Geopolítica
El G3 en Europa
Por Horacio Lenz
La Ciencia histórica, como jaula del tiempo, nos muestra en el siglo XXI un mapa europeo con tendencias políticas similares de fragmentación interna, pero sin las tensiones interestatales, de los momentos previos a la I Guerra Mundial.

 En la península Europea es donde la disputa del G 3 alcanza mayor relevancia debido a que los aspectos financieros, económicos, industriales y militares encierran, en el Viejo Continente, la totalidad de las disputas geoestratégicas.

Luego de la finalización de la II Guerra Mundial Europa Occidental fue virtualmente intervenida por una potencias extraregional, EEUU y otra lejana, la URSS. De esa manera entró en un sendero de paz, armonía y convivencia pacífica de la que no había gozado en toda sus historia. Ese marco les permitió la estabilizarse tanto de Europa Occidental como la Oriental: la primera a través de la democracia como ordenador político, ayuda financiera con el Plan Marshall y seguridad militar Americana; la segunda se estabilizó con un modelo comunista rectorado desde Moscú, una seguridad militar sólida y una represión total ante cualquier síntoma de disenso político, adhesión religiosa o prioridad étnica-nacionalista.

Pero a finales de la década del ?80 lo que parecía que era un mundo inmóvil cambió con el derrumbe del sistema comunista. Aspectos como la economía insatisfactoria en el consumo, la falta de libertades políticas y religiosas, más la impotencia de poner al hombre en el centro sustantivo de la razón política, hicieron imposible mantener un modelo solo sustentado por la retórica de adherir a conceptos dogmáticos con inciertos futuros promisorios.

La Europa de la Postguerra Fría se direccionó, sin ataduras, a los únicos cimientos que le quedaban para sostenerse: la democracia política y el capitalismo como sistema económico. Dos razones muy demandadas por los pueblos del este europeo y que unos los desarrollaron con más inteligencia y sabidurías que otros. La Unión Europea que se había conformado en la Europa occidental como la unidad de los países que producían acero y carbón y construyó una sociedad de progresos económicos con bienestar que fue mirada con admiración por gran parte del mundo. Los líderes fundantes más importantes -Robert Schumann, Alcides De Gásperi, y Konrad Adenauer- fueron recompensados con creces en sus anhelos de paz y prosperidad europea. Con la caída del Muro y la apertura de los países detrás de la Cortina de Hierro, estos incorporaron valores occidentales a sus sistemas políticos-económicos y se integraron a las instituciones políticas de Europa como la UE y también al sistema de defensa común: OTAN.

Parecía que el viejo continente había encontrado un modo de convivencia comunitaria en paz sin la intervención de alguna potencia hegemónica extraregional. Pero los hechos políticos ocurridos fuera de Europa terminaron de impactar de modo directo con consecuencias imprevisibles. Hay un primer acontecimiento en materia internacional que pone a Europa en crisis, fue la segunda guerra en Irak.

En el 2004 el presidente estadounidense George W. Bush construye una alianza atlántica, en el sentido literario y geográfico, y reunió en las portuguesas islas de la Azores al primer ministro británico Tony Blair, al presidente del gobierno español, José María Aznar y el dueño de casa el primer ministro, José Manuel Durao Barroso. El objetivo fue intervenir militarmente al Irak de Sadam Hussein bajo los argumentos de que este sostenía el terrorismo, almacenaba armas bacteriológicas y de destrucción masiva que pondrían el peligro de la estabilidad regional. Comenzaba de este modo el fin del régimen iraquí y el resurgimiento sigiloso de Irán como actor importante en el Medio Oriente ampliado.

Este escenario construido por Bush y Blair, tuvo en Francia y Alemania un paredón confrontativo. Jacques Chirac, Presidente de Francia y Gerhard Schroeder, Canciller Alemán se opusieron a la participación europea en una guerra. Este hecho distintivo puso en jaque la comunidad de la defensa atlántica y fue el primer hecho que fracturó la Europa continental en la concepción política sobre el rol de Europa en los espacios geográficos cercanos a su continente.

Otro acontecimiento que dividió a la UE y también a los miembros de la OTAN, fueron los bombarderos y la participación europea en el conflicto en Libia con el derrocamiento de Muhammad Gadafi. Italia, que había construido una alianza económica y financiera con el líder libio se opuso sistemáticamente y discrepó con las decisiones militares impulsadas por Gran Bretaña, Francia y Alemania. Luego de los acontecimientos libios el Presidente del Consiglió de Ministro de la República Italiana fue removido por un voto de censura del Parlamento. La política de tolerancia, negocios y cooperación, entre Italia y Libia, no iba a ser aceptada por los más importantes países de la UE. Ahí terminó la vida política de Silvio Berlusconi. En aquel momento, como ahora, los países del sur de Europa carecen de autorización para llevar una política autónoma sobre el Mar Mediterráneo que es el puente a África.

Las consecuencias de la desestabilización de los regímenes autoritarios laicos en países árabes produjo una ola de conflictos, vacíos de poder y guerras civiles. Estos procesos críticos tuvieron alguna resolución democrática admirable, como Túnez, pero la mayoría mantuvo confrontaciones y guerras que aún perduran, como Siria y Yemen.

Las consecuencias de este conjunto de manifestaciones anárquicas y sin capacidad de los Estados de conducir esos conflictos, produjo una ola migratoria a Europa que llenó de incertidumbre la vida social.

Las reacciones de las comunidades europeas, receptoras de más de un millón de inmigrantes- refugiados provenientes de África y Medio Oriente no se hicieron esperar, y a partir de ahí la vida política de la mayoría de los de los países del Viejo Continente fue atravesada por la cuestión migratoria con sus derivaciones opuestas que van de la tolerancia receptiva al rechazo absoluto.

En los países de Europa del Este la posición negativa al proceso migratorio vino de los gobiernos directamente. Serbia, Hungría, Eslovaquia y Bulgaria tomaban posiciones encontradas con las políticas de comprensión que manifestaba la Unión Europea y ejecutada por la Canciller alemana Ángela Merkel. En los piases del Centro y Este de Europa ha vuelto el viejo fantasma de la otomización que dejó el viejo Imperio Turco. La reacción de estos fue ejecutada de modos violento y era común observar imágenes inhumanas donde policías de fronteras impedían la entrada de inmigrantes de Medio Oriente, desposeídos de todo y en el límite de la valoración humana después de trajinar miles de kilómetros y ser sometidos a todos lo vejámenes. Aquellos errores de líderes europeos ignorantes de la historia fue pagado con creces por una Europa actual acostumbrada a la paz y prosperidad, pero que hoy se encuentra fragmentada soportando expresiones política reaccionarias cercanas en la ideología a aquellas que nacieron después de la Primera Guerra Mundial, donde las consecuencias fue ir de lo malo a lo peor. En la actualidad expresiones integradoras de carácter continental de vínculos ideológicos de centro-Izquierda o centroderecha, tiene que esforzase mucho para frenar electoralmente; lo que intelectuales como Franco Dalle Donne y Andreu Jerez llaman "la Epidemia Ultra" y que tiene como raíz una plataforma importante de islamofobia, añoranza a cierta homogeneidad étnica, pero disfrazada en lo conceptual de defensa de lo "nacional".

En este contexto político en Viejo Continente atraviesa un escenario donde se observa una Europa dividida en tres: La Atlántica con el eje Lisboa Londres pasando por Madrid, pero donde se advierten conflictos latentes dentro de Gran Bretaña; La Central con la línea que une Berlín con París, con inestabilidades políticas manifiestas sobre todo Francia donde el Presidente Macron no logra estabilizar la situación interna y la del Este que une de Berlín a Moscú rememorando la vieja mirada prusiana al Este eslavo.

La Ciencia histórica, como jaula del tiempo, nos muestra en el siglo XXI un mapa europeo con tendencias políticas similares de fragmentación interna, pero sin las tensiones interestatales, de los momentos previos a la I Guerra Mundial.

En esta realidad juegan en Europa las potencias del G 3 de modo simultáneo a través de tres acciones: 1) EEUU busca una tenue permanencia en el lugar, pero con errores en su política internacional tan llamativos que junta más discordia que adeptos. 2) Rusia para volver a tener cierto control geográfico seduce con el aporte de la energía necesaria desde las Regiones del Cáucaso y Siberia. 3) China intenta unir el Continente Euroasiático desde Lisboa a Pekín, bajo el manto de la nueva "Ruta de la Seda" y controlar de manera hegemónica o compartida, lo que Hartford Mac kínder denominaba el pívot mundial que es su espacio de pertenencia en el Asia Central y donde a su vez posa la mirada en los Océanos circundantes.

En este juego de poderes en el G 3 se ejercerán de modo simultáneo disputas entre sí con una serie de alianzas tácticas donde cada uno buscará la equivocación estratégica del otro. Los parámetros con lo que se desarrolla esta contienda son tan novedosos que la vanguardia tecnológica es muy importante, pero queda subsumida a la capacidad política de los líderes y sus estructuras de poder. El empate tecnológico de cuarta generación hará que la capacidad en el manejo del arte de la política sea primordial y el que mejor use la disciplina de Maquiavelo tendrá una leve ventaja.

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