Venezuela
El apagón más politizado de la historia
Por Carlos José Aga
Ninguna de las potencias que cruzan acusaciones sobre los motivos del apagón se hace cargo de su rol en la primarización de la economía venezolana, el verdadero origen de la falta de energía eléctrica.

Desde que comenzó el último apagón en Venezuela, se inició un ruidoso debate sobre sus causas. No hay dudas de que se trata del apagón más politizado de la historia, donde hay acusaciones cruzadas entre el gobierno bolivariano y sus opositores, en las que ahora también interfieren las potencias que se enfrentan con el régimen de Maduro y las que lo apoyan.

Sin embargo, ninguno de los bandos dice la verdad sobre las causas del colapso energético. Es que todos los actores del debate tienen su cuota de responsabilidad en el sufrimiento que padecen todos los venezolanos, a los que parecieran considerar "carne de cañón" en su guerra de intereses.

La crisis energética del país caribeño es consecuencia de un largo proceso (90 años) en que se desarrolló un sistema rentístico centrado en el petróleo, que definió la arquitectura del sector energético y de toda la economía venezolana. Este esquema claramente estaba destinado a colapsar en algún momento, como lo viene haciendo periódicamente.La negligencia, los errores y la corrupción que se imputan las partes del conflicto sólo aceleran la eclosión de las crisis, pero definitivamente no son la causa que determina la insuficiencia energética cíclica de Venezuela y el desabastecimiento general de su población.

Es preciso hacer notar que, en medio de la disputa política actual, todas las partes en pugna sostienen el mismo modelo petróleo-dependiente de los últimos 90 años; y lo que en realidad ocurre es una pelea política sin cuartel por el control de esos recursos que aportan nada menos que el 96% de los recursos económicos del país.

Lo que en realidad ocurre es una pelea política sin cuartel por el control de esos recursos que aportan nada menos que el 96% de los recursos económicos del país.

Lo que se verá a continuación también es un llamado de atención para todos los países que basan su economía de forma excluyente sobre recursos naturales y la exportación de "commodities" y productos primarios. Un modelo lamentablemente cada día más consolidado en nuestro desindustrializado país.

Más allá de los eslóganes y de las chicanas creadas para exacerbar los ánimos, más vale analizar seriamente las causas estructurales del colapso energético venezolano porque deja muchas enseñanzas de las que todos podemos aprender.

Venezuela es un caso típico de la llamada "enfermedad holandesa". Una patología socioeconómica que debe su nombre al hallazgo de un gran yacimiento de gas natural en Groningen (Holanda) y que, en lugar de redundar en un progreso para ese país, prácticamente produjo el mayor derrumbe de su historia. El boom del gas natural fue tan potente, que eclipsó hasta desmantelar a los otros sectores como el de la manufactura y a otras actividades exportadoras.

Como consecuencia de esta "enfermedad" de concentración de la actividad en un solo tipo de exportación, el país también se tornó vulnerable a las fluctuaciones en su precio. La volatilidad afectó regularmente los ingresos y, en un efecto dominó, desfinanció todas las demás actividades.

En Venezuela, cíclicamente se hacen visibles los daños causados por el centralismo hidrocarburífero porque, cuando baja el petróleo y se derrumban ingresos, se cae la inversión, el crecimiento se desploma, la infraestructura se deteriora y colapsa, se dispara el desempleo, se devalúa la moneda, crece la deuda y aparecen altas tasas de inflación.

Irrupción del modelo

Para el año 1929, el sector del petróleo había comenzado a predominar en el poder político de Venezuela. Ya en esos tiempos, la nación caribeña se había posicionado como el segundo mayor productor, detrás de Estados Unidos, y como el mayor exportador de petróleo del mundo.

Un claro ejemplo de ese predominio es la drástica disminución de la producción agrícola. La agricultura representaba alrededor de un tercio de la producción en la década de 1920, para 1950 ya se había reducido a una décima parte y, desde entonces, los alimentos y la mayoría de los bienes de consumo pasaron a ser importados. Los venezolanos se alimentan y viven con petrodólares.

La industria eléctrica corrió la misma suerte porque, como se verá, nació como un satélite del negocio petrolero, y no como una respuesta a un desarrollo industrial inexistente en el país.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Venezuela fue el proveedor privilegiado de los Aliados. Pero, después de los acuerdos de Yalta, llegó la primera crisis, cuando los países del Medio Oriente -bajo control occidental- comenzaron a vender grandes cantidades de petróleo en el mercado internacional y los Estados Unidos resolvieron aplicar cuotas de importación al petróleo. Se desplomó el precio del crudo y se redujo el mercado. Venezuela cayó en desgracia por más de una década.

Hasta que Rafael Caldera asumió la presidencia en 1969, casi en simultáneo con el mega descubrimiento de la Faja Petrolífera del Orinoco. La novedad del gobierno de Caldera fue su política para apropiarse de parte de la "renta" petrolera en favor del Estado, que hasta entonces tenía una pequeña participación en el negocio.

Así, Caldera aplicó a las empresas petroleras un impuesto de 60% sobre sus ganancias y el Estado venezolano se reservó el derecho de fijar los precios del petróleo. Además, nacionalizó el gas. Fue Caldera quien pavimentó el camino para la nacionalización total de la industria petrolera que se dio en el año de 1975, durante la presidencia de Carlos Andrés Pérez.

No obstante el centralismo petrolero existente, Caldera intentó diversificar la economía, pero su logro fue limitado. Solo consiguió implantar algunas industrias básicas. Pero la incidencia política de los intereses hidrocarburíferos lo obligó a concentrar los esfuerzos en industrias afines al petróleo (petroquímica y energía).

En materia eléctrica, utilizó a CADAFE con el fin de fusionar bajo su mando todas las empresas estatales prestatarias del servicio eléctrico. Gracias a los abundantes recursos aportados extraídos al negocio del petróleo, estas empresas emprendieron un programa masivo de electrificación en el cual se cubrió el 50% de todo el territorio venezolano. Un gran logro para esos tiempos.

Poco tiempo antes, se había creado la empresa estatal Electrificación del Caroní C.A. (Edelca) y había asumido directamente los proyectos hidroeléctricos como la central hidroeléctrica de Macagua y la construcción de la gigantesca central hidroeléctrica del Guri ("Simón Bolívar") -que es actualmente el corazón de todo el sistema eléctrico venezolano-. Merced a la resistencia de los petroleros (partidarios de los proyectos térmicos), el proyecto demoró 30 años en completarse, cuando alcanzó una capacidad total de 10.235 MW. Por su tamaño, hoy es la tercera usina hidroeléctrica en el mundo y la segunda en América.

Cuando llegó Carlos Andrés Pérez al gobierno, en 1974, con el lema "democracia con energía". La frase no refería precisamente a la vitalidad del sistema político, sino a que los precios del petróleo se habían disparado un 70% a causa de la crisis en el Medio Oriente (1973) y Venezuela vio multiplicados por cuatro sus ingresos por este producto.

Pérez se proponía capturar esos enormes recursos económicos y utilizarlos para gobernar con holgura financiera. La plataforma económica de Pérez, conocida como "La Gran Venezuela", llevó a la nacionalización del petróleo el 1 de enero de 1976, y a la creación de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA). Todas las compañías petroleras extranjeras, fueron reemplazadas por empresas venezolanas filiales de PDVSA. Desde allí en adelante, el gobierno pasó a manejar y a vivir directamente de la totalidad del negocio petrolero.

A raíz de los "petrodólares" llegó a hablarse entonces de una "Venezuela Saudita". Muchos amigos venezolanos recuerdan ese gobierno como una época de vacas gordas, porque el petróleo permitía comprar con holgura en el exterior todo lo que Venezuela consumía, que era cada vez más. Pero como contracara, desde 1978, la industria "no petrolera" redujo constantemente su participación en el PBI en más de 20%. En el sector "alimentos y bebidas" las importaciones pasaron a cubrir el 80% de las necesidades del país.

Al cabo de los 5 años del gobierno de Pérez, el resultado de tanta disponibilidad no fue el desarrollo del país, sino un formidable aumento del gasto público para pagar importaciones de todo tipo, con lo que la dependencia exterior se agravó, aumentando los precios de todos los bienes, hasta terminar con una inflación de casi 70% y un endeudamiento interno y externo que maniató por años la autonomía del país.

El programa del gobierno se basó en la premisa de que los precios del petróleo continuarían subiendo, cosa que no aconteció. Por el contrario, los precios del petróleo cayeron nuevamente en la década de los '80. Esto empujó a Venezuela más profundamente una crisis con deuda y recesión.

A Pérez lo sucedió Luis Antonio Herrara Campins, quien gobernó entre 1979 y 1984. Le tocó un período de eclosión del modelo. En su discurso de inauguración, describió perfectamente las consecuencias de la política seguida por el país: "Recibo una Venezuela hipotecada", dijo.

Sin embargo, pronto volverían a soplar nuevos vientos favorables. Entre 1980 y 1981, los precios del petróleo llegaron a niveles nunca antes vistos a consecuencia de la Guerra Irak-Iran y a la política de bloqueo que realizaron los países árabes contra los Estados Unidos y otros países occidentales.

Por causas externas y fortuitas, ajenas al país y su política, Venezuela pasó a proveer el 13,6% de todo el petróleo que se consumía en el mundo. Los ingresos del gobierno se triplicaron y favorecieron el renacimiento y ampliación del modelo. Venezuela era una fiesta y toda América Latina la observaba con envidia.

En 1980 PDVSA adquirió a la petrolera Ctigo y se convirtió en una de las empresas más grandes del mundo, al suministrar hasta el 20% de las naftas vendidas en EE.UU. Esta actividad se mantuvo plenamente operativa hasta hace muy poco tiempo, sin ser interrumpida ni por Chávez ni por su sucesor.

El crecimiento de la industria petrolera significó que PDVSA pasara a controlar el 45% del total de la nueva capacidad eléctrica instalada en el país, es decir, todo excepto la hidroelectricidad. Las termoeléctricas permitían quemar los combustibles provenientes de las refinerías nacionales en el estado Falcón (Amuay y Cardón).

La bonanza, sin embargo, no impidió que el Estado contrajera importantes deudas con el exterior y se viera obligado a devaluar y a convivir con alta inflación y crisis. El fin de la fiesta llegó con el default en 1989.

A Herrera Campins lo siguió Jaime Lusinschi (1984/89) que pudo completar la Central Hidroeléctrica de Guri y la Central Hidroeléctrica San Agatón, parte del complejo Uribante-Caparo; se erigió también la Represa del Río Turimiquire, en el Estado Monagas.

Así para 1985, Venezuela presentaba la mayor capacidad instalada per cápita de Latinoamérica: unos 0,72 kW/hab, por encima de Argentina (0,44 kW/hab) y de Brasil (0,30 kW/hab). Pero todo ese avance tenía "pies de barro".

Al finalizar este mandato vuelve al poder Carlos Andrés Pérez. El recuerdo de Pérez como el presidente del "milagro económico" contribuyó a darle de nuevo la presidencia.

Sin embargo, la situación económica había ido empeorando nuevamente al ir bajando 80% los precios del petróleo en relación a la etapa anterior. Esta situación indujo una caída importante en los fondos para la inversión pública en infraestructura y desarrollo, lo que provocó una desaceleración en el incremento de la capacidad instalada energética durante el período 1990-1998.

Por falta de recursos, la moneda se había devaluado, la inflación era alta y la deuda externa ya era una pesada carga para la República. Intentó un plan de privatizaciones y ajuste que desembocó en el famoso "Caracazo", con un saldo de unos 300 muertos y 2000 desaparecidos. Pérez terminó destituido, después de dos intentos de golpe de Estado.

A su regreso, Rafael Caldera (1994/1999) encaró una apertura petrolera con el exterior, pero bajo el liderazgo de PDVSA, que le aportó nuevos ingresos, y la tasa de crecimiento pasó a ser positiva en 1995. Sin embargo, en 1998, una nueva caída de los precios del petróleo impactó negativamente en la economía.

La inversión en el parque de generación eléctrica nacional se redujo en 85% respecto de la inversión durante la década entre 1990 y 1998. La calidad del servicio eléctrico se deterioró como consecuencia de esa desinversión. Para evitar los apagones, se requería de un plan acelerado de expansión del parque de generación, sistema de transmisión y distribución que quedó suspendido por falta de recursos.

Finalmente, Chávez sucedió a Caldera y dio inicio a la etapa "Boliviariana".

Al inicio de su gobierno (1998), los ingresos fiscales eran muy escasos como consecuencia de los bajos precios del petróleo que para 1999 habían caído al nivel más bajo en 50 años de mercado petrolero mundial.

La política "chavista" se basó en hacer acuerdos políticos con la OPEP para subir los precios del petróleo. Para finales de 2001, había logrado un éxito considerable al estabilizar el precio del petróleo mundial dentro de una franja propuesta por Venezuela.

Y, a partir de 2004, nuevamente gracias a factores externos, Venezuela regresa a la bonanza. La demanda de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) volvió a disparar el precio del barril -que subió de 27,6 dólares por barril hasta la enormidad de 109,45 dólares por barril. ¡Una fortuna!-. En ese período Venezuela recibió más de 900.000 millones de dólares en ingresos extra, el récord de toda su historia.

Nacieron allí aventuras comerciales expansionistas como Petrocaribe, Petrosur y otras actividades crediticias, que terminaron arrojando grandes pérdidas a Venezuela. Pero la fantasía duró poco, el precio se desmoronó nuevamente durante cuatro años seguidos hasta tocar los 26,5 dólares por barril. Y solo se recuperó lentamente hasta los 55 dólares de la actualidad.

Como agravante definitivo de este cuadro, hay que agregar dos hechos significativos: la irrupción de los Estados Unidos -antes el mayor consumidor- como productor y exportador de petróleo en el mercado mundial y la tendencia global a reducir el uso de combustibles fósiles junto a las nuevas tecnologías energéticas.

El mayor error del gobierno bolivariano fue su pelea con la plana profesional de PDVSA y la expulsión de los profesionales idóneos para reemplazarlos con comisarios políticos sin experiencia en la industria. Esto tuvo como consecuencia una caída en la producción de petróleo y gas, reducción de la operatividad de las refinerías y suba de las importaciones de derivados.

De los 1,42 millones de barriles que produce en la actualidad, sólo cuenta con 694 mil barriles diarios para exportar. De continuar esta situación, el país fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) deberá abandonar este club selecto tras 58 años de su creación.

Lo mismo hizo en CORPOELEC. Así las fallas se retroalimentaron, porque PDVSA es la que provee de combustibles a las termoeléctricas y CORPOELEC la electricidad a los campos petroleros.

Es claro que el gobierno "bolivariano" acentuó, en lugar de modificar, el modelo de rentismo petrolero. Y que es ese modelo la verdadera causa del colapso del país y, dentro de él, de la industria energética.

El gobierno 'bolivariano' acentuó el modelo de rentismo petrolero, la verdadera causa del colapso del país y, dentro de él, de la industria energética.

En consecuencia, en la etapa bolivariana la dependencia del sector eléctrico respecto del negocio petrolero se fortificó y, cuando bajaron los ingresos petroleros, se incrementó la indisponibilidad hasta niveles inferiores al 50% (máquinas fuera de combate) de las unidades de generación termoeléctrica administradas por PDVSA.

Matriz Energética y colapso

La estructura del sector energético venezolano responde a todo este proceso histórico. Como acabamos de analizar, hubo colapsos en los años ?50, ?80, ?90, y 2000. En 2009, 2010, 2011, 2013 y 2016 fueron años de cortes severos y apagones de gran magnitud. Porque, sin "petrodólares", el sistema se deshace.

Cada vez que bajó el precio petróleo, se produjeron caídas en la inversión eléctrica y diferentes formas de desabastecimiento energético y de muchos otros productos clave para la vida de la población, como el agua. El racionamiento se aplicó como sistema en todas las etapas, y como vimos por igual en todos los gobiernos aferrados al modelo centrado en el petróleo sin la suerte del "viento de cola" de situaciones internacionales favorables.

La matriz eléctrica que se ha conformado tiene una fuerte dependencia de la hidroeléctrica (70%) que se ve periódicamente afectada por el cambio climático (sequías), un equipamiento termo eléctrico (4000 MW de turbovapor, 11.300 MW de turbo gas 1.550 de Ciclos Combinados y 1.700 de Energía Distribuida) que se compone de máquinas con más de 30 años de antigüedad y que, por falta de repuestos y mantenimientos (causado por el bloqueo comercial), tiene un 40% de las usinas fuera de servicio u operando por debajo de su capacidad; estas térmicas están lejos de cubrir las falencias hidroeléctricas.

En estos eventos, al operar "El Gurí" por debajo de los niveles de diseño, se causaron problemas operativos y estructurales. Operar debajo de esta cota es peligroso porque suele ingresar vapor de agua a las turbinas, fenómeno conocido como cavitación, lo que puede generarles daños mecánicos tal y como ocurre actualmente en Yacyretá por la misma razón.

El caso resulta en falencias simultáneas en los tres sistemas: el hidroeléctrico, el térmico y las redes.

¿Qué ocurrirá?

Si bien es posible conseguir un abastecimiento precario con racionamientos y medidas paliativas como la energía distribuida, resolver el problema estructural es mucho más complejo. Porque las transformaciones y nivel de diversificación que requiere el sistema exigen recursos económicos, organización, tecnología y personal calificado que Venezuela no tiene en este momento.

Los aliados políticos que mantiene Maduro (básicamente Rusia y China) tienen la capacidad industrial de la que carece Venezuela para fabricar los repuestos y consumibles que permitirían rehabilitar al sector térmico, también proveer de generadores móviles para dar cobertura a los nodos más conflictivos. Pero esos procesos de provisión de partes que se corresponden con tecnologías que son ajenas lleva tiempo (mínimo 4 o 5 años).

Y lo más importante, ni Maduro ni Guaidó (ni los aliados de cada uno) se han planteado resolver la cuestión de fondo: que la crisis total del país ha sido causada por la "enfermedad holandesa", es decir el modelo centrado casi en 100% en el petróleo, del que no pueden vivir más de 30 millones de venezolanos, independientemente de a qué bando pertenezcan. 

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