Seguridad
Triple Fuga: Lecciones de la crisis
Por Diego Gorgal
La crisis reveló que falló el cálculo político de estirar la transición para alargar la luna de miel hasta marzo.

Superada ya la crisis por la triple fuga y el operativo de búsqueda y captura de los prófugos, ambos sucesos arrojaron lecciones que deben ser rápidamente aprendidas por las nuevas administraciones. Estas deben servir para corregir las fallas estructurales expuestas del sistema de seguridad y evitar repetir los errores políticos en los que se incurrió.

En primer lugar, la fuga puso en evidencia que el sistema policial, judicial y penitenciario bonaerense se encuentra sumido en un entramado de corrupción estructural que afecta la naturaleza de aquellas instituciones, al desviarlas de su misión: en lugar de proteger a los ciudadanos, protegen a los delincuentes. Junto con el grave deterioro de sus capacidades humanas, tecnológicas y materiales, aquello ha hecho que las fugas y evasiones sean una constante.

Al mismo tiempo, la triple fuga destapó errores de cálculo político. La agenda de seguridad de la nueva administración provincial contemplaba dos hipótesis de conflicto: los desórdenes de fin de año y el Operativo Sol. En virtud de ello, la nueva gestión de seguridad alabó lo hecho en la materia por la administración saliente, y pactó la continuidad de buena parte de las estructuras civiles y policiales. Se suponía que esto permitiría una transición suave y ordenada, de modo de prolongar la “luna de miel” durante el verano, y así empezar a tomar decisiones de fondo en marzo. Esta idea, pulcra en los papeles, se chocó con la realidad. Dejar en funciones a policías con “fecha de vencimiento” no es una buena idea en la poca civilizada provincia de Buenos Aires.

La nueva gestión pactó la continuidad de buena parte de las estructuras civiles y policiales, porque imaginó una transición suave, para prolongar la “luna de miel” durante el verano.

También la administración nacional cometió un grueso error de cálculo al suponer que la crisis por la fuga podría ser encapsulada dentro de los límites bonaerenses. Desde el momento que los fugados cruzaron a Santa Fe, el asunto pasó a ser un problema federal. Desde hace muchos años, los problemas de seguridad bonaerenses tocan las puertas del gobierno nacional, muy pesar de sus funcionarios. Esto debe servir para prever los próximos cuatro años de gestión.

En segundo lugar, el operativo de búsqueda y captura de los prófugos sacó la luz lo que muchos venimos advirtiendo hace años: el grado de desprofesionalización de las fuerzas de seguridad. La desinversión de los noventa, junto con la politización de los últimos tiempos, han destruido toda idea de meritocracia en la policía. ¿Qué sentido tiene esforzarse, cumplir con las reglas, u obtener resultados, si todo ello no es relevante para los ascensos, el salario o los destinos? Al no cultivar la profesión policial, no tenemos policías profesionales. Recomponerla debe ser uno de los ejes de la política de seguridad.

Asimismo, el manejo político de la crisis también tuvo errores. Los funcionarios de seguridad deben advertir que la gestión comunicacional de la crisis nunca es más importante que la gestión de la crisis en sí, cuyo objetivo es recapturar a los prófugos. Puestos en emergencia, en lugar de conducir la emergencia, muchos funcionarios se vieron tentados a realizar declaraciones públicas muy graves respecto a las complicidades policiales para excusarse circunstancialmente por ciertos errores de manejo. No obstante, lo más grave es que sólo sean declaraciones públicas.

Ciertamente, si lo que se dijo públicamente es verdad, y nadie resultada procesado por eso, quien plantó las pistas falsas y/o protegió a prófugos hoy está con el uniforme puesto trabajando de policía. Si, por el contrario, las acusaciones no se basaron en evidencia firme, esas palabras sólo habrán servido para deteriorar fuertemente—a sólo treinta días de iniciar la gestión—el clima que debe haber entre la conducción política y las fuerzas de seguridad. Si reclamamos profesionalismo a las policías, debemos ofrecer profesionalismo desde la política.

Seguramente, la crisis que vivieron les servirá a los funcionarios de seguridad para notar que dejaron de ser legisladores opositores, cuya principal actividad era denunciar, y pasaron a ser formuladores de políticas y gestores de soluciones. Esto implica detentar otro rol, con otra lógica, y otra responsabilidad, lo que muchas veces implica “tragarse sapos”.

Esta enseñanza no es menor, considerando que la seguridad es uno de los ejes en lo que descansa de la gobernabilidad de la provincia de Buenos Aires. Para lograrla se requiere una reforma en serio del sistema policial, judicial, y penitenciario, pues este es parte del problema, antes que de la solución. Y frente a esta tarea, a pesar de algún cálculo de conveniencia, el gobierno federal y los municipios no son actores de reparto. Si todo esto es así entendido, en horabuena la crisis vivida.

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  • 1
    el chino
    05/02/16
    13:16
    El pais está perfectamente desorganizado.
    La corrupción pública y privada es escandalosa.
    La justicia no es lenta, muchismo peor que eso, tiene mas laberintos y caminos para burlar las leyes por parte de la delincuencia que para las victimas. A eso, sumemos, la corrupción en el Poder Judicial.
    Es notable los fallos de jueces, que ahijos, nietos y tartaranietos de marginales, delincuentes y asesinos, los envia al cuidado de los padres, la madre y la p....en lugar de sacarlos de circulación
    Respecto a la policia....mejor ni hablar
    Responder
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