Editorial
Ocaña y el fracaso del modelo K
Por Silvia Mercado
Mientras la ministra muestra su antikirchnerismo de ocasión, tomó medidas que desencadenaron el desastre del dengue, como aceptar reducciones presupuestarias en todos los programas epidemiológicos o callar la decisión de los Kirchner de no enviar fondos a las provincias opositoras.
“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos,
los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”.

Ramón Carrillo.

Néstor Kirchner y su esposa Cristina están en problemas. Basta con demostrar antikirchnerismo para crecer en imagen. Cualquier atisbo de independencia frente a los otroras temidos habitantes de la Residencia de Olivos redunda en un salto de legitimidad ante la opinión pública. Es el caso, claro, de Santiago Montoya, el mediático recaudador de impuestos bonaerense, que puede mostrar una política impositiva exitosa. Pero también es el caso de Graciela Ocaña, que pasará a la historia por ser la Ministra de Salud que no supo hacer nada para evitar que se desate lo que se transformará en la peor epidemia de la Argentina en los últimos 100 años. Su antikircherismo de ocasión (tan luego de parte de ella, que no es una profesional independiente sino la mismísima titular del ministerio responsable de las políticas sanitarias), sobreactuado desde que empezó a desnudarse la crisis del dengue, es un paraguas protector ante cualquier crítica.

Desactivó el Consejo Federal de Salud, aceptó reducciones presupuestarias en todos los programas de vigilancia epidemiológica, calló la decisión de los Kirchner de no enviar fondos a las provincias opositoras, trabó el Programa de Salud Sexual Reproductiva, por nombrar un caso que salió reiteradamente en los diarios, en fin, aumentó en su gestión la mortalidad infantil, pero todavía hay quienes no la consideran responsable.

Es verdad. Persiguió negocios, negociados, negocitos. Volvió sospechosos a todos los funcionarios. Ahorró plata del Estado. Le informó de sus investigaciones contra la corrupción a muchos periodistas. Y ante cada trascendido de recambio ministerial, se colocó en el perfecto lugar de la víctima. Sí. Logró enfurecer a Kirchner. Pero, ¿quién se ocupó en la Argentina de las políticas sanitarias? ¿No hubiera sido mejor dejarle las persecuciones administrativas a algún fiscal o auditor? ¿No se espera que un Ministro de Salud se ocupe de la salud de la población? ¿Cuál es el valor de ahorrar en esta área crítica? ¿No será que más que ahorro, lo que hubo es subejecución, porque no se sabe gastar, justamente?

Tan caída está la imagen de los K, que cuando alguien se avivó del dislate de declarar una emergencia sanitaria nacional por dengue, acordada entre Ocaña y la oposición radical, el Gobierno pagó un costo altísimo.

Cualquier epidemiólogo que lea el proyecto que estuvo por aprobarse, sabe perfectamente que todo lo que allí se propone puede hacerse perfectamente sin necesidad de una ley, y que , si no se hizo, es simplemente porque la Ministra no supo hacerlo cuando tenía un valor preventivo. Encarar la emergencia ahora, cuando bajarán por el frío los casos (no así los declarados, que seguirán aumentando, porque ya se infectaron), es algo que carece de toda lógica. Pero no hay remedio. Cuando finalmente la echen, irá a la televisión, y se pondrá a hablar de los corruPtos (así, resoplando fuerte en la P), y saldrá de su función sin pagar ningún costo en su imagen.

Pero la culpa no es del chancho. Lo que fracasa en ésta y en todas las áreas del Gobierno nacional es un modelo de gestión concentrado y paranoico, donde sólo se pone foco en lo que le interesa a Kirchner y se hace lo que él dice. Allí donde había funcionarios capaces, la consigna fue sacarlos. Es el caso de Ginés González García, corrido del gobierno por sus virtudes, no por sus defectos.

Acorralado por los Kirchner que estaban cada vez más interesados por las “cajas” del Ministerio y sus distintas áreas, Ginés dedicó los últimos tiempos de su gestión a defenderse del ataque de sus enemigos (amigos de los K). La salud había salido de la emergencia, empezaba a mostrar sólidos índices de inclusión, y se imponía una nueva agenda para la transformación de conductas en un sentido preventivo y participativo, pero ya no tuvo espacio interno. Y no consolidó las reformas más profundas que se imponían en el sistema de salud argentino. Pero, obvio, hoy lo extrañan todos. Kirchner, entre ellos. “A Ginés no le hubiera pasado”, es lo que lo que le dice a todos, y todos saben que tiene razón.

Ginés se quejaba siempre porque a Kirchner no le interesaban las políticas de salud, aunque también reconocía que eso mismo le había permitido hacer muchas cosas. Decía que allí donde Kirchner se entrometía era imposible hacer lo correcto, y quería inventar todo. Decía que siempre prefería poner gente que no supiera nada de las áreas en cuestión, así él seguía demostrando quién era el jefe. Que le molestaba la gente que sabía de algo, y se metía hasta en los temas más nimios. No en salud, en cambio, asunto que no le interesaba.

De lo que hablaba Ginés es del modelo kirchnerista de gestión. Los lugares donde no hay plata, no le interesaron. Y donde sí había plata, se trataba de poner gente incapaz, sin ninguna formación en el tema específico, para cortar cualquier acuerdo corporativo anterior, que pueda disputarle poder al Gobierno. Así se evitaba la continuación de cualquier política previa, sin importar si era buena o mala, por supuesto.

El modelo tuvo una sofisticación particular, presumiblemente ideada por Alberto Fernández, a saber: colocar al frente de las áreas a un funcionario honesto, que actúe de hecho como paraguas ético sobre los que estaban debajo y sin gran responsabilidad pública, de modo de poder activar los acuerdos propios (¿negocios?), sin la lupa de periodistas y medios.

Desde lejos, nada parece así, y se sigue creyendo la “honestidad” de tal o cual funcionario, la “calidad” profesional de tal o cual otro. Pero piense cada uno el área del Gobierno nacional con “caja” que conoce. Tiene ese esquema. Y si no tiene “caja”, tampoco funciona. O porque no le interesó a los Kirchner y entonces no importó si el funcionario era o no eficiente (el Consejo Nacional de la Mujer, por ejemplo). O porque le interesó tanto que hubo que destruirlo, a pesar de que funcionaba perfectamente (el INDEC, por ejemplo).

Nada funciona en la Argentina. Por ideología, interés o simplemente por aprecio personal, hay quienes siguen convencidos de que los Kirchner protagonizan una cruzada popular contra los malos de la historia. No es fácil aceptar que, simplemente, no supieron conducir el Estado en la mejor oportunidad interna y externa que tuvo la Argentina en todos los tiempos. Y que se autoinfligieron tantas heridas, que cuesta imaginar cómo llegaremos al 28 de junio.
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  • 2
    Maria Luisa
    02/05/09
    22:10
    Coincido totalmente con Victor. Ocaña , igual que Carrio, solo sirven como denuncieras. gestion = 0

    El articulo lo expresa claramente. Ademas, poner una Contadora como Ministro de salud solo se le puede ocurrir al matrimonio imperial.
    Responder
  • 1
    Victor
    23/04/09
    19:50
    Excelente artículo, mejor explicado imposible. FELICITACIONES A UNA DE LAS POCAS PERIODISTAS ECUÁNIMES QUE SE ANIMÓ A CRITICAR EN SU TÉRMINO JUSTO A UNA OPORTUNISTA IMPROVISADA DE LA POLÍTICA COMO ES GRACIELA OCAÑA.
    Responder
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