Editorial
Massa y la teoría de los dos demonios
Por Jorge Raventos
En Massa parece encarnarse la ilusión de un centro amplio y viable. El intendente de Tigre, ejercitando más bien los gestos, el silencio y la abstención de opinión que un discurso articulado, procura diferenciarse de lo que llama los "extremos". Auspicia un soft landing tras la experiencia kirchnerista.
La demorada (pero, si se quiere, inevitable) decisión de Sergio Massa de encabezar la boleta de candidatos de su Frente Renovador en la provincia de Buenos Aires terminó de transparentar la crítica situación que atraviesa el oficialismo, a veces designado “cristinismo”.

El intendente de Tigre no sólo tomó distancia de la divisa Frente para la Victoria, que reúne las fuerzas presidenciales, sino que decidió liderar la competencia con ella. Detrás de él, emularon esa actitud intendentes, sindicalistas, empresarios que hasta ahora eran contabilizados como parte del cristinismo o de su red de asociados: desde el dirigente de la UIA Eduardo de Mendiguren (la Presidente solía llamarlo “Vasco”, evidenciando la amable relación que los vinculaba) hasta Héctor Daer, miembro de la conducción de la CGT hasta ahora más amiga del gobierno (tanto que ha sido bautizada CGT-Balcarce por referencia a la dirección de la Casa Rosada), pasando por una numerosa lista de jefes territoriales, empezando por el segundo candidato, Darío Giustozzi (intendente de Lomas Zamora y el candidato más votado en la provincia de Buenos Aires en los comicios de 2011, con 72 por ciento de los sufragios) y siguiendo con Sandro Guzmán (Escobar) Oscar Gilberto Alegre (General Villegas), Joaquín de la Torre (San Miguel), y Gabriel Katopodis (San Martín), para citar solo a los más notorios.

Salten las tranqueras

En la Casa de Gobierno se vivió la movida de Massa como un terremoto. Allí no se ignora (y las primeras encuestas después de la decisión lo han confirmado) que el intendente de Tigre está en condiciones de superar con facilidad a cualquier candidato que proponga la señora de Kirchner.

Al que efectivamente designó –el joven intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde- empieza llevándole 22 puntos de ventaja, que sólo se reducen a 10 cuando el nombre de candidato va asociado al de la Presidente. La señora de Kirchner parece obligada a jugar fuerte y sostener a Insaurralde a babucha, para que lo reconozcan mejor. Pero es probable que, exitosa en subirle el piso, también le esté fijando un techo infranqueable. A Insaurralde lo perjudica el desconocimiento. A ella, la imagen negativa.

El éxodo que encabeza Massa es una respuesta a lo que su copiloto en esta jugada, Darío Giustozzi, llamó en La Nación “un modelo expulsivo de construcción política”. En rigor, esa dinámica no es nueva. Basta evocar una rápida lista de figuras que participaron del gobierno con los Kirchner y que hoy están, con distintos matices, del otro lado del mostrador. Hay allí dos ex jefes de gabinete (el propio Massa y Alberto Fernández), al menos dos ex ministros de Economía (Roberto Lavagna y Miguel Peirano), tres exministros de Justicia ( Gustavo Beliz, Alberto Iribarne, Horacio Rosatti), dos expresidentes del Banco Central (Martín Redrado, Alfonso Prat Gay), toda la conducción de la CGT Azopardo, empezando por su secretario general, Hugo Moyano, y ahora, parte de la CGT “Balcarce”, con los grandes sindicatos, “los gordos”, a la cabeza (ellos avalaron la participación de Héctor Daer en las listas de Massa); al menos un gobernador, nada menos que el de Santa Cruz, Daniel Peralta.

Centrifugación acelerada


La centrifugación del oficialismo no empezó esta semana. Lo nuevo es el ritmo acelerado que adquiere el proceso, impulsado por la proximidad de una elección en la que todo indica que el gobierno será derrotado en los grandes distritos, perderá la chance de intentar la re-reelección de Cristina Kirchner por vía de una reforma constitucional y, sobre todo, quedará desprovisto del “mito mayoritario”, con el que, a partir del 54 por ciento obtenido en octubre de 2011, pretendió legitimar la colonización de la Justicia y el manejo caprichoso de vidas y haciendas. En una palabra: la aceleración de las fugas (un proceso que recién comienza) es la trompeta anticipatoria del fin del ciclo K.

En Massa parece encarnarse la ilusión de un centro amplio y políticamente viable. El intendente de Tigre, ejercitando más bien los gestos, el silencio y la abstención de opinión que un discurso excesivamente articulado, procura diferenciarse de lo que llama los “extremos”, es decir, el confrontacionismo perpetuo del gobierno y las indignaciones constantes de (al menos un sector de) la oposición.

Lo de Massa es una variante de la teoría de los dos demonios y auspicia una transición suave, quizás un soft landing, tras la experiencia kirchnerista. Visto desde algunos sectores de la oposición (incluyendo allí a un amplio arco peronista) esa pretensión suena a ofrecer un puente de plata al gobierno o, más aún, a ofrecerse como rueda de auxilio del oficialismo.

Francisco De Narváez, que aparecía, hasta la irrupción electoral de Massa, como el mejor candidato posible de los peronistas, los kirchneristas arrepentidos y los sectores independientes, se vió corrido a un costado por la competencia del tigrense y ha reaccionado describiéndolo como un instrumento del cristinismo: “El es Ella”, proclama ahora su publicidad, como secuela de un lema anterior: “Ella o Vos”.

Massa parece apostar a que la mayoría de la sociedad está hastiada de confrontación y de discursos.

Mejor que decir es hacer


Más allá de las ilusiones pacificadoras que pueda abrigar el massismo y de las interpretaciones legítimamente desafiantes de sus competidores, conviene atenerse más bien a los hechos que a las palabras o los deseos. Lo que importa en principio no es tanto la racionalización argumental del gesto de Massa, sino su concreción y sus efectos.

Al presentar su lista y liderarla, el tigrense enfrenta al kirchnerismo y se dispone a derrotarlo en las urnas. Ese resultado abrirá una nueva situación, en la que el gobierno no estará más fuerte que ahora, ni en mejores condiciones de llevar adelante sus planes de eternidad o hegemonía. A partir de esa situación nueva, hasta la condición de “centro” que hoy invoca el massismo se redefinirá (y él mismo deberá reubicarse ante lo nuevo).

El gobierno, en ese sentido, ayuda a comprender la situación: no duda de que, en esta instancia –en esta batalla, para usar una palabra de la que abusa la Presidente- debe ser implacable con quienes lo desafían. Ya ha iniciado maniobras para tratar de aislar a los intendentes volcados hacia el campo de Massa para –por lo menos- intimidar a quienes están pensando en imitarlos. Aunque en retirada, el gobierno todavía tiene recursos y capacidad de daño. Tal vez el massismo, en defensa propia y en nombre de la paz y la concordia, se vea obligado a la pelea con quienes procurarán atropellarlo y abandonarlo en la banquina.

Después de la batalla – que se extiende entre agosto y octubre- el paisaje se verá más claro. Para el cristi-kirchnerismo, que ha insistido hasta la exasperación en la idea de que “la única” que puede representar “el modelo” es la actual Presidente, la perspectiva de encontrar un sucesor se presentará ardua. Basta ver las dificultades que afronta hoy para encontrar postulantes competitivos para cargos menores.

Al mismo tiempo, esa situación y una derrota abrirán las tranqueras a todos los que hoy permanecen voluntariamente esposados por el poder y sus recursos. Nuevas fugas destinadas a jugar con la mirada puesta en el futuro más que en lo que termina, incrementarán la debilidad del gobierno central.

Simultáneamente, ese debilitamiento mejorará relativamente la situación de quienes hoy están amenazados a la asfixia por el poder central: gobernadores e intendentes que hoy figuran en el padrón K adquirirán más grados de libertad. Podrán irse o quedarse en nuevas condiciones, haciendo valer sus poderes territoriales y forzando al repliegue a las corrientes que hoy son meras correas de transmisión de las presiones centrales y que, desde esa función, se quedan con cargos y candidaturas y constituyen una nueva burocracia sin contacto con la realidad política.

El mensaje de Francisco

Todas esas modificaciones deberán procesarse. Por eso es prematuro concluir que del previsible triunfo electoral de Massa en el distrito bonaerense se deduce automáticamente que tiene el camino allanado hacia una candidatura presidencial. Sin duda ese triunfo lo proyecta a un nuevo protagonismo, pero, paradójicamente, gracias a una victoria suya en la provincia (y al consiguiente retroceso del poder central), gobernadores como José Manuel De la Sota y Daniel Scioli, por ejemplo, estarán más aliviado en su gestión y podrán pensar en sus propias candidaturas para el 2015.

Igual que Massa, aunque desde otro anclaje (la gobernación bonaerense, su responsabilidad en el peronismo y su obligado enclaustramiento en el Frente para la Victoria), Scioli aspira a un sistema político en el que prevalezcan el diálogo y los proyectos consensuados. Ese carácter dialoguista le es reconocido hasta por adversarios poco complacientes como Elisa Carrió y Margarita Stolbizer. En rigor, el espíritu de diálogo – un mensaje que siempre refuerza desde Roma el Papa argentino- tiende a prevalecer en la mayoría de los actores políticos y hasta se observa la responsabilidad de cuidar en el trato a todos aquellos que son o pueden convertirse en recursos indispensables ante situaciones de crisis.

La “dinámica expulsiva”


Del lado del gobierno central, pese a (o quizás precisamente por) encontrarse en situación de retroceso, se acentúa la lógica de la confrontación permanente. La Casa Rosada quiere poner el eje en la Justicia: tiene la esperanza de presionar o modificar la Corte Suprema a tiempo de garantizarse fallos favorables que permitan alguna diagonal que lleve a la re-reelección. Y promete insistir en reformas al sistema judicial, mientras sus mosqueteros traman medidas para perjudicar a la Corte o a magistrados en particular (como al presidente de la Asociación de Magistrados, Luis María Cabral, a quien no le perdonan el rol importante en la pelea contra las reformas que terminaron descartadas por inconstitucionales).

Aunque el candidato oficialista Martín Insaurralde declaró que “Cristina no es eterna” y aseguró que “no habrá reelección” y pese a que Scioli, tomándose de declaraciones de Massa, aseveró que la Presidente “ya dijo que no” al tema de la reforma constitucional y la re-re, la señora de Kirchner pidió el sábado 29, en el miniestadio de Argentinos Juniors, ante militantes, gobernadores e intendentes adictos, “otra década más (…)les pido a todos los argentinos que me ayuden a seguir gobernando la patria”.

El sábado, la Presidente volvió a hablar de la “década ganada”. Lo hizo en la misma semana en que sus funcionarios hicieron piruetas para explicar por qué el kilo de pan está a 20 pesos o prometieron fijarlo a 10 pesos (400 por ciento más que el precio fijo que quisieron impnerle menos de dos años atrás). Todo eso porque en la década ganada el país produce la mitad del trigo que producía en 2002, así como ha perdido la condición de gran exportador de carne ante Brasil, Uruguay y hasta Paraguay.

De estos asuntos no habló la Presidente cuando pidió “que me ayuden a seguir gobernando”.
Es más sencillo gobernar cuando se escucha a la Constitución y se atiende a lo que pide la calle. La presidente brasilera Dilma Roussef es un buen ejemplo: empezó su gobierno desplazando funcionarios sospechados de corrupción; en las últimas semanas, ante las movilizaciones populares que agitaron grandes ciudades de Brasil (protagonizadas principalmente por jóvenes estudiantes y sectores de las nuevas clases medias), Roussef convocó a los manifestantes a la Casa de Gobierno, dialogó con ellos, escuchó sus demandas y está iniciando un proceso destinado a ponerlas en ejecución.

Cuando el poder se aísla o se rodea de corifeos y obsecuentes, cuando habla y ordena pero escucha poco y mal, termina practicando esa “dinámica expulsiva” de que habló Darío Giustozzi. Una dinámica que tiene el comportamiento de un bumerán.
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  • 1
    29/06/13
    21:31
    Giustozzi es intendente de Almirante Brown. Insaurralde lo es de Lomas de Zamora.
    Responder
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