Elecciones
El 2019 será la pelea por los desencantados
Por Lucas Romero
Votaron a Cambienos, pero hoy se sienten defraudados con el Gobierno. Serán decisivos para inclinar la balanza para uno u otro lado.

Como aconsejaba Sempronio a Celestina en la Tragicomedia de Calisto y Melibea, cuando temeroso de ofender a su amo le recomendaba contentarse con lo razonable, "no sea que por querer más lo perdamos todo, ya que quien mucho abarca, poco aprieta", las campañas electorales modernas, con un criterio de eficiencia, han venido tendiendo cada vez más a concentrar sus mayores esfuerzos en los objetivos alcanzables y necesarios, y a evitar gastar demasiada energía en aquellos que resultan imposibles o innecesarios.

Este criterio de eficiencia que domina las campañas modernas, agudizado por el diseño institucional de su sistema electoral, puede observarse con total crudeza en las últimas elecciones norteamericanas donde los recursos y el tiempo de los candidatos son invertidos de manera desproporcionada en los denominados swing states, aquellos estados que han venido mostrando oscilaciones en su comportamiento electoral (y por lo tanto están bajo disputa), y no en los estados donde la elección ya está definida para un lado o para el otro.

En los albores del proceso electoral presidencial del año próximo, el escenario político argentino empieza a mostrar algunos objetivos estratégicos que seguramente guiarán, con ese criterio de eficiencia, los mayores esfuerzos de las campañas para alzarse con el triunfo. Entre esos objetivos estratégicos sobresale uno en particular: el voto de los desencantados, que no es otra cosa que esa porción del electorado (entre un 15% y un 20%) que en noviembre de 2015 se inclinó por Cambiemos, que hoy se siente enojado y defraudado con el Gobierno, y que será decisivo para inclinar la balanza para un lado o para el otro en la pelea por la presidencia el año próximo.

¿Quiénes son los desencantados? Preferentemente sectores independientes (no se sienten identificados políticamente con ningún sector o partido), mayoritariamente de clase media y que habitan en su mayor parte (con lógica demográfica) en los grandes centros urbanos. En 2017, una porción de este electorado volvió a votar por Cambiemos, a pesar de no haber visto resultados económicos contundente, pero luego de la crisis cambiaria (alias la tormenta), fueron invadidos por la desconfianza y el descrédito hacia el Gobierno.

Este electorado será clave para que el Gobierno pueda reelegir, porque será difícil que el oficialismo pueda pescar algún voto en el resto de los votantes opositores (mucho más enojados), que quedan fuera de los desencantados. Pero el desafío para el Gobierno será de gran magnitud, ya que en investigaciones cualitativas (Focus Group), lo que uno encuentra en este segmento del electorado son dos tipos de sentimientos: 1) pérdida de confianza en que el Gobierno pueda resolverle sus problemas (sienten que el Gobierno no les resuelve sus problemas cotidianos: inflación, empleo, consumo, bienestar, etc.); 2) pérdida de credibilidad en la palabra del Gobierno (sienten que el Gobierno no les cumplió lo que les prometió). En definitiva, dos sentimientos muy dañinos para las posibilidades de que el Gobierno pueda re-encantar a este electorado, ya que dañan dos activos claves de Cambiemos: su Capacidad (Macri inició su gestión hablando del mejor equipo de los últimos 50 años) y su Credibilidad (Macri hizo bandera respecto de que "hay que decirle la verdad a la gente").

El Gobierno tiene dos estrategias para re-encantar a los desencantados: a) la primera, por la positiva, es que la economía empieza a mostrar algo de lo que este electorado demanda, y aquí el timming y la magnitud de la recuperación será clave para los objetivos electorales del Gobierno; y b) la segunda, por la negativa, es apelar a que el fantasma del Cristina Kirchner y el kirchnerismo siga mayoritariamente vivo en este electorado, y que en el momento de la votación se inclinen por Cambiemos nuevamente, no por amor sino por espanto. Para esta segunda estrategia, la aparición de los Cuadernos de Centeno resulta muy útil, sobre todo si la ex Presidenta decide finalmente ser candidata.

Pero los desencantados también son claves para Cristina Kirchner y el Kirchnerismo. Son los votos que perdió luego de la elección de 2011, que nunca recuperó y que le provocaron las derrotas de 2013, 2015 y 2017. Cristina también tiene que re-encantar a este electorado, que alguna vez la votó, pero que terminó abandonándola por una economía que no funcionó (2011-2015), y por rasgos autoritarios que fueron alimentando un sentimiento de rechazo que aún hoy persiste en la cabeza de estos electores. Aquí la estrategia deberá estar orientada a: a) apelar a la nostalgia de la bonanza económica del kirchnerismo en contraste con la negativa situación económica actual; y b) suavizar los rasgos autoritarios del kirchnerismo (el adjetivo negativo más asociado a la figura de CFK por este electorado es: soberbia), que son fuente del sentimiento de espanto que sobrevive en gran parte de este electorado hacia la ex Presidenta.

Finalmente, también para el Peronismo Federal los desencantados son el objetivo central de su estrategia electoral. Si hay un electorado sobre el cuál este espacio pretende construir competitividad, es precisamente éste: el que votó por el cambio en 2015, y que hoy siente que el cambio no funcionó. El peronismo federal tiene la mejor oportunidad y está en las mejores condiciones para representar el cambio en 2019. Pero enfrenta la complejidad de un desafío/trampa que es circular: para que el Peronismo Federal seduzca a los desencantados debe mostrarse competitivo (en condiciones de ganar), pero para ser competitivos necesita seducir a los desencantados. En la medida que el Peronismo Federal no logre mostrarse competitivo (con posibilidades de ganar), los desencantados caerán nuevamente presos de la dinámica polarizante y de la tentación del voto útil, es decir, de preferir votar entre los dos (Cambiemos/Kirchnerismo) que sí tienen posibilidades de ganar.

Cualquier proyección que se quiera hacer del escenario electoral 2019, requiere tener incorporado un supuesto sobre cuál será la situación económica en el momento de votar (agosto-octubre del año próximo), ya que la economía seguramente condicionará el escenario electoral. Pero incluso en un escenario optimista para el oficialismo, que la economía muestre signos de recuperación, la importancia de los desencantados será crítica para todos los actores en competencia, y como los swing states en Estados Unidos, serán claves para explicar el resultado.

¿Qué es lo que puede pasar con los desencantados? Más allá de la estrategia que cada uno de los sectores defina para seducir a este segmento, es muy alta la posibilidad que el comportamiento electoral de los desencantados sea más defensivo que ofensivo: es decir, que voten más "en contra de", que "a favor de". Habrá que ver si ese voto en "contra de" es mayoritariamente: 1) en contra de la continuidad de Macri y Cambiemos; 2) en contra del regreso de CFK y el kirchenrismo, o 3) en contra de la continuidad de la polarización MACRI-CFK. En definitiva, con una economía que no convenza demasiado (que es por cierto lo que todos los economistas anticipan para 2019), habrá que mirar el 2019 tratando de identificar ya no quien seducirá más a los votantes, sino quien de todos los candidatos los espantará más.

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