avenida Pensilvania, sino en las oficinas de desempleo en Michigan y en los ranchos de Texas y las cuatro minas que todavía existen en Wyoming. El magnate del pueblo desplegó entonces una cruzada, cimentada en la realidad económica y social, contra el libre comercio. ¿Su primer enemigo? El TLCAN. La joya de la corona de la Cámara de Comercio. El rockstar de los tratados comerciales. La herramienta que colocó en el mapa económico global a México, enemigo número uno en la narrativa antimigrante que dibujó para sus votantes.