Peronismo
 Que vuelvan los botines
Por Federico Otermin
¿Qué recordás de la época de Cristina?, se le podría preguntar a un chico de los barrios del Conurbano. Que jugaba al fútbol con botines nuevos, podría ser una de las respuestas.

El discurso oficialista se construye y constituye sistemáticamente alrededor de la trampa. Seleccionan elementos, los aíslan de su contexto e intentan sacarse de encima el quilombo que armaron. Hace pocos días Macri salió a decir que tenemos que remar un poco más y "dejar de llorarla". Lo dice la cara visible de un Gobierno que no hizo otra cosa que llorar desde que llegó a la gestión, pero ese es otro tema. Lo que sucede con esto es que intenta llevar a la gente a preguntarse si están "llorando" por demás. Si lo que piden o lo que esperan es un "exceso".

Lo que voy a comentar es algo menor, dirían. Un detalle. Pero las cosas importantes están en los detalles. Lo malo de una época de crisis no está solo en la tasa de desocupación, en el número de inflación del último mes o en el último hecho de inseguridad. Hay pequeños cambios en la vida cotidiana que tienen la profundidad de esas variables.

Hoy quiero hablar de "los botines". Los chicos y chicas que les gusta el fútbol saben el valor que tienen. Y los papás y mamás también. Tener botines. Tus primeros botines. Podés empezar a jugar al fútbol en zapatillas de lona, hay chicos que juegan descalzos; pero lo que tenés puesto en los pies habla de vos, de tu esfuerzo, del esfuerzo de tu familia y del valor que cada quien le da al fútbol. De la dignidad. Y se ve en los clubes de los barrios. Cada vez más chicos tienen menos botines. Ya no se ven botines nuevos. Se ven botines viejos, rotos, emparchados. En Lomas visito muchos clubes de barrio, hoy también se convirtieron en merenderos. "Remarla y no llorar", como pidió el presidente, tal vez, para muchos papás y mamás significa resignar eso, decirle a su hijo o hija: "vas a fútbol pero botines ya no te puedo comprar".

Hay cuotas baratas de escuelitas donde los pibes aprenden todo: el juego, sus reglas, el compañerismo. No hace falta agregar mucho más al valor social del deporte en un tiempo como éste. Pero también en ese camino a la escuelita de fútbol se ven todas las marcas de una época: cómo vas, si tenés la cuota al día, si te acompaña tu familia. Y qué tenés puesto en los pies.

Filosóficamente, desde el peronismo celebramos la importancia de las felicidad de las familias argentinas. Lo que pasa en una familia humilde cuando el padre o la madre llegan del laburo con botines nuevos para su hijo. La emoción de una familia con la alegría del chico abriendo ansioso la caja. El estreno en el club. (Yo vengo de una familia de clase media de Banfield, y cuando era chico y me regalaban botines me los ponía de inmediato y los estrenaba en la vereda).

Económicamente, la relevancia del consumo interno ha quedado clara que es vital. Hace poco cerró el local de venta artículos deportivos más grande de la peatonal Laprida de Lomas, uno de los principales centros comerciales a cielo abierto del Conurbano. Antes los vecinos se bajaban del tren cuando volvían a laburar y podían pasar a comprar un par de botines a sus pibes. Hoy eso no existe más. Y en Esteban Echeverría cerró la planta de Adidas. ¿Y saben por qué? Porque un país y una provincia de pie se construyen con todos y para todos. ¿Cuántos botines pueden comprar en el año una familia de muchísima plata? ¿Un par por mes, como una exageración? ¿Y cuántos chicos hay en Villa Albertina, Budge, Villa Centenario, Fiorito, Santa Marta, todos barrios humildes de Lomas? Cientos. Miles. Miles de familias, miles de botines, cientos de comercios vendiendo, fabricas con miles de argentinos y argentinas trabajando.

Los gobiernos predican. Cada gobierno a su modo le dice a la sociedad cosas, cómo tiene que ser, cuánto de sus sueños y necesidades se pueden cumplir. Gobernar es llevar el timón de la casa común. El macrismo llegó al poder hablando del exceso de relato kirchnerista. Contra las cadenas, los patios militantes, el discurso que consideraron "excesivo". Y enseguida propuso cuál iba a ser el suyo: ninguno. Ballenas en los billetes. Dijeron eso, hicieron eso. Y duró lo que dura un suspiro. Cuando se dieron cuenta que para sostener niveles de empleo, de actividad económica, de "normalidad", había que empezar a mover la copa y ser indóciles con los que más tienen, ahí empezaron a armar su relato, porque ellos iban a hacer lo contrario. Transferir ingresos de abajo hacia arriba y ajustar necesita de un "relato". ¿Cuál es ese relato? Culparnos a nosotros. Bajonearnos. Deprimirnos. Reducir nuestras expectativas al mínimo. ¿Se acuerdan de las primeras frases de González Fraga? Todas empezaban con la muletilla del "te hicieron creer que...". Y después se agregaba todo: que podías tener un celular, cambiar el auto o pagar barato los servicios. Construyeron una idea de fiesta en torno a lo que nosotros creemos que son derechos.

Bueno, podríamos decir ahora que "te hicieron creer que podías jugar al fútbol con tu propio par de botines". Y "le hicieron creer al comerciante del barrio que podía vender esos botines, que podía dar trabajo a otros vecinos y vecinas en su comercio". Seguramente los reyes del Excel no se enteran ni les interesa este tipo de "ajustes" en la economía familiar. El funcionario no sabe que el papá y la mamá no le compran botines este año, porque priorizan la comida, el techo, otras urgencias. Pero al menos deberían saber que sin botines y tantos otros consumos que formaban parte de la realidad cotidiana de muchas familias, no hay comercio interno, cierran fábricas, no hay trabajo y no hay futuro.

En los detalles se sostiene la dignidad de una época. ¿Qué recordás de la época de Cristina?, se le podría preguntar a un chico de los barrios del Conurbano. Que jugaba al fútbol con botines nuevos, podría ser una de las respuestas. Y en esa respuesta chiquita están todas las proteínas de lo que debemos reconstruir. Tiene más información ese dato que un paper del Banco Mundial.

Que vuelvan los botines.

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