Economía
Bajar Ganancias no es demagogia, es justicia distributiva
Por Cristian Folgar
Macri envió al Congreso un proyecto que va en sentido contrario a lo prometido durante la campaña.

Una de las promesas del Presidente Macri a los ciudadanos que lo votamos fue que iba a eliminar el impuesto a las ganancias a los asalariados que nunca debieron estar alcanzados por el mismo. Si Macri hubiera cumplido con su promesa, ya en este año 2016, todas las personas físicas que por su trabajo tuvieran ingresos menores a los $150.000 por mes no deberían sufrir descuentos por este impuesto.

El Gobierno, lejos siquiera de intentar cumplir con el compromiso cívico adquirido, envió al Congreso un proyecto que va en sentido contrario a lo prometido. Si se aprueba la iniciativa del Poder Ejecutivo, durante el 2017 mas asalariados serán incorporados al pago de ganancias, aunque seguramente los que hoy están pagando verán reducidas las alícuotas efectivas.

El Gobierno plantea, y con razón, que el Estado Nacional necesita recursos. Pero sostiene erróneamente que no puede en este momento reducir la injusticia que significa que paguen ganancias jubilados, maestros, cajeros de bancos o choferes de camiones de carga, solo para citar los casos más emblemáticos.

Hay erogaciones que el gobierno podría eliminar que contribuirían, por lo menos, a no agravar la situación o a ir mejorándola de a poco. Por ejemplo, mientras que un asalariado que no llega a fin de mes paga ganancias, muchos argentinos en este verano todavía seguirán recibiendo subsidios estatales para calefaccionar sus piletas de natación. Todavía subsiste en materia energética una fuerte regresividad con los subsidios. Comparando las tarifas de gas de este fin de año respecto al año anterior, las familias que en Navidad solo prendan el horno para calentar comida habrán recibido en sus facturas un aumento "porcentualmente" mayor al que recibirán quienes además de calentar comida, calienten el agua de sus piletas.

Mientras algunos maestros el año que viene pagarán ganancias, los jueces y otros miembros del Poder Judicial no lo harán, aún cuando deberían hacerlo.

Mientras algunos jubilados verán reducidos sus ingresos mensuales por el impacto de ganancias, la renta financiera no lo hará. ¿Es más justo que pague ganancias un jubilado a qué lo haga quien ahorró y tiene capacidad financiera como para prestarle su plata a los bancos (vía depósitos), al gobierno (vía bonos) o a las empresas (obligaciones negociables o acciones)?.

Un asalariado hoy paga ganancias aunque no pueda cubrir sus gastos mensuales, pero una persona que tiene capacidad de ahorro (y por ende tiene ingresos que superan sus gastos) por el rendimiento de esos ahorros no paga ganancias. Nótese que a los asalariados el impuesto les impacta sobre los ingresos y en el caso de la renta financiera no se propone gravar el capital, sino simplemente el rendimiento.

Mientras el chofer de un camión paga ganancias, los sueldos altos gozan de la reducción de aportes jubilatorios. ¿Qué es más justo, seguir ampliando la base de quienes pagan ganancias o sacar las exenciones jubilatorias a sueldos altos?.

Hoy el chofer de un camión paga en proporción a sus ingresos más ganancias que el dueño del camión. Cuanto más grande es la empresa mayor puede ser la diferencia.

Si comparamos ingresos recibidos vs ganancias a pagar, los asalariados que jamás debieron estar alcanzados por este impuesto pagan una proporción mayor que las grandes empresas. La tasa efectiva ganancias/ingresos es mayor para los asalariados que para las empresas. Si esto no es injusto, pido por favor que alguien detenga al mundo, así me bajo.

Alguien podría decir que sumando las exenciones aquí descriptas no alcanzaría para volver el impuesto a las ganancias a su situación "original" o que tampoco alcanzaría para financiar algunas de las propuestas a tratar por estos días en el Congreso. A los efectos del análisis demos por válido el argumento. ¿Y qué importa? Si se eliminan exenciones injustas, por lo menos el Gobierno podría caminar "hacia" la eliminación de ganancias para los salarios más bajos alcanzados.

No es lo mismo un Gobierno con amnesia selectiva que uno que va hacia los objetivos propuestos. Si queremos ir a la Costa Atlántica de vacaciones tenemos distintas opciones, algunas más rápidas que otras, pero si apuntamos para La Quiaca lo más probable es que nos enamoremos de los paisajes y que nunca lleguemos al Oceáno Atlántico.

Una cosa es que Cambiemos le plantee a la sociedad que por determinados motivos no pueden cumplir las promesas dadas, pero muestre iniciativas en el sentido prometido, y otra muy distinta es que envíe un proyecto al Congreso que agrava la situación recibida en cuanto a la cantidad de personas alcanzadas por el impuesto.

Una cosa es que el Gobierno le plantee a la sociedad los problemas que enfrenta para cumplir sus promesas, y otra muy distinta es tener un gobierno que acuse de demagogos o irresponsables a quienes proponen hacer lo que Cambiemos les prometió a los ciudadanos que los votaron y los convirtieron en gobierno. Si los bloques opositores son demagogos e irresponsables por pretender reducir en el 2017 la cantidad de asalariados alcanzados por ganancias, ¿Qué calificativo le ponemos a quienes prometieron eliminarlo plenamente?.

Antes, con Cristina Elizabet, pensar y proponer algo distinto lo convertía al sujeto en cuestión en golpista o antipatriótico. Ahora, pensar y proponer algo distinto lo convierte al sujeto en cuestión en demagogo. Le pasó a la propia Corte Suprema de Justicia cuando le recordó a este gobierno que debía cumplir ciertos preceptos constitucionales y legales que pretendía violar al momento de ajustar tarifas de servicios públicos.

Es paradójico ver a encumbradas figuras del oficialismo tildar de demagogos o irresponsables a ciertos sectores “no oficialistas”. No creo que esa actitud los lleve muy lejos, pero lo peor es que quizás la discusión los enfrente con las propias promesas incumplidas.

Fuera de la discusión política, que cuando eleva su tono también se llena de chicanas, no hay que perder de vista el fondo de la cuestión: Las empresas invierten cuando suponen que tendrán demanda para sus productos. Esa demanda puede venir del mercado interno o de las exportaciones. Si seguimos retrasando el tipo de cambio real las exportaciones pierden atractivo y si seguimos disminuyendo la capacidad de compra de los ciudadanos cobrando impuestos regresivos la demanda interna seguirá cayendo.

La inmensa mayoría de los ciudadanos no son expertos en impuestos, ni tienen porque serlo. Todos saben evaluar cuál es su capacidad de consumo y proyectan su futuro en consecuencia. El margen de error del gobierno ya no es el mismo que hace un año. No parece ser el mejor momento para que el gobierno se victimice o busque responsables afuera para problemas que ahora le son propios. Esa conducta no baja la inflación, no aumenta la demanda agregada ni atrae a los inversores. Es ahí y no en las discusiones de barricada, donde la sociedad y el gobierno terminan definiendo su futuro.

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